En ni un solo estado del país hay un candidato que haya acaparado la posición del Senado de la República como lo ha hecho Aníbal Ostoa Ortega.

La actitud de acumular candidaturas para si o la familia le costó una serie de protestas al panista Jorge Rosiñol Abreu porque quería ser candidato él e imponer a su hijo en una lista plurinominal. José Ignacio Seara Sierra, ahora priista, también lo fue por el PAN y la crítica por esa práctica no dejó de generar una polémica.

Sin embargo, la candidatura por dos vías de Ostoa ha pasado desapercibida aunque debe ser vista como el regreso del cacicazgo de los Sansores si Andrés Manuel llega a ser presidente.

Layda, pareciera haberse apegado a esa práctica que llevó a su padre a ser expulsado del partido que lo hizo gobernador, pero que a su familia le rindió buenos dividendos. La incongruencia política usada como sello familiar en beneficio de los intereses propios.

Anibal ganó, luego de muchos recursos legales en su contra, la candidatura de mayoría al Senado de la República que la Coalición del PT, Morena y PES habían acordado ceder a éste último partido para José Cardozo, faltando a su palabra y desconociendo un acuerdo político previo.

Anibal, hijo predilecto de Layda Sansores, es el único personaje que lo mismo encabeza la fórmula al Senado por Campeche que es número dos de la lista plurinominal a la Cámara Alta. En ni un sitio del país se ha repetido el caso, pero no debería de extrañar de quienes proponen que siga la venta de plazas de maestros, la herencia de esas mismas plazas y el manejo político de los bienes del Estado al más viejo estilo priista.

Si se analiza, Andrés Manuel López Obrador no encuentra donde poner a Layda Sansores Sanromán. Le da gusto en todo. Es normal, su padre, Carlos Sansores, pertenecía dentro del PRI a la misma clase política que combatió Federico Reyes Heroles y a la que se sumó Andrés en sus días de inicio en la vida política apoyados por los más radicales izquierdistas del PRI.

Layda tiene a sus más leales apoyadores en Campeche. Ella acapara Morena y sin empacho sugirió a los del Movimiento Ciudadano, cuando dejó de servirle la franquicia, que se aliaran con ella desde esas siglas para apoyar a Morena y que con los recursos públicos a los que tenían derecho se financiaran actividades de ella y sus correligionarios.

Anibal, como su fiel escudero, la siguió en su paso por todos esos partidos. Hoy, como estrategia política, le colocan en el segundo lugar de la lista plurinominal de Morena al Senado –su suplente es Héctor Vasconcelos Cruz, nieto del ex rector y fundador de la SEP- y pelean con Encuentro Social la de mayoría previamente acordada como parte de la Coalición “Juntos haremos historia”.

En una feria de equivocaciones (¿?) legales, PES se equivoca en la defensa, usan argumentos poco efectivos, presentan a destiempo los recursos para salvar la candidatura al senado de quien previamente les había salvado en los errores de organización que estuvieron a punto de provocar que no hubiera candidatos por ese partido. No hubo empeño en la defensa quizá por acuerdos de cúpula, quizá por temor de que el candidato pudiese quedarse con la dirigencia estatal. Todo pudo pasar.

Lo realmente grave es que se votaría por Morena porque representaría –creo que no- una opción política diferente sin serlo: los vicios políticos de Andrés y de sus seguidores son exactamente una clonación de lo que vivimos en el país con Luis Echeverría, López Portillo y hasta Díaz Ordaz.

El tema es que la gente parece no darse cuenta, no haber aprendido de los errores del pasado y sólo piensa en cómo vengarse de quien le ofreció saber gobernar y cometió los peores excesos de los años recientes.
Dar un salto al pasado por rencor y disgusto nos llevará a arrepentirnos de lo que pasará con las propuestas de López Obrador. Es verdad, no hay candidatos que no signifiquen lo peor para el país, pero la realidad es que votar por el más malo no será nunca algo para bien: regalar dinero y cancelar proyectos todo porque se dice honrado, perdón pero los hechos no lo avalan.

Elegir a Ostoa significa regresar al cacicazgo sansorista. Entiendo que muchos no conocieron al Negro, pero haber acabado su vida defenestrado por su partido, cuando ese partido era lo peor, nos dice qué calidad de político era el nativo de Champotón.

Cuidado, en Campeche puede regresar un cacicazgo que vaya que tuvo oportunidades para sacar a la entidad de su letargo milenario. Al tiempo…