JOSE SAHUI TRIAY

No fueron sorpresivos los tan alarmantes resultados de las evaluaciones que en el 2015 se aplicaron a maestras y maestros de educación básica y media superior en distintas entidades del país. Las señales por largos años percibidas pero no corroboradas objetivamente, permitieron al Instituto Nacional de Evaluación Educativa (INEE), y por supuesto a la SEP, implementar un Programa de capacitación continua, gratuita, para el magisterio nacional. Cabe destacar, al respecto, las declaraciones del titular de la SEP, Aurelio Nuño Mayer, en el sentido de la importancia de esta decisión, cuyos beneficios habrán de llegar a un millón 200 mil maestros de educación básica y 135 mil de educación media superior. Señaló también, que una muestra de la trascendencia de este hecho, fue la decisión del Presidente Peña Nieto de apoyar estos cursos elevando el presupuesto que se tenía, de 200 millones de pesos, a mil 800 millones…

Estos cursos de capacitación que se iniciarán en el país a partir de la tercera semana de abril buscarán atacar de fondo, y resolver, las deficiencias observadas ya sea en cuanto a contenidos programáticos más acordes a la dinámica actual, que obliga a una permanente actualización. Al igual habrá de darse atención al reforzamiento de una visión más moderna de la administración escolar, donde el apoyo de la tecnología permite no solo la agilización, sino también la optimización de la actividad laboral.

¿Hacían realmente falta esas evaluaciones?, sí, pues solo de esa manera podría hacerse un diagnóstico profesional, y no empírico, sobre qué tanto eran ciertas las muchas conjeturas de si existía, o no, la necesidad de una capacitación, y en qué medida, para la actualización de los conocimientos programáticos de los docentes.

La experiencia fue, seguramente, enriquecedora. Ahora viene lo bueno. No todos los docentes evaluados, ni cada región y entidad del país presentan necesidades de capacitación iguales. Es lógica la complejidad, tan difícil, que los evaluadores debieron haber encontrado en cada región y grupo que tuvieran bajo su responsabilidad.

Elaborar un programa de capacitación docente no es nada fácil. De siempre, cursos de apoyo a los maestros han sido aplicados por muchos años, continuamente. Incentivos para aquellos que obtuvieran los mejores resultados en esos cursos no se escatimaron. Carrera Magisterial fue un programa diseñado con la intención de una formación profesional docente de mayor calidad, para así lograr con sus resultados en el aula, con sus alumnos, también resultados de excelencia.

Pero, ¿Se logró con esto abatir los alarmantes índices de reprobación, bajas eficiencias terminales, y sobre todo a una calidad en la que todos coincidían se necesitaba una urgente labor de rescate, por sus condiciones precarias? Parece que las buenas intenciones no se concretaron en las ansiadas realidades que se pretendían lograr. Algo había fallado.

Desde 1992 con el Acuerdo Nacional para la Modernización de la Educación Básica y Normal; hasta el 2013 con la Reforma Educativa, se continúa señalando como espíritu animador de ellas su preocupación por la escasez de resultados de calidad en los distintos subsistemas de educación. De 1992 al 2013, 21 años después, la realidad objetiva señalaba que los correctivos hasta ese momento aplicados, habían fallado.

Hacer como que nada pasa pudiera haber sido en otros tiempos, nunca en este, una cómoda actitud para no arriesgarse a una empresa cuyos riesgos inherentes, si se atacaban a fondo las causas y no solo los efectos, podría provocar serios problemas a quien, o quienes, intentaran esa Cruzada por el rescate de una educación prisionera de costumbrismos que la anclaban en un pasado cuyos quehaceres si bien habían sido antes efectivos, merecían ya actualizarse para sumarse a una modernidad cuyos vertiginosos cambios hacen que el hoy, mañana sea solamente historia.

El apoyo del Presidente Enrique Peña Nieto a la Reforma Educativa, su firme compromiso para el cumplimiento a sus postulados, su decisión de hacer con ella el motor de cambio para un desarrollo de México fincado en la calidad de la educación de esas nuevas generaciones de mexicanas y mexicanos dispuestos a demostrar que los retos de este siglo XXI no los arredran, ha sido total y decidido.

Nunca ha sido de obligado cumplimiento que quienes más saben puedan enseñar mejor lo mucho que saben. No se requiere tan solo de un magisterio de altas calificaciones. Urge sí de una mayor y mejor disposición para enseñar; de capacitación actualizada de conocimientos, y  sobre todo, es imprescindible que al finalizar cada ciclo escolar sus resultados, con sus alumnos, se refleje no solo en la calidad de sus conocimientos, sino también en su competitividad.

Ojalá y las evaluaciones muestren cada vez resultados mejores. Sin embargo, tan importante como ello sería, que aún sin ser tan altas pero sí aprobatorias, se observe en ellas el rescate de la presencia de esa calidad humana que como valor indiscutible ha distinguido siempre a las y los educadores en su diaria tarea formativa en sus escuelas, con los alumnos bajo su responsabilidad.

La barca de la SEP pese a navegar en aguas nada tranquilas cuya turbulencia ha parecido en ocasiones hacerla naufragar, se muestra segura, con buen rumbo, sin que ello evite darse cuenta que a la distancia se dejan ver preocupantes nubarrones que pudieran de nuevo agitar las aguas de un océano cuya travesía se antoja todavía necesitada de apoyos y cuidados.

Esperemos que los cursos de capacitación, próximos a impartir, respondan verdaderamente a las necesidades reales del magisterio, y que los capacitadores reúnan de verdad los perfiles requeridos. Si esa simbiosis se da, seguramente la credibilidad y en consecuencia la aceptación de ellos, permitirá exitosos resultados.