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En 2013, del total del PIB nacional la cultura representó el 2.8% y del 100% de éste, el 15% corresponde a los medios audiovisuales (cine, video, televisión radio e internet). El cine aporta el 8.4% de este último y el 0.03% del PIB nacional, según el INEGI y el Anuario Estadístico de Cine Mexicano, elaborado por el Instituto de Cinematografía del Estado (Imcine).

Entre 2012 y 2013, el PIB de la industria cinematográfica creció en 9.1%. Entre 2008 y 2013 al año el crecimiento promedio fue del 6.7%, que es superior al promedio nacional anual que fue de 1.4%. Para 2013, el valor bruto de la producción nacional de cine ascendió a 11,060 millones de pesos, con un incremento de 737 millones con relación al 2012.

En 2015 se produjeron 140 largometrajes y por lo menos otras 400 películas en cortometraje. Es la mayor cantidad desde 1958. La tragedia es que de éstas sólo 80 se pudieron estrenar y llevar a las pantallas. En 2013 fueron 101. La gran contradicción del cine nacional es que produce cada vez más películas, pero no las puede exhibir.

Esas 80 películas lograron ventas de boletos de 17.5 millones de pesos, que implica una caída con relación al 2014 del 26.4% ya que en ese año se vendieron 23.4 millones de boletos de películas mexicanas. En 2015 se obtuvieron 739 millones de pesos de ingresos que es 27.7% menos que en 2014 cuando fueron 1,023 millones de pesos.

En 2015, de todas las películas se vendieron 286 millones de boletos que implica un crecimiento de 46 millones de boletos vendidos con relación al 2014. La mayor venta era de 1993 y ahora se rompe ese récord. En 2015, la venta total de boletos vendidos por los exhibidores les permitió ingresar 13,334 millones de pesos de los cuales solo 739 millones, el 6.0%  fueron de películas mexicanas.

Otro problema del cine mexicano es que las películas que triunfan en los grandes festivales internacionales cuando se exhiben en México no tienen acogida del gran público. En 2015, de los 80 estrenos en 43 los asistentes no pasaron de los 10,000.

Hay una evidente contradicción entre los estímulos y apoyos gubernamentales para producir películas y la posibilidad de que éstas lleguen a las pantallas. El mercado interno está dominado por las distribuidoras de Estados Unidos que obligan a los exhibidores a contratar paquetes con películas básicamente producidas en Hollywood. Se les garantiza cinco o seis que son un seguro éxito, pero deben tomar otras de relleno.

El gran reto del cine mexicano es resolver el problema de la distribución de las películas que se hacen aquí. Un director me dice que en los años sesenta y setenta, las películas estadounidenses eran taloneras de las mexicanas. Eso hace 45 años que se acabó. Los cineastas, los distribuidores, los exhibidores y el gobierno deben de encontrar la cuadratura al círculo. Urge.