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En México, la democracia se impuso como régimen político solo después de que en 1997, el PRI perdió por primera vez, después de 77 años, la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados y cuando en 2000 perdió por primera vez, después de 80 años, la presidencia de la República. A partir de esas fechas, las instituciones permitieron que de verdad se contaran los votos y con ello que se hiciera valer la decisión ciudadana.

La democracia trajo consigo la verdadera competencia electoral y con ella se establece la incertidumbre sobre quién puede ganar o perder, que es una virtud propia de este régimen  político. Pero la competencia, en si misma virtuosa, vino acompañada de una serie de vicios y perversiones que se han instalado en las elecciones y que año con año tienden a crecer. En las del pasado cinco de junio estuvieron presentes, se exacerbaron, cuatro de éstas:

Dinero invertido. Por lo difícil de hacerse de la información hay pocos estudios sobre el tema. Quienes lo investigan coinciden en señalar que el gasto de los candidatos más “competitivos” es diez veces mayor, que el aprobado por la ley electoral local y federal. El hecho plantea, a su vez, el tema del origen y uso ilegal de esos recursos. ¿De dónde vienen? ¿Qué compromisos se establecen?

Compra de medios. Los medios locales y de la Ciudad de México venden la cobertura de las campañas. Hay medios que si no reciben dinero no registran ningún evento de los candidatos. En todo caso, para tener una cobertura “importante” y positiva hay que pagarla. Quien no lo hace está sólo de manera marginal. Así, se deja a un lado la tarea periodística, para solo tener lugar la comercial.

  Proliferación de encuestas. En torno a las elecciones hay una “industria” nacional de encuestas. Los candidatos contratan dos o tres. Hay serias y profesionales, pero también las “patito” hechas a modo. Sobre los medios que las hacen y publican, se ha instalado la duda razonable de si son objetivas o están hechas para beneficiar a los candidatos que tienen “convenio” con esa empresa. Se ha hecho común que los medios publiquen la suya, pero vendan espacio para que los candidatos publiquen las que les benefician.

Día D. El mismo día de la elección se gastan enormes cantidades de dinero en efectivo. Hay candidatos que en ese momento “invierten” el 50 por ciento del recurso de la campaña. Es para movilizar a las estructuras, para llevar a la gente a votar y también para comprar el voto.

A pesar de lo anterior, que está presente y se agrava, la elección del cinco de junio muestra que el voto, la decisión ciudadana, es capaz de trascender y superar esos mecanismos. En esta ocasión la mayoría de los candidatos “oficiales”, los que contaron con más recursos y se suponía tenían claras ventajas producto de los mecanismos descritos, fueron vencidos por el voto de castigo. El sistema institucional electoral funciona. Es parte de la democracia mexicana. Los votos se cuentan y son al final los que deciden.

Twitter: @RubenAguilar