En julio del 2018, los mexicanos no le dieron mesa de pista al equipo de Enrique Peña Nieto; muchos de su círculo más cercano se quedaron bailando. Meses después, pasada la resaca electoral, están regresando por su “After Party”.
Le encendieron las luces al exsecretario de Salud, José Narro Robles, para buscar la presidencia nacional del PRI. Tienen avances, hay (tienen) preocupación, mucha, pero ya están asignando espacios.
La nomenclatura que rodea a Narro le ha organizado tres encuentros con los militantes.
Según partes de audios que han sido grabados durante esos encuentros, se escucha al ex rector dedicar gran parte del tiempo a hablar sobre la evolución de la educación en México y la infraestructura educativa del país a finales del siglo XIX.
Al doctor no se le escucha cómodo ni fluido, y es natural; la única vez que se asomó al PRI fue en 1993, cuando fue presidente, por siete meses, de la fundación Cambio XXI.
¿Quién organiza la agenda de Narro? Las reuniones son convocadas y organizadas por Mariana Moguel, la hija de la ex secretaria Rosario Robles. También por Guillermo “Willy” Ochoa, los ojos de Manlio Fabio Beltrones en Chiapas. Son asistidos por la reina de las diputaciones plurinominales, Lourdes Quiñones. Uno más, el investigado por la Fiscalía General de Chihuahua, Christopher James, vinculado a una red, a la que el exgobernador César Duarte entregó millones de pesos. Cabecilla del mismo escándalo que motivó a Beltrones ampararse para evitar ser detenido por Fiscalía de Chihuahua.
En el círculo cercano para la campaña de Narro, el senador Miguel Ángel Osorio Chong sembró a Jorge Márquez Montes, quien habría sido el operador de enterrar el caso Ordebrecht desde su oficina en la Oficialía Mayor de la Secretaría de Gobernación. Según Santiago Nieto Castillo, actual director de la Unidad de Inteligencia Financiera de Hacienda, Márquez Montes intentó sobornarlo cuando fue titular de la Fepade para silenciar algunas investigaciones.
Es la cúpula contra los militantes que se han sentido ignorados. Son los dos caminos de una elección que terminará polarizada. Los priistas pueden olvidar qué hicieron por ellos, lo que nunca olvidarán es cómo los han hecho sentir.
Narro Robles tendrá que medir cómo se presenta ante la militancia; con este equipo, muy poco podrá hacer para deslindarse de varios “impresentables”. Mientras Aurelio Nuño, a lo lejos, busca acopiar facturas, a la distancia, preocupado por un descorche que puede costar muy caro.
La gobernadora de Sonora Claudia Pavlovich señaló que se quedaría a concluir su período como gobernadora, en otras palabras, le dijo “no” a Narro para ser compañera de fórmula. Antes lo rechazó Ivonne Ortega y también Sylvana Beltrones.
Parecen entrampados en no lograr, hasta ahora, una fórmula que pueda ser suficientemente competitiva. Tampoco Ivonne ha anunciado a su compañero de fórmula, y Ulises Ruiz menos. Por estatuto, la fórmula debe ser integrada por ambos géneros. Pese al boicot, la de Moreno y Carolina Viggiano parece estar firme.
Al gobernador de Campeche, Alejandro Moreno, le han puesto círculos de un tiro al blanco en la espalda. Ivonne Ortega y Ulises Ruiz están invitados al “After Party”, y aunque intentan marcar distancia, tienen sillas preferentes apartadas para cuando quieran sumarse a la fiesta.
El coordinador parlamentario del PRI, René Juárez salió hace unos días en un video, indignado, arremetiendo contra todos, en un tono altanero, y deslindándose de fracturar el partido.
A Juárez las cosas no le salieron bien; renunció a la presidencia del PRI, y se fue a sentar a San Lázaro, esperando que una vez llegada la convocatoria, los priistas lo levantaran en hombros. No pasó. No pasará.
Moreno Cárdenas escala en su discurso: “ya basta de imposiciones en el partido, ya no pueden decidir unos cuantos, no puede ser un Club de Toby los que decidan los destinos del PRI, si no se consulta a la base, el PRI revienta; los priistas no lo vamos a permitir”: hay quienes buscan que sea una elección cerrada al Consejo Político Nacional.
El problema que enfrenta Narro es demostrar que no será “el mesero” en la fiesta y que le crean los militantes. Su dificultad, además del nulo vínculo con la militancia, se centrará en lo que él representa. Como antecedente, José Antonio Meade no se explica, por qué en julio, cuando acabó la fiesta, no quedó nadie en la mesa para pagar ni los platos rotos ni la cuenta.