Mucho se ha especulado sobre las razones que tiene Andrés Manuel López Orador para haber propuesto a Miguel Ángel Osorio Chong como candidato del PRI al gobierno de la República.
Desde su aparición como aspirante a candidato, López no ha dejado de hablar de Meade, de su campaña, que si no avanza, que si no crece y en días más reciente se aventó la gracejada de señalar que como Osorio ya no podría sustituir a Meade, entonces lo haría Aurelio Nuño.
López tenía claro que Osorio ya no podría haber despegado como candidato por su cercanía y corresponsabilidad con el gobierno de Enrique Peña, pero sobre todo por el fracaso que hubo en la gestión principalmente por un secretario de Gobernación que se dedicó todo el tiempo a consolidar su proyecto.
Osorio era el candidato más cómodo para López. La fragilidad de su imagen era la fortaleza de la can- didatura del tabasqueño: Osorio representa, por sus gestos y acciones, a una persona insegura, a un candidato que tendría que lavarse la cara, pero sobre todo que como priista nato no podría hacerse a un lado de las acusaciones. Es más, podría sacarle su casa de Las Lomas como evidencia de su corrupción.
El rival a vencer hoy es Andrés Manuel y no precisamente porque sea el mejor candidato sino porque en su tercera oportunidad nadie le creería que hubo fraude y él está recurriendo a todo lo que tiene a su alcance para no cometer los mismos errores, pero comete otros.
Su derrota sería la confirmación de que los mexicanos no quieren esa regresión a una política que maneje la economía desde Los Pinos y que se atreva a usar al ejército como ariete político. La ley de Seguridad Interior le daría esa facultad que tanto le critica a Peña por la labor de los militares en el combate a las drogas y precisamente por ello su propuesta de esa policía unificada que estaría bajo su control exclusivo, aunque el responsable de aterrizar sus órdenes sería Alfonso Durazo.
López sabe que la diferencia de edad entre su contrincante lo hace poco atractivo para un segmento importante de la población –más del 50 por ciento del padrón es menor de 45- , tiene claro que su falta de conocimientos y de preparación se topa con una a toda prueba del candidato priista y aún del panista.
López sabe que la frustración de los mexicanos, con un sistema político del que él forma parte que ha vivido de manipulación de la pobreza, de la corrupción, de la falta de justicia, puede ser capitalizado por un candidato que se venda diferente. A él, esa estrategia le ha resultado precisamente porque la gente, en su hartazgo, está dispuesta a comprarle esa honestidad y esa esperanza de un México mejor, sin que analicen que sus propuestas no tienen sustento.
Desde 1997, cuando aquí rescató a la hija del cacique para nominarla candidata a gobernadora, López Obrador ha sido consistente: sólo se alía a quien lo obedece, a quien no le discute, a quien está dispuesto a acatar sus instrucciones. Desde esos años, he sostenido que Andrés es un farsante al que le ha sido útil el hartazgo político de la población.
Andrés agrede a Meade no porque le interese un PRI competitivo, sino porque ve a un candidato que puede crecer, que al no ser conocido puede convencer y que realmente tiene un prestigio internacional que consolida su experiencia en las áreas económicas y financieras. López Obrador sabe que los grandes capitales fortalecerán esa candidatura precisamente por la confianza que le concitan.
Andrés es un político enamorado del país que conoció y que lo privilegió al hacerlo funcionario público y presidente del PRI, pero que en tiempos de Salinas le impidió hacer realidad el sueño de su vida: gobernar Tabasco.
Falta mucho por pasar rumbo a la elección de junio próximo. Pensar que las elecciones están decididas desde ahora, nos hará tomar decisiones equivocadas. Ni quienes tenemos décadas criticándolo podemos dejar de ver que su posibilidad de éxito es real y que los mexicanos podrían cometer el grave error de elegirlo presidente.
Como periodista me preocupa que la censura pueda volver a reinar como en tiempos de Díaz Ordaz, Echeverría o López Portillo, como ciudadano me importa que se respeten los resultados de las elecciones, pero más que haya buenos candidatos y esos no están ahora a la vista.
PD Nada gratis tiene control. La rosca de reyes del pasado 5 en el malecón, fue un buen intento, pero dejó claro que sólo la gente que paga su asistencia respeta y se comporta. Dejar al pueblo bueno actuar y decidir derivará siempre en esa anarquía que todos lamentamos y unos pocos justifican.