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La crispación social vaya que ha salido a recorrer las calles: balacera en Cancún, homicidio múltiple en una preparatoria, tomatazos a un diputado, el veto a la Ford… La crispación social viene tomada de la mano del alza en las gasolinas, del aumento en el gas, de la llegada de Trump y su racismo a la presidencia de Estados Unidos, la cancelación de inversiones, el fin del sexenio.

Las cosas no dan mucho tiempo a la reflexión y las respuestas a botepronto no necesariamente representan una buena opción o una decisión inteligente o justa.

Lo que vimos en Cancún al empezar la semana no es otra cosa que la herencia de Mario Villanueva Madrid que, ¿coincidencia?, regresó a México el pasado miércoles, cuando la inseguridad en Cancún se recrudeció quizá para mandar el mensaje de que o se arreglan con los narcos o se descompone más la zona.

Villanueva no fue responsable de la llegada del narcotráfico a Quintana Roo que, es entendible, no podía evadir ese mercado ávido de “diversión” con los estadounidenses peleando por el destino y la llegada de “spring breakers”.

Es cierto, pero Villanueva sí es responsable de su expansión, de su guerra en esa entidad al haberse coludido con los cárteles y hasta haberlos protegido e incentivado como quedó evidenciado al aceptar sus cargos penales y hasta haber colaborado en Estados Unidos como testigo protegido, pero esa historia merece columna aparte y con lujo de detalles hasta la vinculación de ese gobernador con un medio de comunicación que fue desde su protector hasta su beneficiario.

Lo que pasa en México es inédito. El hartazgo social y la degradación social están en un punto que nunca habíamos visto. La justificación de lo ilegal, la admiración por el narco y los políticos corruptos no es otra cosa que la promoción de los antivalores. Ellos roban, nosotros ¿por qué no?

La respuesta del tomatazo de Arne aus den Ruther tampoco es la opción. Vaya que hay más de un político que merece no un tomatazo, pero empezar por ese camino lleva a recrudecer la violencia, esa que ya nos asquea en casi todo el país, como sucede en Cancún.

Y en eso inicia el prejuicio: todos compartiendo el asqueroso video del joven que le disparó a sus compañeros y, con ello, haciendo apología de la violencia. Nos volvemos a equivocar: cuando la confusión reina, lo mejor es tratar de tener ecuanimidad. La mentada de madre sale fácil, se la ganan, es más se la merecen, pero ¿convertirnos en lo que criticamos es la opción?

La sociedad mexicana está enferma y eso queda claro porque todo mundo grita que la corrupción nos está asfixiando, pero no evita dar mordida para evadir alguna falta; nadie acepta que si llega a un cargo igual y se roba una lana o pide una mochada por hacer su trabajo. Existe una moralidad muy flexible y una ausencia de principios.

En serio. Nuestra pasividad social ha permitido que el sistema político esté en crisis. Que haya una oposición falsa que sólo se colude con la autoridad en turno para sacar raja política, al votar por el político que todos saben quién es, cómo actúa, pero lo siguen en otro partido y lo hacen ganar. Vean a Andrés Manuel: priista de la vieja escuela redimido porque se fue al PRD y, luego, enemigo del sistema, recurrió a él para formar Morena. Audaz, le llaman, igual que a Ivonne Ortega, que sale a venderse como limpia, inmaculada pero sus trapacerías en Yucatán sólo basta buscarlas en Google y preguntarle a Rolando Zapata por qué nunca hizo nada si todos lo pedían a gritos.

¿De veras a golpes vamos a resolver los temas?

Da pena ver a esas legiones de tuiteros y facebookeros que sólo mientan madres en las redes, que ponen los peores insultos, que siguen todo lo que se diga sin verificar si es verdad. Los que por postear un dato se creen periodistas pero no verifican su dicho ni el hecho.

La crispación sólo la podremos parar quienes vivimos en México, en Campeche, en cualquier parte del país que en verdad quiera aportar algo.

Las medidas de austeridad nunca serán innecesarias, siempre se agradecen pero sólo si eso en verdad beneficia la vida cotidiana de los ciudadanos.

De poco o nada servirá que los gobernantes nos den un ejemplo si los ciudadanos no estamos dispuesto a vivir nuestra realidad de otra manera, haciendo algo diferente a lo cotidiano.

Ojalá Campeche entienda que todo hemos tenido y nada nos ha desarrollado: palo de tinte, chicle, camarón, madera, pesca, petróleo y siempre le echamos la culpa a otro de nuestra desgracia. ¿Será? o tenemos que reflexionar y ver que estamos haciendo mal.