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Pues la suerte está echada: el ex secretario de Salud, Alfonso Cobos Toledo, y el que fuera el administrador de Secud, primero, y de Salud, después, Miguel Duarte Reyes serían expulsados del PRI por sus actos de corrupción y mal gobierno.

No he leído ni una sola nota en la que se hable de expulsar a Enrique Iván González López, un ex alcalde que de priista pasó a panista para ser priista y defraudar no sólo a quienes lo eligieron sino también a quienes pensaron que podría ser una diferencia para Ciudad del Carmen luego de las administraciones azules.

El saqueo lo encabezó él y su familia vaya que supo apoyarlo.

Eso de las expulsiones del PRI, perdón, pero no me mueve a ninguna certeza. En  Campeche, como en todo el país, hay gente que no milita más que con su conveniencia y a ratos los veremos azules, luego rojos o anaranjados.

¿No había más poderosas razones para haber expulsado a Carlos Sansores Pérez en los años de José López Portillo?, o ¿alguien ha propuesto expulsar del PRI a personajes por su activismo político en alguna de las facciones del PAN en pugna en Campeche?, ¿hace falta?, ¿es necesario?

Ahora, en serio, ¿vale la pena expulsar a alguien del PRI? Lo que hicieron Duarte y Cobos no es diferente de lo que han hecho otros tantos funcionarios que los precedieron.

En el gobierno de González Curi vaya que se acusó de todo a Salomón Azar y en el gobierno de Fernando Ortega fue clara la traición de otros encumbrados priistas.

De hecho, en la campaña de Ortega y en la de Jorge Carlos Hurtado el cúmulo de votos logrado por la oposición fueron suficientes como para pensar en una purga al interior del tricolor aunque uno haya ganado sin duda y el otro haya perdido sin remedio.

En la elección de Azar muchos tienen clara la traición de quienes llegaron al extremo de tomar el partido irritados porque Azar no era el candidato que esperaban.

Historias de corrupción desde el gobierno las hemos visto ir y venir: secretarios que sólo lo fueron unos años y nunca más volvieron a dar un golpe, políticos humildes que terminaron rentando casas y poseyendo grandes ranchos sin ingresos que justificaran esa riqueza, pobres de 50 mil pesos en el banco pero ricos en bienes raíces en Miami, Honduras o Yucatán o Quintana Roo.

¿En serio expulsarlos es la solución?

Me parece que el presidente del PRI nacional no podrá actuar contra Borge, César y Javier Duarte si no pasa por las armas a Humberto Moreira y a los prófugos Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, cuyas actuaciones criminales son tan graves como las de los tres gobernadores aún en funciones, sólo que a éstos dos los busca Interpol.

Si la idea del PRI es mandar un mensaje contundente, los tres gobernadores que tiene enlistados no le servirán para hacer boca porque la exigencia social le abonará a esa lista hasta hacerla más larga y muy larga.

En Campeche, ciertamente hace falta meter orden. El gobernador Moreno lo ha dicho y lo ha reiterado: no habrá corrupción, pero Duarte y Cobos son apenas una minucia si se considera a los verdaderos capitanes del fraude y la malversación.

Creer que con esos dos nombres todo quedará en paz es un error porque no sólo es un tema de latrocinio o de falta administrativa sino también de ofensa social y de abuso a niveles excesivos.

Cuando un gobierno triunfa, esa victoria reviste dos veces al gobernador: condujo bien a su equipo y escogió bien a su equipo para darle resultados a su pueblo, a la gente que lo eligió. Cuando un gobierno fracasa, la única responsabilidad es del gobernador que no supo armar su equipo ni darle dirección.

La política es así de dura, así de determinante, por eso si se va a hablar de traiciones, de traidores y de gente que le estorba al partido, pues hay que sacar a varios de apellidos relevantes, de nombres conocidos y a muchos más que sólo fueron comparsas y compañeros de saqueo. Nada más.