La hibris (desmesura) de los hombres era la causa del enojo de los dioses en el pensamiento de la Grecia clásica. Aquí reside la causa de sus males. En la tragedia Los persas, escrita por Esquilo en 472 a.C., la obra de teatro más antigua conocida hasta ahora, ese es el tema central.

Es la única tragedia conservada que se basa en hechos contemporáneos. Se da cuenta de la derrota de los persas y la victoria de los griegos sobre el rey Jerjes en la Batalla de Salamina que tiene lugar en 480 a.C., apenas ocho años antes de que se represente la obra. Esquilo participó en la batalla y también gran parte del público que veía la representación.

La madre de Jerjes, la reina Atosa, que fue esposa de Darío, acude a su tumba. Él se le aparece en forma de fantasma y le explica que la derrota, del hijo de ambos, tiene su origen en su hibris que ha molestado a los dioses. Jerjes regresa vencido y avergonzado y en un principio se niega y no acepta que fue eso la que condujo a su Ejército al desastre.

Esquilo hace que, al final, termine por aceptar que ésta y no otra ha sido la causante de su derrota. Jerjes y el coro lloran, se lamentan y arrancan los cabellos. Al reconocer que ha sido la hibris la que explica su fracaso su figura se dignifica y el personaje obtiene un mejor trato que al inicio de la historia.

Ahora hay una lista de cuatro gobernadores, dos en la cárcel, otro en proceso de extradición desde Panamá y otro que  evade la justicia escondido en Estados Unidos. En esos casos conocidos por todos, pero hay más, es la hibris, la desmesura, en su forma de vivir y en la manera que se apropiaron de los fondos públicos que los tiene en esa situación.

Hace 2,500 años que los griegos señalaron que la hibris de los hombres públicos es la causa de los males de sus pueblos y de ellos mismos. Los dioses no la aceptan y la castigan. La hibris de quienes ejercen el poder se ha apoderado, más que nunca, de la vida pública en México. Hay muchos políticos, pero también empresarios afectados por la misma.

La manera que los griegos pueden superar la hibris y reconciliarse, de alguna manera con los dioses, aunque el mal ya está hecho y ya han sido merecedores del castigo, que nunca se perdona, es que reconozcan, así lo plantea Esquilo, haber abusado de la desmesura.

Al igual que Jerjes, en Los persas, la dignidad personal y la posibilidad de una nueva vida, después de hacer frente a las consecuencias de la hibris, sólo es posible si se reconoce que esa es la causante de los males de sus pueblos y del que se han hecho ellos mismos y también a sus familias. Hay mucho que aprender de los griegos del mundo clásico.