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Ricardo Anaya pareciera querer ser el nuevo Roberto Madrazo. Intenta, desde la dirigencia del PAN, convertirse en un candidato que le arrebate a sus correligionarios aspirantes la postulación y para ello no sólo usa el cargo y las prerrogativas sino también la publicidad oficial del partido.

En Campeche, los pleitos internos del PAN tienen un objetivo claro: servir a la actual dirigencia para sus negociaciones y servirle ahora a un grupo informativo como elemento de presión y hasta de validación de sus apetitos políticos y económicos. Perder la presidencia sería un botón más que le permitiría a los grupos que hoy dominan a ese partido conservar el usufructo no sólo de las prerrogativas sino de los privilegios de las negociaciones como segunda fuerza política y las posiciones plurinominales que también les dé la fortaleza de ser quienes tomen las decisiones más sólidas.

Mientras los panistas del país ven la posibilidad de regresar a la Presidencia como una motivación e incentivo, los que conducen el partido empiezan a hacer cuentas: cuánto le toca a cada uno si negocia, si se vende, si deja que otro gane.

No hay peor enemigo de un panista que otro panistas. Mario Ávila lo sabe, Juan Camilo lo vivió en carne propia y lo que le pasó a Carlos Rosado Ruelas creo que no deja duda de lo que puede ser acabar al que destaque para que no se desplace a los que negocian y viven del partido.

Lo mismo pasa ahora en el PAN nacional. Ricardo Anaya, un joven que se veía como una promesa y que gustaba mucho por su juventud y su capacidad discursiva, se ha convertido en un ejemplo de las peores prácticas políticas que no sólo contradicen las bases de ese partido sino que consolida lo que se ve como el peor de los mundos: en el PAN son iguales o peores que en PRD, PRI e incluso Morena. Es decir, los ciudadanos nos quedamos sin opciones políticas al ser todos los partidos una mala copia de los peores vicios del país posrevolucionario.

¿A quién le sirve un panismo así? Sólo al sistema político actual que alimenta a una oligarquía que usufructúa un país que cada vez es más injusto, más desigual y más pobre en su mayoría.

La carta que le enviaron al dirigente un grupo de panistas no sólo lo descalifica porque alía a gente muy enfrentada como Madero y Cordero, sino que evidencia que él sí logró unificar a todos pero en su contra.

Anaya y los panistas no se dan cuenta de que a 19 meses de la próxima elección presidencial, su conflicto por el poder no sólo le haría el caldo gordo al PRI o a Morena sino que significaría un retroceso real por dejarle el paso franco a quienes han demostrado que no saben gobernador en su nueva oportunidad, o a quienes creen que regresando a los esquemas del pasado el país sería mejor.

Pero tampoco neguemos una realidad: el PAN tampoco nos entregó las mejores cuentas en sus doce años de gestión, pero sí tiene que aceptarse que, al menos, las crisis económicas, los estúpidos endeudamientos para su corrupción, no fueron el signo ni de Fox ni de Calderón y en estos cuatro años los priístas nos han hecho temblar con la debilidad de un país que si bien no crecía al menos no debía tanto ni había devaluaciones de este nivel.

No sé quién vaya a ser el candidato presidencial de ningún partido, excepto Andrés Manuel que para eso tiene su Morena, pero las elecciones que vienen me aterran porque serían la consolidación de una pesadilla que ya vivimos: ganan quienes no tiene propuestas claras ni menos ideas sólidas para sacar adelante al país y terminamos viendo que los grandes salvadores se convierten en perfectos actores sólo para la pose y la fotografía pero no para dar los resultados que el país requiere.

No sé si la gente lo está viendo con claridad, pero el país está en el que puede ser quizá su peor momento y con el peor de los vaticinios: el petróleo no subirá de precio, la producción tampoco será la salvación del país y la diversificación económica aún no llega para darle aliciente a otro tipo de ingresos que generen desarrollo.

En ese escenario, Campeche está adelantado. Aquí, la crisis petrolera ya se vive, la lucha por salir adelante es un tema de todos los días, las reformas todavía no se ven y la reactivación económica es un tema que se enfrenta junto con recortes y otros obstáculos.

De todo lo malo, lo único bueno es que nadie ha salido a decirnos que no se puede, que no hay, y que nos están perjudicando porque con ese discurso no se llega a ningún lado. Hagamos lo que nos toca y quizá podamos dar un ejemplo.