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Dicen los que saben que del plato a la boca se cae la sopa. Esa expresión coloquial ejemplifica lo que sucede en el PAN después de la contundente victoria del pasado domingo 5 de junio.

Por desgracia, pareciera que la victoria se convertirá en la manzana de la discordia para el reparto del botín. En Campeche la historia reciente nos dice que mientras quieren expulsar a unos, otros quieren ser dirigentes, más ninguno de ellos se sienta con el otro a dirimir esas pretensiones dándose tiempo y posiciones en cualquier escenario.

Queda claro que el intento de expulsión de Jorge Lavalle y Juan Carlos de Río no operó como pretendía la entonces presidenta del partido, Yolanda Valladares Valle.

De Juan Carlos del Río González tengo la mejor opinión. Empresario carmelita que logró derrotar al PRI en Campeche en su intento por la gubernatura, pero que la maquinaria oficial operó con astucia y mucho dinero para dejarle el cargo a Jorge Carlos Hurtado, un gobernador que fingió ser el titular del Ejecutivo.

Mientras en el PRI no terminan de ponerse de acuerdo si la derrota fue de Manlio Fabio Beltrones, de los gobernadores que se van o de los candidatos que no prendieron, los panistas no se están sentando a bosquejar una estrategia que les permita ir unidos y sólidos a los comicios del 2018.

En Campeche, lo que se ve es de nuevo una confrontación épica entre los dos grupos más enconados desde la muerte de Juan Camilo Mouriño.

Del Río, un hombre mesurado y carismático, pareciera ir en fórmula con Lavalle, un joven político que desconoce el significado de la palabra amistad, lealtad y compromiso. Del Río demostró en su oportunidad que no sólo tenía con qué ganar sino que trabajó de la mano de la militancia y logró encender los ánimos para lograr que se le respalde en su primera incursión política partidista. De ser un desconocido, salió para ganar una elección que se vendió en tribunales.

Lavalle, por su parte, ha demostrado que su capacidad de relacionarse lo ha catapultado a posiciones de poder, pero no ha sabido construir equipo, lealtades ni amistades. Por el contrario, ha pasado encima de quien ha tenido con tal de seguir escalando. No da el respeto que pide se le tenga.

Del Río es más conciliador, pero, por desgracia, la labor de trabajo en el bajo mundo panista la domina Valladares y su estructura. Ahí, se mueven como nadie más lo ha logrado y prueba de ello es que han resurgido a pesar de la defenestración política a la que fue sometida por el grupo que Lavalle representa.

En el PAN tienen que darse cuenta: o llegan unidos o no llegan y eso es básico ante la fortaleza opositora que ha demostrado tener Campeche. Aquí ya ganó López Obrador una presidencial y la sorpresa panista de Carmen ratifica que no verlos con atención sería una torpeza de los priistas campechanos.

El PRI se sentará a ver cómo se pone la contienda y no dudemos que lanzará parte de su gasolina a uno y otro grupo con tal de verlos arder. Divide y vencerás, decía Julio César.

En el PRI, sin embargo, también deben de sentarse a definir qué van a hacer ellos porque los resultados electorales realmente les indican que su posición es endeble. En Campeche la derrota en Carmen fue una llamada de atención y lo que se replicó a nivel nacional el primer domingo del mes no es un tema menor. Sentarse a hacer un análisis superficial y señalar que la decisión de apoyar la unión de parejas del mismo sexo constitucionalmente es la causa más sólida es tan erróneo como decir que sólo Beltrones o sólo Peña tienen la responsabilidad de la derrota.

Los políticos necesitan sentarse hoy a revisar sus estrategias, escuchar a una sociedad que está harta de que no haya resultados y de una economía que cada vez es menos satisfactoria para todos los estratos. La apatía no puede ser la apuesta porque cuando la gente sale a votar las maquinarias políticas del acarreo del voto duro no sirven.

Lo bueno de esto es lo mal que se está poniendo, decía un amigo, pero la realidad es que el hartazgo social nos incluye a todos y los partidos se debilitan por su falta de credibilidad.

La pugna panista, si se da al mismo tiempo de la pugna priista, dejará el camino abierto para que López Obrador, la peor opción desde mi perspectiva personal, les coma el mandado y vaya que hay señales para que todos nos preocupemos por eso.

Las decisiones que se tomen este año y el resultado del Estado de México y Coahuila en 2017 serán decisivas para bosquejar ese panorama que hoy se ve aún brumoso en el 2018, pero que no está nada halagador para el PRI que, no sería raro, podría ser otra vez el tercero en discordia.