Raúl Sales Heredia

Si estamos pendiente de quienes suenan (sueñan) para ser seleccionados como posibles candidatos a puestos de elección popular es que estamos haciendo algo mal. Digo, claro que tenemos que estar pendientes pero tampoco debería ser algo que nos hiciera entablar temas de conversación pues todo debería funcionar con, sin o a pesar de. Lamentablemente, en este país pareciera que no es así y necesitamos a una persona en particular para que todo vaya como la seda, es decir, pareciera que una persona es la que hace a la institución y que sin ella, todo se caería en pedazos y no, no es así pero, lo que sucede en nuestro sistema institucional es que quien llega modifica, quita, remueve, y todos los que serán sus subordinados prefieren levantar las manos del escritorio hasta que quien llegue les diga que las puede poner otra vez, entonces no se cae en pedazos pero, si se paraliza y sigue paralizada por un tiempo indeterminado hasta que la persona que se siente en la silla se empape del proceso, entienda el movimiento y decida actuar. Así en todos los niveles de la pirámide y por eso, algunos ya están preguntándose qué harán si llega Fulanito o Menganito y prefieren sentarse en sus manos antes que mover algo y mientras están ociosos (y la ociosidad es la madre de todos los vicios) empezarán a apoyar a unos u otros (estructuras les llaman).

Eso de nacer y morir cada tres o seis años les está costando mucho al país, el tener una curva de aprendizaje en nuestros nuevos representantes, también nos cuesta mucho (ideal sería que no se les pagara hasta que tuvieran los conocimientos y las herramientas) y si del Congreso hablamos, parece que no es lugar de debate y construcción sino un escalón en “carreras políticas” y un club para amarrar relaciones que les sirvan para los siguientes escaños de su muy particular carrera.

En nuestro país la meritocracia es subyugada por la partidocracia, el conocimiento es dejado de lado en aras del “soy amigo de” y mientras eso sucede con las personas que deben de servir al pueblo y por ende, a la nación, el resto de ese pueblo los ve cada vez con un mayor hastío, coraje y sienten de todo excepto que verdaderamente los representen.

Quizá en el juramento que hacen al tomar protesta deberían incluirles la frase “nadie es indispensable y si no funcionas, el pueblo te puede mandar a volar en cualquier momento”. Yo sé, sueños guajiros pues los puestos de elección popular son irrenunciables, a menos calor, que a los electos, les ofrezcan algo mejor y entonces piden licencia y listo. Es decir, le piden la confianza en ellos a miles pero cuando su interés particular se cruza, ellos pueden dejar de lado esa confianza pedida, esa promesa dada, de lado sin que les importe un pepino pero, si no funcionan y la mayoría quiere retirarlos del cargo que ellos mismos le otorgaron, entonces sí, no se puede. Extraña manera de funcionar en un país democrático donde el poder, al menos en teoría, es del pueblo.

Ok, no tiene caso que hable de lo que no se puede cambiar (eso me dicen cada vez que suelto alguno de mis sueños guajiros en que la gente tiene la oportunidad real de seleccionar el futuro que deseen), así que, si no se puede cambiar, entonces seleccionemos los mejores perfiles para nuestra representación, aunque en su mayoría, sean preseleccionados bajo un tinte partidista. Sí, también tendremos independientes y esa es una opción viable siempre y cuando sus plataformas sean realmente independientes, trabajen juntos aquéllos que no son militantes partidistas y no se dediquen a lo acostumbrado en cada campaña.

Si nuestros partidos políticos están obsoletos se debe principalmente a que como sociedad no hemos tomado nuestra responsabilidad de exigir y mandar de manera adecuada.

Nacemos y morimos cada tres o seis años pero, también tenemos la oportunidad de cambiarlo y esta vez, en nuestras circunstancias actuales en las que tenemos fresco el poder de acción que tiene la sociedad, quizá sea el momento de tomar al toro por los cuernos e impedir que entren toros desbocados de intereses individuales, sin compromiso real, sin idea ni convicción de servicio, a nuestra cristalería llamada… México.