JOSÉ FRANCISCO GONZÁLEZ GONZÁLEZ

El pasaje evangélico es muy hermoso. En él se narra el bello proceso de cambio que produce el encuentro misterioso con Cristo resucitado. San Lucas Capítulo 24 nos dice, que estos dos discípulos de Emaús no formaban parte del grupo de los Apóstoles. Es a ellos a quienes se les aparece el Señor. La aparición se da “en el camino”; diríamos en la vida común y corriente.

Después de haber visto la pasión y la muerte de Jesús, los discípulos habían perdido una virtud muy importante: la esperanza. La ‘razón’ de su comportamiento era que su Señor había sido crucificado. Eso les produjo dolor, desconcierto, pérdida, desesperanza.

Antes, ellos “esperaban”, que el Profeta poderoso en obras y palabras les cumpliera sus expectativas, pero ahora “ya no esperan”. Jesús, en su comprensión, había sido grande. Muchos milagros y portentos le vieron realizar, pero todo se volvió cenizas.

Estos discípulos, en su modo humano de creer, son superados por la fe del ladrón en la cruz. Los de Emaús olvidaron al Maestro en la prueba de la cruz. El ladrón lo confesó, cuando pendía torturado en el leño de la cruz.

La cruz es escuela. En ella Jesús adoctrinó al ladrón. Cristo le restituyó la Esperanza, cuando todo parecía que llegaba al vacío del sinsentido. a veces en un grande dolor parece que la reacción natural es la depresión, el enfriamiento de nuestra fe hacia Dios, sentimos el ‘vacío de Dios’. Pero Dios no nos abandona. Él camina hombro a hombro con nosotros. Nos instruye. Nos enseña. Nos acompaña con su palabra tierna y regeneradora,

El Evangelio nos recuerda que la fe es un proceso, un diálogo con Jesús que se nos esconde a la mirada. No cuando reconocen a Jesús, en ‘el partir el Pan’ (en la Eucaristía), es entonces que su comprensión de la vida es otra, su sentimiento de tristeza es transformado por el de una genuina alegría, su cansancio y desilusión se vuelve un torbellino misionero.

¡FELIZ DOMINGO!