“Siento que mi vida no tiene sentido”; “Ya todo me da igual”; “Detesto mi vida”; “No quiero seguir viviendo”; “Sería más fácil morir”…

Algunas o todas estas frases pueden sonar familiares. Se escuchan en televisión, se leen en algún libro o escuchadas en una canción. Pero también cobran mayor sentido cuando destacan en algún “post” en las redes sociales, se oye en una conversación cercana o salen de la boca de algún amigo o familiar que abrió su corazón.

No obstante, en muchas ocasiones le restamos importancia a este tipo de expresiones o ni siquiera le prestamos la suficiente atención para percatarnos de situaciones reales que pueden ocurrir tan cerca como en el hogar, la escuela, la universidad, el trabajo o en el grupo de amistades.

Cerca de 234 personas decidieron acabar con su vida en el 2015, mientras que un total de 4,976 personas se han suicidado en los últimos 15 años. Las estadísticas del Instituto de Ciencias Forenses ubican al suicidio como la tercera causa de muerte violenta y una de las principales 15 causas de muerte en la Isla.

Este fenómeno no solo afecta a Puerto Rico. A nivel mundial, más de 800,000 personas se suicidan al año, lo que equivale a una persona cada 40 segundos, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), la cual designó el 10 de septiembre como el Día Mundial para la Prevención del Suicidio.

La doctora Yazdel Guzmán-Echevarría, psicóloga clínica de la División de Conductas Alto Riesgo y Angustia Emocional de VIVA Clinic, comparte algunos datos relevantes que debemos saber sobre este mal.

¿Por qué sucede?

“La conducta suicida se define como un continuo de comportamientos que van desde las ideas o deseos de muerte hasta las amenazas, gestos e intentos de terminar con la vida propia, y la muerte por suicidio. Se diferencian entre sí la idea suicida, la amenaza suicida, el intento suicida y el suicidio consumado”, explica la doctora.

Este no ocurre por ciertas causas específicas y puede acontecer en todas las generaciones, aunque los ancianos son la población que está en mayor riesgo.

Para que una persona llegue a esta decisión, que puede consumarse o no, intervienen factores psicológicos, sociales, culturales y ambientales que deben tomarse en consideración en cada caso y contexto.

“No hay una sola causa directa para el intento suicida o el suicidio consumado. Lo que podemos decir es que la probabilidad de un acto suicida aumenta si la persona está pasando por un evento que resulte agobiante y del cual no puede ver con claridad la salida”, dice la experta.

El desempleo, los problemas laborales o económicos, la muerte de un ser querido, el divorcio o ruptura de una relación sentimental, los problemas familiares, la enfermedad física grave y el envejecimiento son algunas situaciones que, si no se manejan correctamente, pueden llevar a la persona a decisiones que atenten contra su vida.

Del mismo modo, sentirse como víctimas o como una carga para otros, los sentimientos de culpa, vergüenza, rechazo y soledad también afectan a personas que pueden abrumarse en ciertas situaciones, por lo que el suicidio se convierte en una válvula de escape.

Los trastornos de salud mental pueden aumentar el riesgo de presentar comportamientos suicidas. Algunos de estos son:

– Trastorno bipolar

– Trastorno Limítrofe de la Personalidad (TPL)

– Depresión mayor

– Consumo de alcohol o drogas

– Trastornos alimenticios

– Esquizofrenia

– Intentos suicidas previos (predictor más fuerte)

– Historial familiar de suicidio

– Situaciones de vida estresantes

– Traumas emocionales

¿Cuáles son las señales de riesgo?

Un estado de ánimo deprimido, llanto frecuente, aislamiento, comportamiento pasivo y retraído, la pérdida de interés en actividades que antes disfrutaba, el insomnio y los sentimientos de culpa, desesperanza, inutilidad, fracaso y la pérdida de autoestima podrían indicar una mayor tendencia a incurrir en conductas suicidas.

Según la psicóloga, estas señales varían según la edad y el contexto de cada individuo. Además, los factores biológicos, culturales y de personalidad influyen en la toma de decisiones. Es por esto que las estadísticas indican que los hombres son los más que cometen suicidio, mientras que las mujeres son las más que lo intentan.

“Muchos expertos coinciden en que esto puede deberse a la utilización de métodos más violentos y letales por parte de los hombres. El hecho de que sean los varones quienes más consumen el suicidio, no necesariamente representa mayor intención o deseo de morir en comparación con las féminas”, señaló.

Por otro lado, la impulsividad “puede jugar un papel importante en la conducta suicida porque la impulsividad desinhibe el comportamiento y predispone a situaciones de alto riesgo”. Esta puede agravar las conductas si se combina con alcohol o uso de sustancias.

No obstante, es importante recalcar que no todo intento suicida o suicidio consumado ocurre de manera impulsiva. Muchos se han pensado y planificado por algún tiempo.

Otros factores de riesgo son:

– Cambios en el apetito

– Cambios evidentes en la personalidad

– Descuido de la apariencia física

– Bajo aprovechamiento académico

– Verbalizaciones acerca de querer morir o la posibilidad de suicidio

– Comportamiento agresivo

– Aumento en uso de alcohol y drogas

– Regalar o abandonar pertenencias favoritas; despedidas

– Tener un plan o ideas definidas de cómo quitarse la vida

¿Cuándo buscar ayuda?

Hablar del tema es crucial tanto para la persona que atraviesan un momento de crisis como para los familiares y amigos que observan algunas conductas de riesgo o están preocupados por el bienestar de algún allegado.

“Toda persona debe buscar ayuda tan pronto sienta angustia o sentimientos que le están dando trabajo manejar. Esto puede incluir preocupaciones por situaciones de vida, pero también síntomas de cualquier trastorno de salud mental que de no atenderse a tiempo puede escalar a las ideas suicidas”, destaca Guzmán Echevarría, quien señala que es importante entender que hablar de los problemas o sentimientos con una persona de confianza puede ayudar, pero no siempre es suficiente, por lo que es necesaria la intervención profesional.

Por su parte, los amigos y familiares también juegan un rol esencial. “Hay que tratar de identificar las señales lo más pronto posible. Siempre tome con seriedad cuando una persona amenace con quitarse la vida, preste atención y escúchelo, hable del asunto y permítale expresar sus sentimientos, hágale saber que desea ayudarle, no lo deje solo y busque ayuda profesional. No regañe, no juzgue, no rete los pensamientos de la persona, no lo tome a broma, no piense que por no hablar sobre el asunto, las ideas y pensamientos sobre el suicidio van a desaparecer”, explica la experta.

Es esencial que ante la duda o sospecha, se confronte directamente a la persona. Aunque algunos pueden resistirse a buscar ayuda o sentirse vulnerables ante los demás, preguntar cómo se siente ayudará a identificar las señales de riesgo para tomar acción inmediata.

¿Cuál es el rol de las redes sociales?

Aunque la tecnología se ha convertido en aliada para muchas tareas, también representa nuevos espacios para prácticas peligrosas entre adolescentes y jóvenes, entre estas destaca el llamado “cyberbullying”, acoso cibernético o ciberacoso.

Según Guzmán Echevarría, la etapa de la adolescencia se destaca porque muchas de las preocupaciones están en agradarles a otros, ya sea a amigos, familiares, o hasta parejas, además de la presión de desempeñarse bien en la escuela y la toma de decisiones para el futuro.

Es por eso que el ‘cyberbullying’ puede aumentar significativamente el estrés y el sufrimiento durante esta etapa, que puede extenderse a la etapa de la juventud.

“El ciberacoso es un acto de violencia que genera heridas fuertes en la autoestima de un adolescente. Imagínese la presión que puede llegar a sentir cuando se corre un chisme o comentario difamatorio de manera incontrolable a través de las redes sociales. Es tanta la angustia que puede sentir el joven, al punto que lo ve como una situación que no podrá soportar o algo que no puede resolverse. Es por eso que sin duda aumenta el riesgo de que surjan ideas suicidas con más probabilidad; el ciberacoso se convierte en lo que llamamos un estresor”, explica la psicóloga.

¿Qué debemos hacer como sociedad?

“El suicidio no discrimina en cuanto a grupos sociales, nivel económico, nivel educativo, creencias religiosas o políticas. Debemos comenzar a ver el suicidio como un problema social y de salud pública que nos compete a todos. Como ciudadanos es nuestra responsabilidad involucrarnos en la prevención, crear conciencia y entender que es una problemática que puede afectar a cualquier persona. Es tiempo de abandonar los tabúes y mitos que rodean al tema, y comenzar a hablar del suicidio”, indica la doctora.

Asimismo, es esencial que se reconozca el rol de la salud mental como parte integral del ser humano y estar al tanto de los asuntos que como sociedad nos aquejan, no tan solo físicamente, sino emocionalmente.

De esta forma, podrá verse el intento de suicidio como un periodo de angustia emocional, una crisis en la vida de alguien o una respuesta a distintos factores y no como una debilidad.

“Todos en algún momento de nuestras vidas necesitamos de la ayuda de otros, sea por la razón que sea, es parte de ser humanos y no tiene nada de malo”, destaca Guzmán Echevarría.

¿Cuáles son algunos factores de protección y prevención?

– Apoyo social y buenas relaciones interpersonales

– Reducir factores estresantes

– Relaciones familiares armoniosas

– Evitar consumo de sustancias adictivas

– Trabajar en desarrollo de una autoestima y autoimagen saludable

– Trabajar en el desarrollo de habilidades sociales adecuadas

– Desarrollar la capacidad de identificación y expresión de emociones y pensamientos dolorosos

– Destrezas para identificar cuando es preciso buscar ayuda

– Habilidad para emplear tiempo libre en actividades saludables

– Conocimiento necesario para identificar a tiempo las señales de necesidad de ayuda profesional

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