Por y para

Estoy seguro que las tres personas que me leen (sa­ludos mamá) se habrán dado cuenta de que siempre estoy alabando a México, que es tan importante para mí que lo convierto en eje central de mi existir. No obs­tante, parece que yo también caigo en la categoría del mañana lo hago. Puedo decir misa, pero a las palabras se las lleva el viento, de qué me sirve hablar bonito si no actúo para lograr un cambio.

Ya basta de quejarnos y de extender la mano a ver que nos dan. No señores, esto no es así. Yo no tengo que pedirle nada a México, al contrario, tengo que dar­le todo.

Pero como sé que cada cabeza es un mundo y que en ocasiones vuelo más alto que Ícaro, bajaré antes que el Sol derrita mis alas y me convertiré en el más mundano de los seres para dar mi opinión.

Nel, no puedo ni siquiera imaginarme cómo un tipo que primero piense en él y luego en los demás, pero como sé que hay gente así (gracias a todos los dioses, no convivo con muchos) les trataré de hablar desde esa perspectiva.

Aún siendo tan egoísta o “yoyo”, debo de pensar que si logro que mi país mejore y su gente aumente su ingreso per cápita, obviamente y por simple lógica matemática y estadística me va a tocar a mi también. Ahora que si lo que hago es echarme a rascarme el ombligo es de lo mas normal que empiece a envidiar a las demás personas por lo que tienen y les invente los peores chismes dejándolos por los suelos para que así pueda sentirme menos “pisoteado en mis derechos” y así me convierta en la máxima autoridad moral de este planeta.

Nuestra vida es un conjunto de instantes que defi­nen nuestra personalidad, a veces nuestras experien­cias son buenas, otras no tanto, a veces creemos en que la suerte o la ausencia de ella definen nuestro “destino escrito”. Sin embargo, lo que todos en algún momento hemos soñado es poder prolongar esta vida hasta el infinito.

Hoy puedo decirles el secreto de la vida eterna sin caer en la metafísica y sin que tengan que escribir un libro, tener un hijo o plantar un árbol, la vida eterna no es otra cosa que un recuerdo, un honorable recuer­do. Es cuando logramos algo extraordinario que toca varias vidas. En nuestra condición humana estamos destinados a conseguirlo de una forma u otra, pero nunca será tan valiosa como cuando lo hacemos por y para los demás y en especial cuando lo logramos por nuestro país.

Nuevamente les digo que ya basta de quejas, es hora de dar lo mejor de nosotros mismos en cada acción y en cada hecho, tenemos la ineludible obligación de darlo todo por México ya que nuestro país nos ha dado todo lo que tenemos.

Nunca hemos necesitado a nuestros políticos de cabecera para que nos soplen las respuestas o nos ayuden con nuestro trabajo; es más, creo que ni nos han pasado la sal a la hora de la comida. Nuestra vida no depende de quien gané las elecciones, si bien es cierto que en lo macro puede afectarnos, en lo micro nosotros somos quienes mandamos sobre nuestra vida y decidimos sobre ella. Somos muchos, imagi­nen que su trabajo tiene que servir para 100 millones de mexicanos… uff es un trabajo monumental. ¿La recompensa? 100 millones de mexicanos trabajando para ustedes. Trabajar y estudiar para los demás no es una carga es algo que realizamos todos los días y que nos dignifica como seres humanos. Solo nos fal­ta hacerlo de manera consciente y hacerlo bien, para los demás, por los demás, por mi hijo, para tu hija, por mi madre, para tu hermano, por el recuerdo de mi padre, para que me recuerden como buen padre.

Por ser Mexicano, para los Mexicanos.