El gobierno de Enrique Peña Nieto inicia su segundo año administrativo impulsando una reforma fiscal y un paquete hacendario que, de entrada, ya tiene molestos a todos: a los más pobres porque lo seguirán siendo y a los más ricos porque los seguirá esquilmando. De facto, el gobierno de la República violenta la primera norma básica de la ley: todos somos iguales ante ella, pero la rebate usando como excusa que no puede haber igualdad entre desiguales.

Sí, a ratos trabalenguas a rato galimatías, lo único que los mexicanos de hoy no tenemos es claridad: habrá más impuestos, pero hay menos trabajo; pagarán más los que generan los trabajos, pero la inseguridad los seguirá haciendo presa predilecta del hampa; los pobres no podrán salir de la pobreza y todo se encarecerá y los ricos pagarán más por producir la riqueza que el país necesita. Todos afectados.

El principal problema del país a ratos no parecen ser los empresarios, después de todo, invierten su lana para generar empleos y en el camino tienen que pagar mordidas, licencias, mordidas, inspecciones, mordidas…

El principal problema del país a ratos no parecen ser los pobres, después de todo, trabajan por salarios raquíticos, no pueden acceder al poder de compra más que bienes indispensables, si los despiden tienen que pelear y dar mordidas para que les den la razón aunque no la tengan y si la tienen apechugan porque el otro dio mordida más grande. Vivimos en el país de lo imposible, la tierra del nunca jamás.

Los maestros salen a la calle a gritar y a escandalizar porque los quieren obligar a evaluarse, a dejar la cátedra cuando no sepan, a entender que las plazas son públicas, no una conquista sindical que ha llevado a la debacle a la educación.

El gobierno, que usó a los maestros como carne de cañón, hoy olvida que Genaro Vázquez y Lucio Cabañas eran maestros que también lucharon por la desigualdad del país; lo mismo la Liga Comunista 23 de septiembre y el partido de los pobres. Eran los años 70’s. ¿De veras han cambiado las cosas?

Lo cierto es que el gobierno nos sale a decir que los que ganan más deben de pagar más para que nuestros políticos ganen más, para que nadie nos entregue cuentas, para que la opacidad sea absoluta y el enriquecimiento de la clase gobernante sea muy explicable: nos roban a diario.

¿Sabía ud. que hasta hoy las empresas maquiladoras instaladas en Campeche son propiedad de un pakistaní y tienen de sus socios a los dos gobernadores anteriores? ¿Sabía ud. que cada mes cobran millonarias rentas que se van a sus sociedades anónimas que encubren su fraude porque esas industrias nunca fueron entregadas al gobierno como parte de sus activos? ¿Sabe usted que ese fondo interminable de recursos sigue haciendo rico a los principales actores políticos y sus hijos? Sí, para eso se gastaron millones en construirlas, en equiparlas y luego rentarlas. Lo mismo que con el complejo de Champotón: un fideicomiso y un prestanombre encubre toda la operación mientras los españoles gozan la fortuna defraudada con aval del Congreso.

Y eso pasa en Campeche. ¿Se imagina ud. qué usufructúan los hijos de Echeverría, de López Portillo, De la Madrid, Salinas, Zedillo, Fox y Calderón? ¿Se imagina lo que usufructúan los 31 gobernadores de los últimos 100 años?

México ha alcanzado para mucho, por desgracia, para pocos y los de en medio seguimos viendo que unos pagamos impuestos y otros los evaden mientras que otros ni siquiera les alcanza para pagarlos. En México sale caro ser pobre, sale caro ser empresario, pero que maravilloso es ser político: edil, regidor, diputado, senador, gobernador, secretario o presidente: todos cortados, ellos sí, con la misma tijera: la de los privilegios.

México da para más. Hasta para la frustración de los que dicen que nada puede hacerse y menos cambiarse o los otros que solo decidieron luchar por lo de ellos, y los más que siguen creyendo que todo puede cambiarse mientras todo sigue igual.

Mal y de malas en el país del nunca pasa nada. Mal porque no somos iguales ante la ley; mal porque el gobierno no nos da el mismo derecho a todos; mal porque se los hemos permitido; mal porque les hemos permitido seguir siendo gobierno.

Lo único claro es que, para mí, para usted y para la gran mayoría, el gobierno está mal con todos, menos con ellos. Después de todo, ellos se tapan con la misma cobija, esa que sí alcanza, al menos para ellos. Y si no, pues nos jalará la nuestra, aunque esté remendada y sea muy corta. Pero el pueblo aguanta, ¿no?