Francisco López Vargas
Episodios
Francisco López Vargas
Analista político, conductor y productor en Telesur, y colaborador de EL EXPRESO desde su fundación. Estudió Comunicación en el Instituto de Ciencias Sociales de Mérida.
@elnegrito_63

¿Será?

Voces, Viernes 31 octubre, 2014 a las 9:28 am

El informe de la polémica gestión de Adriana Ortiz Lanz al frente de la Universidad Autónoma de Campeche tuvo un lamentable viso político. Y digo que lamentable porque hay quienes insistentemente hablan de ella como la candidata a la alcaldía de la ciudad capital cuando la rectora debería estar, al mil por ciento, dedicada a elevar la calidad educativa de la máxima casa de estudios.

La experiencia que tenemos los campechanos de lo que sucede cuando se usa a la universidad como un búnker político no sólo degrada a la casa de estudios sino al gobierno todo y lo lleva a las consideraciones de facción y de parcialidad que nunca deben anidar en una academia.

La Universidad Autónoma de Campeche puede presumir de todo, pero nunca podrá presumir de autonomía. Es claro, los consejeros universitarios se sienten más políticos que académicos y buena parte de ellos viven en la genuflexión total porque, al menos así lo ven, eso les ha dado el lugar que tienen, lo que sería lamentable.

La universidad como tal nunca debe ser un apéndice oficialista aunque en ello se haya convertido su sociedad de alumnos: una olla de grillos que sólo saben vestirse de rojo y verde sin dejar pasar a quien no se confiese priista, apostólico y militante.

En los tiempos que se viven en Campeche la universidad debe regirse como un ágora abierta a todas las ideologías, a todas las formas de pensamiento y al debate exhaustivo, permanente e inteligente que arrope a todas las disciplinas que ahí se imparten.

Los campechanos no debemos de olvidar cómo el gobierno gansteril de Antonio González Curi y su partido, encabezado en esos días por Edilberto Buenfil Montalvo, demostraron cómo los porros y los “politiquillos” son capaces de usarse y dejarse usar para escalar en la vida pública no por sus méritos sino por sus embestidas y golpes de pata. La sinrazón como única excusa para agredir a quien no permitió y no se dejó usar y manipular para favorecerlo.

Por ese recuerdo reciente, los campechanos debemos señalarle a la rectora cuál debe ser su camino: dirigir la universidad, llevarla por el amplio y extenso camino de la universalidad del pensamiento y la tolerancia absoluta a todas las visiones, a todos los criterios, a todas las manifestaciones.

Por eso, la exigencia para que las aspiraciones naturales, justificadas y hasta legítimas de la rectora no influyan en su conducta académica, no influyan por su militancia o simpatía política y menos como pago para hacer mérito y ganarse el afecto del poderoso para lograr ascender en una carrera política utilizando como moneda de cambio a la universidad.

No tengo, y no me consta que la rectora haya desviado su conducta del correcto desempeño que su obligación actual la fuerza y obliga, pero también es cierto y visible que su nombre empieza a ser usado en diferentes medios, sobre todo los allegados a su familia política, para enfilarla como posible aspirante a esa candidatura por el PRI.

La experiencia y la cercanía de los actos más detestables y aborrecibles cometidos contra la UAC a manos de un gobernador atrabiliario y miembros de su partido – incluido su presidente que usó a terceros para consumar el atropello-, además de policías vestidos de civil, no nos permite dejar de ver que uno de los protagonistas de esos hechos hoy aspira a gobernar la entidad.

Preocupa que los actos visibles -justificados entonces y hasta presumidos a pesar de su baja naturaleza- del pasado reciente, pudieran cometerse de nuevo contra quien o quienes se atrevan a exigir que la conducta de quienes hoy detentan distinguidos encargos y aspiren a gobernar la entidad sea impecable. El sólo pensar que esos actos pudieran repetirse bajo aquella injustificable premisa de que en amor y en política todo vale, sólo envilece el entorno y contamina una elección ya a la vuelta de la esquina.

Precisamente por lo anterior, la rectora Ortiz no sólo debe mantener su conducta impecable al frente de universidad sino también reforzar su labor para blindar a la máxima casa de estudios de cualquier intento de socavar su autonomía, de parcializar su actuación o de violentar su cotidianeidad.

De sus aspiraciones políticas, la rectora está en la frontera de decidir que desea: ser académica o candidata, porque las dos no se puede, no se debe, pero sobre todo, no sería digno del comportamiento de una dama, como ha demostrado serlo.

P.D.

Resignémonos, el órgano electoral local se queda y sus consejeros igual, ahora exijámosles que sean dignos y honestos, ni más ni menos. Para eso se les paga.