Efraín Abel Durán Reyes
eduran@multimedioscampeche.com
Es cuestión de fe. Pero los orígenes del culto al Cristo Negro de San Román son tan inciertos como válidas las leyendas y relatos literarios construidos alrededor del mito.
No es el único. La fe mexicana se ha cimentado en base a ellos: el mito guadalupano es el mejor ejemplo. Aunque existen varias versiones, es la del reconocido escritor Guillermo González Galera la que se ha convertido del dominio público.
Editado en 1984 por la Universidad Autónoma del Sudeste, el libro ‘Campeche a través de sus leyendas’ narra cómo el comerciante Juan Cano de Coca Gaitán adquiere, a pedimento de los pobladores de la ciudad, un Cristo Crucificado tallado en un puerto italiano y embarcado a la villa de Campeche desde el puerto de Alvarado, Veracruz.
En el trayecto, una fuerte tormenta estuvo a punto de hundir la nave pero un milagroso acto de materialización del Cristo, quien tomó el timón de la nave, evitó el naufragiio y hasta permitió su arribo en tan sólo 24 horas. A este relato se han agregado otros, tanto de la procedencia de la imagen como de milagros y prodigios concedidos por el santo.
Lo cierto es que sólo el cronista Diego López Cogolludo, fraile franciscano, incluyó en su ‘Historia de Yucatán’, escrita hacia 1688, el origen del culto que para ese entonces ya era tan popular como arraigado. Todos los demás historiadores y cronistas posteriores se han basado y añadido a lo documentado por el clérigo.
LA VERDADERA HISTORIA
Cuando Francisco de Montejo fundó la villa de San Francisco de Campeche en 1540, llegó con un grupo de indios aztecas que se estableció en las afueras del asentamiento español, hacia el Oeste.
Al caserío en ese entonces se le conocía como naboríos -por los indios naborios- y se dedicaban principalmente a la agricultura.
López Cogolludo afirma que hacia 1562 ó 1563 una plaga de langostas azotó severamente a la entonces villa, por lo que los pobladores, buscando divino auxilio contra aquella plaga, decidieron celebrar una fiesta al santo cuyo nombre saliese echando suertes: fue San Román Mártir.
El franciscano narra que en su honor se edificó en ese sector una pequeña iglesia, probablemente una ermita o una capilla abierta, “donde todos los años va procesión desde la parroquial el día de su festividad, y se canta misa con sermón de sus alabanzas”.
Sin embargo, al parecer, había culto sin imagen. Según la única fuente disponible que, cabe destacar, narrow los hechos más de un siglo después de sucedidos, fue hasta 1565 cuando los vecinos le encargaron a un comerciante, de nombre Juan Cano de Coca Gaitán, “que iba a la Nueva España, trajese para adorno de esta iglesia una hechura de un Santo Crucifijo”.
Y aquí comienza la parte del mito. Según el propio Cogolludo, le fue informado que desde la llegada de la imagen se manifestó con milagros y prodigios dignos de admirar, como su navegación desde Veracruz a Campeche “en sólo espacio de veinte y cuatro horas. Con esto, otras cosas, en aquel tan breve cuanto extraordinario viaje, se comenzó la devoción de esta santa imagen”.
Aunque no da razón de la tormenta, a punto del naufragio, y otras añadiduras literarias, sí refiere, sin embargo, milagros como la resucitación del propio Cano de Coca Gaitán luego de morir por una enfermedad, entre otras sanaciones milagrosas y ayuda a navegantes en peligro.
UN ORIGEN INCIERTO
La tradición refiere que la imagen del Cristo Negro, Señor de San Román, fue traído, vía Alvarado, Veracruz, desde el puerto de Civitaveccia, Italia, famoso por las esculturas y obras de arte religioso que exportaban a todo el mundo católico.
Sin embargo, no existe evidencia histórica de ello. Aunque sí, la imagen no fue tallada en México, pues hasta ese momento no se realizaban este tipo de esculturas en la entonces Nueva España, aunque ahí fue donde, según López Cogolludo, fue adquirida por el mercader campechano. Es muy probable que la talla se haya realizado en Europa, pero no es posible afirmar de dónde provino. Según el actual Cronista de la Ciudad de San Francisco de Campeche, José Manuel Alcocer Bernés, a principios del siglo XVI la devoción a los cristos negros era muy extendida en la Nueva España. De hecho, afirma, en la Península de Yucatán había cuatro iglesias con una imagen de este tipo, pero sólo se preserva la de San Román, Campeche, debido a que la devoción se fue perdiendo al paso del tiempo o a los incendios de Iglesias cometidos por los mayas durante la Guerra de Castas.
Debido al fervor de los católicos campechanos, la que comenzó siendo una ermita, capilla abierta o pequeña iglesia, fue ampliada paulatinamente hacia el siglo XVII hasta las dimensiones que actualmente tiene.
A inicios del siglo XX la iglesia aún conservaba en la entrada un portico techado a dos aguas con tejas francesas y estaba rodeada de un atrio, pero fueron derribados. Desde el año pasado se convirtió en Santuario del Cristo Negro de San Román.
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