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Wilmer Delgado Rojas
Fotos: Cortesía de C.O.P. INAH, SAS, Claudia Reyes y Helena Barba
Ofrendas a la muerte o a los dioses del inframundo, así como ritos de iniciación para niños y jóvenes que pasaban a la adultez, se llevaban a cabo al interior de la cueva de Chuiná, Champotón, donde la semana pasada expertos del INAH contabilizaron 50 vasijas mayas de diferentes tipos de cerámica, así como restos humanos y toda una escena ritualista en una caverna de 373 metros de ancho a 4 kilómetros de esa comunidad.
Al menos es una de las teorías consideradas por la arqueóloga Helena Barba Meneicke, directora de Arqueología Subacuática de la Península de Yucatán, con sede en el Centro INAH-Campeche, quien a su regreso de una expedición de 10 días reveló, en exclusiva para EL EXPRESO, detalles de los hallazgos durante su descenso al inframundo maya.
Aunque las exploraciones son apenas el inicio de todo un proceso de investigación, la experta aventura algunas teorías sobre lo encontrado en una oscura, húmeda y casi inaccesible caverna muy cerca del sitio que hasta hoy en día es el destino de peregrinación de fieles católicos de toda la región: la laguna de Chuiná, que rinde devoción a la Virgen Dolorosa.
Durante años, antropólogos, historiadores, etnógrafos, cronistas, han asociado las fiestas religiosas y paganas de la Virgen de Chuiná a una práctica que se pierde en el tiempo y cuyo origen es atribuido a los mayas prehispánicos. Sin embargo, nunca, además de la tradición, habían existido elementos fehacientes que arrojaran luz sobre este tradicional festejo.
Hoy ya las hay y son resultado de años de investigación de todo un equipo multidisciplinario encabezado por Barba Meneicke.
La arqueóloga dijo que en cueva de Chuiná encontró 50 vasijas cuya temporalidad aún está por determinarse, pero que son de prácticas rituales de los mayas prehispánicos.
“Lo más importante de que nos habla el sitio, es que en Chuiná desde la época prehispánica ya había ocupación y donde se le daba una importancia al asunto del inframundo”, refiere, al señalar que las cuevas eran consideradas, en la cosmovisión maya, como las entradas al inframundo o al lugar de los muertos.
“Pueden ser ritos de iniciación de niños o jóvenes que se hacen adultos; y puede ser ofrenda a la muerte, al inframundo o todos los dioses que viven ahí; ante las pestes o la sequía le pedían a sus dioses”, señaló.
Actualmente “la gente va a pedir a la virgen (de Chuiná) lo mismo que antes le pedían al señor del inframundo, o el asunto de las enfermedades, que van a pedir por su persona o familiar; puede ser por muchos rituales dentro de una misma cosmogonía y todas estas piezas de lo que hablan son de cuestiones de rituales”, dice.
Dijo que en la cueva, a lo largo de su extensión se hallaron vasijas, y la cerámica de que estaban hechas también era de variados colores, texturas y materiales, predominando el negro grafiado a lo largo de los túneles.
Y pintura rupestre en cueva de Hopelchén
El circuito por tres cavernas, sumergidas, semisecas y semihúmedas de Campeche y Yucatán abarcó un total de 10 días y, además de la de Chuiná, también incluyó la cueva de Uachabi o Miramar, en Bolonchén, Hopelchén, Campeche, así como el cenote de San Manuel, en Tizimín Yucatán. Todas ellas, y muchas otras, formarán parte del Atlas Arqueológico de Cuevas Inundadas de la Península de Yucatán.
En Uachabi, Helena Barba y su equipo hallaron una pintura que por sus características puede ser rupestre o de una época bastante temprana relacionada con la cultura maya.
Explicó que demuestra ser un sitio muy antiguo porque también se hallaron hogueras a lo largo del corredor donde estaban las pinturas y cerámica prehispánicas.
Refirió que esta cueva tiene un tiro de 12 metros por 563 de largo.
En tanto, en el cenote de San Manuel, Tizimín, se encontraron vasijas y esqueletos sumergidos que datan de la época preclásica.