Desde los inicios de la historia su papel en la sociedad fue la “ayuda idónea del hombre”. Por tanto, sus actividades estaban limitadas a las labores domésticas en el hogar, de criar a los hijos y de fomentar las buenas costumbres. Pero en el siglo pasado las mujeres revolucionaron su rol social, dejaron el seno familiar y se dedicaron al ámbito profesional.
Fue desde el periodo colonial y hasta el pasado siglo que las féminas no tuvieron otra función que no fueran las labores del hogar, en este sentido, la autora, Sara Sefchovich refiere que “las mujeres del siglo XIX vivieron completamente encerradas en las labores domésticas. Atender a la familia, ir a la iglesia. Su obligación más importante era ser madres, inculcadoras de la fe y cuidadoras de la virtud. No se preocupaban por aprender y su único afán era ser virtuosas”. (Sara Sefchovich, La suerte de la Consorte, 2013, pag.75).
Si esta tendencia era marcada en todo el país, Campeche no fue la excepción de ello y aunque desde 1821 el cabildo campechano ordenó la creación de escuelas de primeras letras cuyo método pedagógico fue muy similar a la forma de enseñanza de España, se a poyó más a la educación masculina que femenina. (José Manuel Alcocer Bernés, La escuela normal, 2013, pag. 4).
De hecho, años más tarde, durante los años del periodo histórico conocido como el Segundo Imperio, en 1864, la condesa Paula Kolonitz, perteneciente a la corte de la emperatriz francesa Carlota Amalia, refirió que “a las damas mexicanas jamás les vi un libro en las manos… su ignorancia es completa y no tienen idea de lo que son la historia y la geografía. Cuándo se les pregunta por un hecho histórico o por el nombre de un prócer ninguna sabía dar razón” (Paula Kolonitz, Un viaje a México en 1864, 1984, pag.123).
Tales afirmaciones sugieren que en Campeche al igual que en el país los senderos educativos estaban destinados a los varones y en el siglo XIX las mujeres seguían siendo consideradas como madres de familia.
HEROÍNAS DEL SABER
Pero las cosas fueron distintas a partir de 1875 cuando por iniciativa del Gobierno Federal se aperturó en esta ciudad la Escuela Normal de Profesores que abrió la oportunidad para que las mujeres pudieran cursar y egresar de una institución educativa.
En 1891 egresó la primera generación de la normal superior y entre ellas también se econtraban las primeras maestras, María del Rosario Rivas Hernández, quien obtuvo el título como profesora de Instrucción Primaria. Dos años después, hicieron lo mismo Florinda Batista Espínola, Carmen Rodríguez y Felicia Beraza.
Pero no sólo sería en la Normal de Profesores donde las mujeres se forjaron como inculcadoras del saber dentro de las aulas escolares, sino que también paralelamente en 1896, se decretó la apertura de una nueva profesión para las mujeres en el Instituto Campechano, el de Parteras.
Esta nueva formación educativa permitió que las damas campechanas adquirieran el papel de profesionistas de la medicina, ya no empírica sino ahora profesional.
De acuerdo a Alcocer Bernés las materias que estudiaban eran “anatomía de la pelvis, embarazo y embriologías, partos, clínica de partos, distocia, pequeñas operaciones tocológicas, higiene de los niños desde su nacimiento hasta la terminación de la lactancia. Su duración era de dos años” (José Manuel Alcocer Bernés, El Instituto Campechano, la emblemática institución de la educación superior, 2013, pag. 480).
Para el estudio de dicha profesión, señala Alcocer que se estableció una sala, en el Hospital Manuel Campos para facilitarles los servicios. Asimismo, para preparar a las novatas, en 1987 se trajeron de la Ciudad de México seis enfermeras que impartieron el saber a las damas campechanas.
Años después egresó la primera generación de “enfermeras-comadronas”, quienes fueron Isabel Pérez, Margarita Pérez, Matilde Pérez, Benigna Castillo y Filomena Mata. De inmediato, las nuevas profesionistas fueron contratadas para practicar su conocimiento en dicho nosocomio.
UNA CAMPECHANA EJEMPLAR
Pero sería hasta la segunda mitad del siglo pasado cuando una campechana pondría en alto a las mujeres.
La hoy entonces inmortalizada en la Rotonda de los Personajes Ilustres del país, María Lavalle Urbina, fue la primera en Campeche que logró obtener el grado de abogada, la primera electa para una curul en el Senado de la República y ahí la primera mujer presidenta de la misma Cámara. Asimismo, fue la primera en ser nombrada magistrada del Supremo Tribunal de Justicia del Distrito y Territorios Federales y la primera en obtener un reconocimiento por parte de la ONU.
Pero más allá de todas las gestas y pompas, Lavalle Urbina, emprendió una fuerte labor en favor de la enseñanza en Campeche. En 1945, cuando su entonces hermano, el ex gobernador, Eduardo Lavalle Urbina, dirigía las riendas del estado, la nombró como jefa de la oficina de coordinación y ejecución de la Campaña de Alfabetización Estatal.
Un rotativo de esa época, refiere la intensa labor que la licenciada María Lavalle. “Con el propósito de intensificar la campaña de educación en el estado, la señorita licenciada María Lavalle Urbina, efectuó una visita de supervisión a la zona chiclera de Hopelchén donde calificó el nivel de los educandos de la zona” (El Germinal, num.5, 16 de diciembre de 1945).
Finalmente, gracias a la preocupación de la mujer por educarse dejaron através de las páginas de la historia su legado como formadoras de la niñez en los esquemas de educación y también en el ámbito profesional.
Un ejemplo de su tenacidad lo tenemos en el Corso Infantil de la fiesta del Carnaval, que surgió como iniciativa de una profesora.
LUIS ANGEL RAMOS JUSTO
OFICINA DEL CRONISTA DE LA CIUDAD