¡Listo! Las campañas arrancaron formalmente. Durante tres meses tendremos en una avalancha mediática las propuestas, las ideas y las buenas intenciones de nuestros candidatos: “la madre de todas las batallas”, como dice un buen amigo mío.

No obstante, hasta el momento no hemos llegado al cómo se harán las propuestas y eso nos pone en la situación de buenas intenciones; algunas, no todas, caen en el imaginario popular como la panacea de todos los males, desde el repartir dinero a todos por el simple motivo de ser mexicanos hasta la idea de que por decreto la corrupción se acabará y pasando, por supuesto, por otras decenas de ideas que tocan fibras sensibles y de una plataforma que se sustenta en la necesidad.

Pero bien dice el dicho que prometer no empobrece, es dar lo que aniquila y, entre otras cosas tenemos una sociedad que está a la espera de que nos digan cómo van a resolver los problemas mientras que deberíamos, como ciudadanía (ojo que no es lo mismo que sociedad) estar pensando en cómo resolverlos nosotros para poder pedirle a nuestros futuros dirigentes qué hacer y cómo hacerlo.

En fin, no tiene caso el darle vueltas a esto, así como parece no tener caso el que tengamos situaciones que, por alguna razón, no están dentro de lo políticamente correcto o nadie se quiere aventar el tiro de pedirle a nuestros plurinominales que tengan mínimo una maestría y que generen un ensayo público de cómo su participación dentro del legislativo puede servirle a la nación, o por qué no está dentro de las plataformas electorales la legalización de las drogas para empezar a verlo como un problema de salud y no como un problema de seguridad, por qué tenemos tres sistemas de salud en lugar de uno que sea eficaz y eficiente, o ya puestos en esto y con la intención de darle lana a todos o garantizar la entrada a la universidad de todos y cada uno de nuestros jóvenes, quizá sería bueno el crear cinco grandes universidades públicas nacionales (además de la UNAM e IPN) con dormitorios y todas las facilidades para movilidad de los estudiantes hacia sus campus regionales: uno de ingenierías, otro de sociales, otro de ciencias naturales, otro de técnica y experimentación y uno más de artes, donde los alumnos convivan, donde se retroalimenten, donde se potencie cada una de las ideas de los estudiantes en un entorno de tiempo completo.

Estamos dentro de las primeras 15 economías mundiales y nuestro salario mínimo es, por decir lo menos, un asco, tanto, que nos tienen que prometer lana adicional ¿no sería más sencillo, aumentar al doble o al triple el salario mínimo y hacer deducible la nómina en lugar de repartirle billete a todos?

Quizá es hora de que dejemos de esperar a ver qué viene o quiénes vienen y empecemos con un simple: qué tengo que hacer.

En estas elecciones, el futuro es incierto, no en el sentido que quieren hacernos ver del brillante futuro o el terrible infierno, es incierto porque nuestra sociedad no termina de integrarse a la participación dentro de su política nacional, en la que nuestros servidores deben servir, nuestros funcionarios funcionar y nuestros políticos hacer política en el entendido de respeto, encuentro de puntos en común para el beneficio de la mayoría.

Ojalá en estas campañas se privilegie el respeto y la propuesta (la útil), donde entiendan los contendientes que no es desprestigiar al oponente sino aceptar que son diferentes puntos de vista en lo más importante que es… servir a México.