Raúl Sales Heredia

Hablemos de política, no, no de esa de partidos; hablemos de la Sra. de la tiendita de la esquina que conoce la vida y obra de todos los vecinos, que sabe que uno de ellos está pasando por una crisis económica difícil y que, sabiendo eso, le pide como si nada, que si puede enviarle a su hijo a auxiliarla en las vacaciones con las ventas, que le dice que no podrá pagarle mucho pero que, si no tiene inconveniente le pagaría el resto en especie. Su vecino siente un ligero respiro, quizá no todo esté tan mal, siente un agradable calorcillo al saber que no dejará solo a su hijo mientras busca un segundo empleo por las tardes, aunque sea temporal.

Hablemos de política, no, no de esa de descalificaciones entre candidatos, hablemos del chofer de microbús que acostumbra dar los buenos días a todo el que entra a su unidad y que, cuando ve que hay una dama de pie, no arranca sino que le pide amablemente a uno de los jóvenes que suelen tomar siempre su ruta que le ceda el asiento, ellos lo hacen por la amable petición pero no saben que el chofer, además, tiene una gran memoria y en la siguiente vez que se suba el joven, no le cobrará en agradecimiento a su caballerosidad.

Hablemos de política, no, no de esa en la que hasta militantes de un mismo partido se grillan, hablemos de los niños que jugando en el parque intercambian juguetes mientras los padres que los vigilan, intercambian anécdotas de sus retoños y que quizá, la próxima vez que se encuentren, continúen platicando mientras sus hijos fortalecen su amistad.

Hablemos de política, no, no de esa en la que una vez que se sientan en la silla se olvidan, hablemos de la ama de casa que con “las comadres” de la cuadra, sembraron diferentes productos en sus patios y que ahora, no sólo se intercambian entre ellas frutas y verduras sino que ponen un puesto conjunto a precio bajo para los de la colonia.

Hablemos de política, no, no de los que creen que por estar en ella son automáticamente superiores, sino del maestro que decide quedarse un poco más de tiempo al final de su jornada para brindarle a sus alumnos unos minutos de atención personalizada sabiendo que esos minutos elevarán increíblemente su potencial.

Hablemos de política, no, no de los que por estar en un puesto creen saber de todo, hablemos del policía, del soldado, del médico, del marino, del bombero y de cualquier otro que siente una profunda satisfacción de ayudar a su prójimo, que sabe que sus tiempos no son fijos, que arriesga la vida para que otros no tengan que hacerlo y que se sienten honrados de anteponer a su país por encima de todo.

Hablemos de política, no, no la de un círculo cerrado, hablemos de aquellos que conformamos una sociedad y que sabemos que ser ciudadano tiene implícito derechos y obligaciones, que sabemos que vivir entre otros, merece aceptar el compromiso de cuidarnos mutuamente, de mantener limpio los lugares que compartimos, de ayudarnos, de tratar de entender al de enfrente antes de emitir juicios o ponerles motes degradantes o burlones, de saber que hablar de política no es hablar de partidos o candidatos o militantes pero que también ellos son parte de la sociedad, de la ciudadanía, que son aquellos que elegimos para que fueran nuestra voz y nuestro actuar y que por lo mismo, se deben a nosotros y a nadie más.

Hablemos de política, de esa en la que lo que se busca, es encontrar el punto de acuerdo entre diferentes enfoques buscando el bien común, en la que sabemos que la economía no despuntará sino se trabaja en sinergia, que las crisis se resuelven con creatividad y no esperando que lluevan dádivas del cielo. Hablemos de política, esa en la que nos comportamos educadamente con todos, en la que buscaremos respetarnos a través del entendimiento y aceptación de nuestras diferencias.

Hablemos de política y hagámoslo con los que hacen de esa actividad su modus vivendi y pidámosle que recuerden que nos une nuestra humanidad y si queremos ponerle colores al asunto, antes que colores partidistas… Llevamos los de México.