México y Estados Unidos buscan sellar un nuevo acuerdo de seguridad y dejar atrás la llamada Iniciativa Mérida, un programa de cooperación que se remonta al final del mandato de George W. Bush y que en la práctica llevaba años estancado. El secretario de Estado Antony Blinken llega este viernes a México a la cabeza de una delegación que tratará un asunto capital para impulsar las relaciones bilaterales. Después de abordar un plan para favorecer la reactivación económica hace un mes en Washington, los Gobiernos de Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador exploran ahora la vía para actualizar su agenda común en materia de seguridad. El nuevo acuerdo, que con ocasión de los 200 años de la independencia de México ha sido bautizado como “Marco bicentenario para la seguridad, la salud pública y las comunidades seguras”, tiene, en esencia, el propósito de reducir la violencia a los dos lados de la frontera.

La visita de Blinken, que se reunirá con el presidente mexicano y el canciller, Marcelo Ebrard, culmina un ciclo de encuentros preparatorios, mantenidos en los últimos meses, en los que afloraron las prioridades de las dos Administraciones. El objetivo del diálogo, denominado “de alto nivel”, es avanzar en esas conversaciones sobre “la protección de los ciudadanos de EU, la prevención de los delitos transfronterizos, la persecución de organizaciones criminales y la promoción de los derechos humanos y del cumplimiento de la ley”, según un comunicado de la Casa Blanca. “Este diálogo llega en un momento en el que las amenazas del siglo XXI son cada vez más complejas y no entienden de fronteras”. Es la primera reunión de este tipo desde que Biden llegó a la presidencia de EE UU, el pasado enero, y se normalizó una situación embarrada por su antecesor, Donald Trump.

El Gobierno de López Obrador lleva meses tratando de enterrar la Iniciativa Mérida, que echó a andar en 2008 y que, pese a incluir unos fondos de 3.000 millones de dólares, fracasó o no resultó suficiente para sostener la estrategia de lucha contra el narcotráfico. México afronta una nueva crisis por el recrudecimiento de la guerra entre cárteles, especialmente en el norte del país, donde la semana pasada fue localizado un campamento con crematorios clandestinos entre Nuevo Laredo y Texas. A eso se añade que en los últimos años Trump nunca tuvo un plan de choque contra el crimen organizado y se centró en contener la migración. Por otro lado, la política de seguridad del mandatario mexicano se rige por un principio que él mismo llamó “abrazos, no balazos”, que cuestiona la prioridad que las Administraciones anteriores dieron a los operativos militares.

Ebrard aseguró esta semana que México busca que el entendimiento con Washington no sea “tan asimétrico” como hasta ahora. Su equipo llevó a la mesa de negociación previa 10 asuntos que incluyen la reducción de asesinatos, la asistencia jurídica, las extradiciones -que, afirmó, se dan a un ritmo distinto-. Pero, por encima de todo, busca lograr con la Administración de Biden un acuerdo sobre el control del tráfico de armamento. “No me mandes armas, por favor… Lo que queremos es que ya no vengan armas, no que vengan más. El 70% de las armas, como sabemos, provienen de allá”, insistió el secretario de Relaciones Exteriores. En línea con el proyecto político de López Obrador, el Gobierno busca, en definitiva, un marco de colaboración de respeto mutuo y sin injerencias, defienden en Cancillería.

Agencias.