En esta tierra las horas pasan a un ritmo distinto, las puestas de sol, nuestro mar, nuestra historia, esa brisa que llega de pronto refrescando un poco nuestro calor tropical. Esta tierra compuesta por hombres y mujeres valiosos que viven en el hoy pero que aman el ayer, donde todos tenemos parientes en común, donde al presentarnos, se relata buena parte de nuestra genealogía “es hijo de… primo de… hermano de…” y la luz ilumina los ojos de aquel que ahora siente un vínculo con nosotros y responde con un “soy amigo de… trabajé con tu… mi madre es amiga de…” y todo está bien.
Por eso y muchas otras cosas más, Campeche se mueve de manera diferente a otros lugares, en un equilibrio de amistades propias o heredadas, en las que siempre encuentras alguna mano tendida o alguien se detiene a ayudarte antes incluso de que pienses en pedir auxilio.

Cualquiera puede enamorarse de este estado, se presta a eso, personas que vinieron por trabajo aquí encontraron su hogar, otros que estuvimos en diferentes ciudades llevábamos un trozo de Campeche guardado en el corazón pues es ahí donde nuestro hogar reside. Campechanos que hacen frijol con puerco en el norte o en el centro, queso relleno en Europa, o pan de cazón, aunque no sea el cazón de su litoral. Llevamos a Campeche en la sangre, en la mente… en el alma y aunque seamos las personas más críticas con nosotros mismos, somos los primeros en defender nuestro terruño frente a los demás, así somos, así seguiremos.

Campeche no es una demarcación, es una forma de vivir, de vivirnos, es una pertenencia que solo en la distancia se entiende y podemos regresar años después y seguir donde nos quedamos, retomar amistades que la distancia puso en pausa y amores que aún brillan en minúsculos granos de sal nacidos en el mar.

Campeche es nuestro conjunto de instantes, nuestro recuerdo, nuestro sentido del deber y nuestro futuro en calma, casi tanto como nuestro mar, quienes aquí vivimos por un lado deseamos que todo siga igual pero, que a la vez, evolucione, queremos la modernidad pero sin perder la esencia y eso no siempre es posible pero, tampoco hay que preocuparnos mucho pues aquellos que se asientan en nuestra costa, empiezan a ver el mundo con calma, en una paz que solo esta tierra da, así poco a poco el foráneo se vuelve campechano y todo retoma su cauce habitual y no obstante, nuestros turistas deben de ser tratados acorde a la belleza de paraíso que visitan, nuestros locales debemos ser los mejores embajadores de aquello bueno que nos define y luchar contra aquello que sabemos que debemos mejorar pues una cosa es vivir con un tiempo distinto y otra, muy distinta no darle valor al tiempo de los demás.

En esta tierra eres por lo que eres y puedes convertirte en lo que deseas ser pues somos páginas en blanco en las que podemos escribir nuestros deseos que construiremos para que se cumplan.

Campeche es de todos y todos los que tenemos el privilegio de vivir en este pedazo de paraíso, debemos de hacer nuestra parte para que sea mejor, más justa, más en paz. Mi ser se entrelaza con el de ustedes, mis acciones repercuten en las suyas, los recuerdos de aquellos que ya no están, dirigen nuestros pasos y debemos de honrar a los que nos dejaron un camino a seguir y debemos abrir camino para los que nos sigan después pues podemos movernos a un ritmo diferente, más en calma, con mayor tranquilidad pero eso debe servirnos para reflexionar acerca de un estado que tiene el enorme potencial de convertirse en un modelo a seguir.

Por todos aquellos que estuvieron antes, por aquellos que están y por los que nos seguirán, debemos de sacar la mejor versión de nuestra campechanía y entregarnos a mejorar nuestro más fuerte vínculo pues, incluso si no nacimos aquí, de aquí proviene nuestra raíz, nos conocemos, estamos emparentados, somos hijos de, amigos de, primos de, hermanos de, pero, en lo profundo de nuestra humanidad, a pesar de todas nuestras diferencias, nuestra perfecta similitud no dice que… somos campechanos.