Raúl Sales Heredia

En ocasiones, inmerso en el bucólico paisaje de un mar inmóvil que se tiñe de colores cada ocaso, donde el calor nos encierra y el costo de la luz nos saca apenas vemos el movimiento de una palmera indicando que la brisa llegó, pareciera que no tenemos nada de qué preocuparnos, seguimos siendo una isla de tranquilidad en medio de una vorágine de violencia, nuestra población no es tan numerosa y nuestros atascos viales se reducen a 15 minutos o lo que la instalación de nuevos topes dure. Tampoco pasamos extrema hambre pues esparcidos por nuestro territorio sigue habiendo árboles frutales salvajes, el mar aún produce suficiente producto para que en un caso desesperado tiremos una línea para buscar alimento. Pero, en un estado que ha tenido una riqueza en cantidades impresionantes como maderas preciosas, palo de tinte, chicle,  henequén de refilón, camarón, petróleo y miel, es increíble que solo tengamos un ingreso per capita alto solo asentado en papel pero no dentro de nuestra cartera. No me voy a poner a juzgar, eso no me corresponde a mí, no tiraré culpas a diestra o siniestra pues para poder hacer un señalamiento involucrando a una persona se debe tener la evidencia que lo sustente, en caso contrario solo es mala fe, tinta de hígado o mentira a secas. Pero, en ocasiones me asombra que teniendo todas las ventajas, nuestro desarrollo esté en desventaja. Antes éramos uno de los estados más cultos, hoy, hoy solo queda el registro de esos tiempos de gloria, antes, antes, antes…

En ocasiones me siento a reflexionar con estas palabras aquí vertidas acerca de qué se podría hacer en nuestro mundo, en nuestro país, estado, municipio, colonia, casa y más frecuente que ocasional me dicen que soy utópico, absurdo, que sueño sueños guajiros, que aquellos que soñamos no cambiamos nada, es más, ni nuestros sueños. En ocasiones me deprimo al no ver luz al final del túnel, en un país que en momentos parece a la deriva y en otros, no toma lo que parece la ruta lógica, me deprime leer las acciones de lo peor que puede hacer un ser humano, de agresiones contra la familia, contra extraños, de matar por un objeto, por un deseo, por una palabra dicha con enojo, de promesas rotas, de corrupción, de impunidad.

Sí, me deprimo, me preocupo y no obstante, en esos grises momentos recuerdo el dicho de mi abuela repetido por mi madre… “No te preocupes… Ocúpate”.

Y como este espacio es de ustedes y de nadie más (ni siquiera mío), no es justo que lo ocupe en mis ondas raras y mi depresión y como cada vez que puedo propondré esperando que alguien, mejor que yo, lo mejore.

Parte importante de los problemas de seguridad, de cultura y desarrollo tiene que ver con el empleo bien remunerado o, para ser más exactos, la falta del mismo, egresamos de licenciatura sin empleo, personas que desertan de los estudios para buscar alimento, falta de empleo y necesidad de robar. Todo, absolutamente todo, se relaciona entre sí y si es el empleo el que falta lo lógico sería promoverlo pero, no hay espacios ¿entonces?

Rafael Castilla, empresario de pura cepa me dijo en una ocasión que los ambulantes podrían dejar la informalidad a través del registro de lo que venderán, el permiso para hacerlo y la promesa de tributar en un plazo máximo de un año, y el puesto deberá mostrar el permiso, su temporalidad y su producto en todo momento. La propuesta es de una sencillez que asombra. Ahora bien, yo le agregaría una materia a cualquier licenciatura para que en el tiempo en que la cursen deban crear y mantener una empresa, una que será asesorada por sus maestros, que podrá llevarse a cabo entre varios compañeros pero que no solo deberá relacionarse con sus estudios sino generar empleos y utilidades. Durante el tiempo de su carrera estarán exentas de impuestos pero con la obligación de presentar sus declaraciones y su correspondiente aval universitario. La idea sería hacerla crecer, mejorarla, proveer empleos además de garantizar el suyo si así lo decidieran y haberles permitido pagar parte de sus estudios. Como el mercado local quizá no sea suficiente para todos, tal vez opten por mercados internacionales o ser parte del grupo de investigación, estudios sociales y generación de patentes de la universidad.

Si logramos empleos suficientes lograremos que la mayoría tenga un plato de comida en la mesa, es decir, que al no tener que preocuparse por eso, pueda dedicarse a su mejora continua, a leer un libro, a pintar, a componer, a fomentar su cultura y así, fomentar el pensamiento creativo y crítico. Si logramos empleos bien remunerados ya no habrá necesidad de robar, nuestros niños no caerán en manos de la delincuencia organizada. Si logramos extender la mano para auxiliar al que tropezó y no para pedir estaremos en otro país, en uno donde el atole con el dedo sea solo una comida para niños pequeños sin dientes, donde el no me des, ponme donde hay sea usado como referencia para solución de problemas y el que no transa no avanza sea solo una tarjeta de “monopoly Tenochtitlán historic version” y signifique estar en el gran mercado en un trueque.

Sí, lo sé, pasé de la depresión a la utopía pero eso sucede cuando sueñas y no dejas de hacerlo y en ocasiones, soñar solo es el inicio, la dirección en el horizonte, el cambio de la tabla por el aprendizaje de nadar. En ocasiones hablar de un sueño no hace que se cumpla pero, tal vez, solo tal vez… Alguien sueñe contigo.