Raúl Sales Heredia

Empezaré declarando que soy católico, que creo en Dios y que eso es mío y de nadie más, también les diré que tengo amigos homosexuales, muchos de hecho, y su preferencia sexual no influye en lo absoluto en mi amistad.

Traigo esto a colación por la división que he presenciado en torno a la legalización de la unión entre parejas del mismo sexo y el tema de la adopción. Estos temas, como muchos otros en los que se involucran creencias, emociones, preferencias, son parte de esas pláticas en las que no importa qué digas o cuándo lo digas, siempre habrá alguien que no esté de acuerdo contigo, que piense que tus palabras son ofensivas, que aquello que dices no es más que una barrabasada más, e incluso, en ocasiones, hasta tus propias creencias serán mutuamente excluyentes. Por ejemplo, en mi caso, creo en la libertad de elección y sin embargo estoy férreamente en contra del aborto (este es otro tema que provocará conflicto, pero no es en el afán de disentir, es algo en lo que yo creo y ya) y en ese mutuamente excluyente en el que me dicen que si creo en la libertad de elección, por qué limito a la mujer que desea abortar y mi respuesta es que no lo hago, no puedo amarrarla e impedirlo, no estoy de acuerdo y si puedo convencer a alguien de no hacerlo, lo intentaré con todas mis fuerzas, pero seguirá siendo, al fin y al cabo, decisión suya aunque nadie pueda preguntarle al bebé (producto, gameto, células en formación o como quieran decirle… pero que terminará en bebé a pesar de los nombres con los que se refieran mientras está en el vientre).

Pero en el caso de las uniones gay, no me parece que sea algo por lo cual debamos de manifestarnos en contra, así como no nos deberíamos de preocupar de si la pareja heterosexual que se casa tiene historias previas o si son divorciados legalmente, pero no hay disolución vía Roma y, por consiguiente, están en pecado a pesar de que si hubieran seguido con sus parejas anteriores hubieran terminado en amargura, odio, violencia intrafamiliar o algo más grave.

Quizá no veamos normal pasear de la mano a dos mujeres o a dos hombres, quizá nos provoca incomodidad verlos besándose en público, quizá fuera igual con una pareja heterosexual en la que sabemos que ella estuvo casada con fulanito o él, que sabemos que tiene amantes o quizá no sabemos nada de ellos pero verlos besarse en público nos provoca rechazo. Quizá el ver a una mujer amamantar en público nos parezca obsceno (eso si se me hace une perfecta y absurda estupidez). Quizá al ver a una persona homosexual nos incomoda pensar que se nos va a tirar encima debido a que somos encantadores, irresistibles, atractivos hasta decir basta y como las personas del sexo opuesto nos acosan, creemos que las del mismo nos harán lo mismo (es sarcasmo, le tengo tanto temor a estar rodeado de homosexuales como lo estoy de estar rodeado de mujeres, como en todo, hay gustos y no brincarán sobre ti a la primera sonrisa, así que tranquilos, están perfectamente a salvo).

Pero si no tengo nada en contra de la unión de personas del mismo sexo, ¿debería tenerla en contra de la adopción? Yo creo que el tema de la adopción es un tema que hay que revisarse y no por la cuestión de que sea una pareja homosexual la que desea adoptar, creo que debe revisarse para ver si aquellos seres humanos que desean brindarle cariño, instrucción, cuidado, enseñar responsabilidad y valores (evitemos clasificar en términos de religión los valores universales) a otro ser humano, cuentan con la entereza emocional, la capacidad económica y el deseo de paternidad (“paternidad” engloba paternidad y maternidad y estoy en contra del uso de “los y las” como “lenguaje” incluyente) suficiente como para aventarse el tiro de formar un ser humano de bien.

Si creen que es porque el chavito al vivir en una familia homoparental adquirirá esa preferencia, no hay estudios que determinen eso y, por el contrario, hay muchos otros que determinan que un niño que no recibió atención puede generar resentimiento social, si creen que al chavito le harán bullying por tener dos padres o dos madres quizá, pero ahí no será culpa del chavito, será culpa de los padres heterosexuales que no les inculcaron respeto, tolerancia y amar a su prójimo como a uno mismo.

Y antes de que me quemen en leña verde, creo en que cada individuo es responsable de sí mismo y de sus actos ante la sociedad y no creo que mi plática con Dios sea de su incumbencia pero a Dios le agradezco mi creación, mi libre albedrío y no soy nadie para juzgarlo, por consiguiente, si hizo a unos heterosexuales y a otros homosexuales, sus razones tendrá y creo que Él estaría de acuerdo en que si hay niños a los que no se les está brindando un lugar al que pueda llamar hogar, hubieran personas que les dieran esa posibilidad y quizá antes que encerrarnos en nuestras diferencias, deberíamos preguntarnos ¿Qué preferirían los niños sin hogar?