Empiezo a escribir pensando, como siempre, en mi hijo. Ese maravilloso rapazuelo de 2.5 años que vino a enseñarme lo que es verdadero amor y a limar toda esa dureza de alma que creemos que necesitamos para sobrevivir en este mundo.
No obstante, cuando escribo del amor que siento por mi hijo, también me asalta el amor que siento por mi esposa, mi madre, mis hermanos, mi estado y mi país. El amor es tan grande que desborda y no se puede separar unos de otros, pues todos estamos interrelacionados.
Es decir, veo a mi hijo y lo primero que pienso es en protegerlo, mimarlo y cuidarlo (suelo hacerlo más de lo que debería) pero no puedo protegerlo eternamente, ni mimarlo, ni cuidarlo. Tengo que hacerlo independiente, justo, capaz entregado, honorable, responsable y lograr que sea feliz. Es decir, necesito que me vea vivir siguiendo mis principios y poner reglas claras, que me vea decir la verdad siempre, que observe como respeto a su madre, a sus abuelas, a sus tías, al vecino, al extraño.
Necesito que a sus cortos 2.5 años me vea siendo tan íntegro, honesto y responsable como deseo que él sea.
Necesito que mi hijo me vea confiar en la bondad humana para que él pueda confiar. Necesito que me vea exigir lo justo y dar con justicia. Necesito que me vea cumpliendo mi palabra o aguantando la tentación de darla sin saber si se puede cumplir.
Quiero que a sus 2.5 años me vea capaz de jugar y dejar mis preocupaciones laborales en la oficina. Quiero que entienda que el dinero es difícil de conseguir pero que no es la meta principal. A sus 2.5 años quiero que vea que puedo amar a su madre y que el amor es incondicional.
A mi hijo no puedo explicarle con palabras que es México, no puedo decirle que los límites que demarca su territorio es lo que nos “limita” como mexicanos. No puedo platicarle la emoción de ver tu bandera y escuchar tu himno. No puedo desmenuzarle en conceptos en que por mucho que me inspire y engrandezca ser mexicano, es más importante ser parte de la especie humana y que un hombre sin importar la nacionalidad que ostente es su hermano. No puedo explicárselo, necesita verlo, imitarme, hacerlo suyo y así comprenderlo.
Mi hijo, mi bello hijo, mi pedazo de alma, mi legado, mi responsabilidad, mi obligación, mi alabanza al amor de mis padres, mi gran anhelo, mi día a día, mi juego, mi seriedad, mi necesidad y mi entrega.
A ti bebé tengo que enseñarte que puedes ser un buen hombre, padre, hijo, profesionista, campechano, mexicano y sobre todo, ser humano. A ti hijo mío puedo hacer que comprendas que decir la verdad es siempre lo mejor, que puedes ser bueno, confiable, honorable, honesto, íntegro y que tu trabajo es por los demás, que tu palabra es lo que te define y te hace mejor.
A ti hijo mío debo agradecerte que para enseñarte e instruirte sólo puedo hacerlo con el ejemplo y con mis actitudes, con mis palabras y con mis actos. Que trataré de hacerlo lo más sencillo posible sin entrometerme en tu vida, que te aconsejaré intentando que comprendas y que cuando te ponga límites, lo haré para que ambos mejoremos.
A ti hijo mío puedo agradecerte que para que tú seas un buen hombre, yo tengo la enorme responsabilidad de serlo y agradecérselo a mis padres.
Gracias hijo mío por hacerme mejor ser humano.
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