
Este mes en particular es de un significado especial para muchos, en mi caso en particular, varios de mis seres más queridos cumplen años pero también y, ahora sí para todos, es el mes patrio, es el momento en que celebramos aquello que sin importar nuestras diferencias políticas, socioeconómicas, religiosas o de perspectiva… Nos une, nuestra tierra, nuestra patria, nuestro México.
Podemos ser todo lo críticos que queramos, podemos incluso llegar a ser pesimistas en nuestro futuro, pero hoy, aquí en este tiempo, tenemos un país que nos ha costado sangre, sudor y lágrimas, que no importa el lugar donde estemos, lo llevamos con nosotros. México no solo es un punto geográfico, es una idea, es aquello que aún sin darnos cuenta nos da sentido en mucho de lo que hacemos.
Ahora bien, este México que tan vehementemente celebramos en este mes, en el que ponemos banderas por todos lados, en que modificamos nuestros perfiles de redes sociales, en los que brindamos con tequila o mezcal mientras cantamos mariachis es un país que merece cada celebración que le hagamos pero la mejor forma de celebrarlo es entregarnos a su mejora día a día en el sentido de que, si a mí país le va bien, a nosotros nos irá mejor. No obstante, por obvio que parezca, nuestra sociedad está dividida y no me refiero a las regiones diferentes que no dividen sino que enriquecen nuestra cultura, no, me refiero a que dejamos que cuestiones de un ámbito se reflejen en otros que deberían de estar por encima. Por ejemplo, la diferencia en ideología política no debería dividirnos sino hacernos buscar un punto de acuerdo y lamentablemente, en nuestro país (al menos en este momento) no sucede, la ideología política llega a romper lazos tan profundos como los familiares o de amistad y nuestros políticos parecen no entender que los ataques que dirigen a sus oponentes intentando que con su caída ellos sobresalgan, lo único que generan es una desconfianza a todos en general. Nuestra división cada día se profundiza más y no ayuda que seamos un país con una riqueza increíble y la mitad de su población se encuentre en pobreza, que nuestros 628 legisladores signifiquen 1’141,250 salarios mínimos, que digan que nos representan y sea casi imposible comunicarse con ellos.
México merece nuestro amor y respeto y el amor como el respeto no importa cuantas veces se mencione en una frase, lo que importa es que se demuestre y se demuestra en cada acción que realizamos y se siente en cada acto que hacemos pensando en los demás, pensando en el futuro sin olvidar el pasado. No podemos sentarnos a esperar a que todo nos caiga del cielo, así como no nos sentamos a esperar a que nuestra independencia se diera, si dejamos que aquello que sentimos que está mal permanezca pues “así siempre ha sido” estamos siendo cómplices del error y culpables por el futuro de nuestros hijos. Quizá pensemos que nuestros actos individuales no cambian el gran panorama, que nuestras acciones no impactan en el devenir nacional pero no es así, cada uno de nosotros cuenta, en cada uno de nosotros está la responsabilidad de un mejor futuro y no, no necesitamos a un partido político o a un servidor público para ello, necesitamos sentir, saber y hacer sentir y saber que México está por encima de todos nuestros intereses propios con la convicción de que al ponerlo por arriba lo hacemos para contribuir a nuestra sociedad global.
Si hemos ganado este país a fuego y sangre, ahora es tiempo de hacerlo grande con acciones pensadas, coherentes, dirigidas hacia un futuro en el que la mayor división que se nos presente sea las operación es aritméticas que le enseñamos a nuestros niños en la escuela.
Amo a México pero decirlo no será suficiente si mis actos, mis actitudes, mis principios y valores no lo demuestran día a día.