Raúl Sales Heredia

Quizá nunca se realice el sueño guajiro que tengo de que el Centro Histórico sea totalmente peatonal y que cuatro tranvías gratuitos circulen por la 10 y la 12, y la 8 esté  llena de mesas de café, restaurantes, actores, músicos itinerantes, donde artistas presentarán sus pinturas y fotografías,  carretas de venta de artesanías,  bocadillos y bebidas regionales refrescantes.

Quizá no se realice por las complicaciones burocráticas y cuidados específicos que tiene que tener un Centro Histórico Patrimonio Cultural de la Humanidad. Sin embargo, desde hace unos años ya se realiza el Festival del Centro Histórico en la que ser gratuito es una de sus más grandes virtudes y que atrae a propios y extraños a la belleza que es el Centro Histórico de San Francisco de Campeche.

Imaginen por un momento que en el mes de diciembre se abrieran dos grandes estacionamientos el primero frente al Baluarte de Santiago el segundo frente al Baluarte de San Carlos y de ahí empezar una inmersión en cultura, arte y gastronomía.

Voy caminando de Guadalupe a San Martín, al llegar a la calle 10 escucho el tranvía y espero en la esquina a que bajen y en la segunda campanada de aviso me subo con mis hijos. El tranvía hace sus paradas en la calle 51, 53 y me bajo en la parada principal entre la 55 y 57 justo en el parque principal. Escuchamos desde ahí el concierto principal del día aunque no vamos a eso. Le doy la mano a mis dos mayores mientras cruzamos a la calle 8, ahí podré dejarlos un poco más sueltos pues aunque no hay vehículos, es donde más gente hay y no quiero terminar comprando un cuadro porque alguno de ellos tiró el caballete de la exposición. En el camino el mayor me saca una marquesita, un bollo de miel y el terremoto mediano me saca unos buñuelos pero no pasa nada, para eso vamos. Ambos comen viendo la obra interactiva que se presenta en el parque aunque cuando se acerca el arlequín, Francisco, el mediano, le frunce el ceño y mientras esconde sus buñuelos me tiende los brazos, Renatito ni caso hace, él está persiguiendo al que está disfrazado como pirata preguntándole si su espada es de verdad. El actor lo levanta y exclama “Botín tengo, un grumete para calafatear el buque pirata” mientras ríe feliz mi hijo. Sobre la calle 8 caminamos entre los mimos, músicos y turistas, me siento en una mesa de tablones de madera que dan un aspecto rústico pero que seguramente son de este nuevo material reciclado que aguanta a la intemperie, pido un café y dos malteadas que seguro se quedarán a la mitad y tendré que tomármelas yo, pero repito, no pasa nada, a eso vamos. Frente a mí un turista extiende el brazo al mesero para que use el lector de código de barras en su brazalate y cargarlo a la cuenta de hotel y escucho que pide un “Chaac” eso de ponerle nombres de dioses mayas a los cocteles fue un acierto. El “Chaac” es ron campechano, un toque de chaya, crema de coco y curacao azul, similar pero no lo lo mismo, yo hubiera pedido un “Kauil” que entre otras cosas lleva una rodaja de chile habanero pero, vengo en horario infantil.

Escucho que el concierto principal terminará en breve y será el inicio de las decenas de grupos repartidos por todo el Centro Histórico y a eso venimos, a escuchar a un grupo de jazz fusión y a disfrutar de un Festival de Centro Histórico que abarca todo el Centro, que celebra todo el Centro y que se disfruta por todo el Centro.