Raúl Sales Heredia

Entre los cientos de ideas que surgen en estos momentos de crisis binacional con los EE.UU. valdría la pena dejar de preocuparnos por lo que hacen nuestros vecinos, si bien la situación la provoca la nueva política proteccionista que proponen, nosotros deberíamos estar viendo hacia lo que podemos cambiar y no criticar la xenofobia, la prohibición de viaje, la intención de impedir que empresas estadounidenses salgan de su país, del muro. Esas desiciones son exclusivamente de su competencia y salvo la locura de querer que paguemos por su muro, en todo lo demás, tienen todo el derecho de hacerlo. Nosotros, por nuestro lado, deberíamos estar convirtiéndonos en un mejor país, en un mejor cliente, en un mejor productor, en la mejor oportunidad de inversión. Debemos dejar de ser reactivos para convertirnos en activos y sé que dirán que es imposible en nuestro amado México pero eso sería derrotarnos incluso antes de empezar.

Uno de los principales lastres de nuestro país es la corrupción, funcionarios y servidores que se enriquecen ilícitamente (que por cierto, ni siquiera es considerado delito grave) haciendo acciones que ni siquiera ven como malas, cobrarle a una persona por una cita con un personaje importante y si se da el negocio que le propondrá, pedirle un porcentaje para él, comprar con dinero público grandes cantidades de bienes y obtener una comisión exclusivamente para ellos por “cerrar el trato”, pedir dinero para “facilitar” trámites, ofertar una participación en un “negocio” donde uno se convertirá en proveedor y el otro, quien decide y firma se lo dará pues ya es también “su negocio” y claro, el uso de información privilegiada para hacerse de terrenos que subirán su plusvalía y la más común de todas, la mordida para evitar multas. La corrupción no es unidireccional, está tan arraigada en nuestra psique nacional que hasta normal (cuándo no lo es) lo vemos y si ellos no lo evitan, debemos evitarlo nosotros así nos lleven por un largo, muy largo camino lleno de piedras.

Esa corrupción, ese desvío de recursos, esa utilización de un dinero que es para beneficio de todos, aplicado a un beneficio de uno hace que nuestro país no sea ni eficaz, ni eficiente, que nuestro sistema educativo nacional luche en desventaja para poder elevar el nivel de alfabetización, para mejorar la lectura de comprensión y el razonamiento matemático y eso afectará en el nivel de cultura de nuestra gente, en su nivel de productividad, en su influencia en la mejora de su entorno inmediato y para que se pueda suplir esa carencia de activos mal, muy mal aplicados, el gobierno necesita obtenerlo de otra forma y eso son los impuestos que duelen y no por pagarlos sino porque no vemos la aplicación correcta de los mismos.

Disminuir el papeleo, el tiempo burocrático, hacer simples y comprensibles los difíciles entresijos y enredos de la ley fiscal (ojalá se pudiera llegar a una operación tan básica como la de [(x-y)(0.35)=Pago Imp] donde “x” sea lo que ganas, “y” lo que gastas por el 0.35 del impuesto y eso te de cuanto pagar y tomando en cuenta que para poder restarle lo que gastaríamos requeriríamos factura, se acotaría el comercio informal al aumentar la base gravable).

La transparencia absoluta de las licitaciones (para que hacerlo a sobre cerrado, pagar por las reglas, etc… sé que quizá se recibirían muchas más empresas y sería más tardado el análisis de las propuestas pero, al saber de antemano las reglas, las empresas interesadas entrarían con conocimiento de su capacidad para cumplirlo, al hacerlo abierto sabríamos quien y porque ganó y eso, solo eso, valdría el tiempo).

Estas ideas son apenas unas cuantas de las miles que pueden tener los ciudadanos para acabar con la corrupción, para eficientar el gasto público, para hacernos realmente independientes pero, lo triste es que no puedan hacerse escuchar pues nuestra representación está ocupada en las elecciones futuras y sus siguientes cargos, así que, como ciudadano responsable, uno con ideas, agarra a tu diputado, sí, a ese que fue a tu casa a decirte que haría por tu bien y llévale las tuyas para que las aplique, tomate una selfie con él/ella (les fascinan las selfies) y súbela a redes diciendo “Entregándole a mi diputado una idea para que mejore a sus distrito y al país, espero que haga bien el trabajo por el que le pago… muy bien”.

Ninguna sociedad cambia desde su gobierno. Toda sociedad cambia… desde la misma sociedad.