Raúl Sales Heredia

Quería escribir el día de hoy sobre el esfuerzo que se realiza para poder sacar una sonrisa a los niños mientras mantenemos la ilusión de la magia y la recompensa al buen comportamiento mientras celebramos los regalos de los Reyes de Oriente al niño Dios. Sí, quería escribir de magia, pero el 4 de enero del 2017 sufrí un espasmo al ver cómo las manifestaciones derivaron en saqueos y la magia que esperaba escribir se me quebró ante una cruda realidad.

No me voy a poner a determinar si hubieron infiltrados para generar pánico o fue un desahogo social ante la carencia e inconformidad ante el alza de la gasolina. No lo determinaré por no tener la certeza ni los elementos para atreverme a hacerlo. No obstante, lo que vi, lo que me dolió, lo que me preocupó fue ver cómo mi país sufrió una convulsión y eso habla de una terrible inconformidad, de una orfandad y de un enojo que no sabemos cómo solucionar o canalizar para una mejora de nuestra sociedad.

Sí, hoy quería escribir de magia y mi magia se acabó, mi país, de por sí fragmentado, dividido y alentado por colores partidistas, se enfrentó entre sí, se terminó de fracturar y en un lado los que justifican por el descontento y otros lo que condenan.

Esta es una de las ocasiones en que solo puedo permanecer cabizbajo y ver cómo la luz al final del túnel se apaga dejándome en la más absoluta negrura y es que ya no estoy preocupado por mí, yo no soy importante, yo no intereso, ahora, lo que me preocupa es aquellos que debo educar y crecer en este país, mis hijos que son mi principal motor en estos momentos me angustia el no saber en qué tipo de país vivirán, en qué tipo de planeta estarán, qué diablos estoy haciendo para cambiar o mejorar, qué diablos estoy haciendo para evitar que la confrontación escale, que se vaya al garete, que se vuelva anarquía y no se busque un objetivo.

Es quizá en estos momentos donde aquellos que son nuestros representantes dieran un paso al frente y dijeran: “aquí estamos, qué necesitan, qué quieren que hagamos” pero parece que ellos viven en un universo alterno, en una burbuja creada, alentada y cuidada, en una separación que empieza en su rito de iniciación partidista en el que olvidan que a quien se deben es a la ciudadanía y no al partido, que olvidan pensar libremente pues es necesario seguir líneas marcadas.

Quisiera pensar que esta situación nos abrirá los ojos y nos pondremos en una actitud de construcción, de acuerdos, de renovación, pero tantas veces lo he pensado y tantas me han decepcionado que me cues- ta creer que en esta ocasión será distinto… ojalá me equivoque y sí lo sea.

Así que, queridos Reyes Magos: Denle un poco de sentido común a quienes lo necesitan urgentemente y que son la voz de todos nosotros, denle un poco de empatía a quienes deciden la dirección que debemos de seguir, dennos paciencia y esperanza a la mayoría del país y ya que estoy en esto de pedirles, dejen que nuestra voz se escuche, se atienda y sea la que se escuche por encima de cualquier color, que se pueda construir para todos sin dividir en intereses de grupo, ideologías o intereses comerciales.

Mientras tanto, yo abrazaré a mis niños y les daré un pequeño regalo para que ellos vivan en una ilusión al menos en su infancia y sea solo yo, por el momento, el que derrame solitarias lágrimas por el lugar donde vivirán.