Raúl Sales Heredia

En este país donde tenemos contiendas electorales un año sí y el otro también, deberíamos ser capaces, como sociedad, de tener una participación más activa en las decisiones del buen gobierno y, no obstante, pareciera que nuestra participación se reduce exclusivamente a emitir nuestro voto y hasta ahí permiten que “nuestro deber cívico” llegue. Después de la elección, nuestros representantes se introducen en una burbuja partidista donde la única verdad proviene de sus bancadas y el resto es mentira o “mala fe”, donde las frases “estamos trabajando”, “se le está dando seguimiento” o “estamos analizándolo en comisiones” son usadas no en el sentido estricto sino como una forma de evadir la pregunta. Hablo de representantes pues son, en mayor o menor medida, los que deben de darle voz a los ciudadanos que representan, ellos al ser electos por el voto popular deberían anteponer a los ciudadanos antes que a sus partidos políticos, ahora bien, los plurinominales son otro cantar y ellos, aunque hablen de la ciudadanía, de lo que quiere o necesita la gente, en la práctica a quienes le deben su representación es en primer lugar a quien los propuso y en segundo a su partido.

Y así, mientras los ciudadanos pasamos a un segundo plano en el actuar político, nuestras opiniones son sin embargo tamizadas desde ese punto de vista, si por alguna razón, nos quejamos, o estamos “al servicio” de otro partido o no sabemos de lo que hablamos, si proponemos “estamos exhibiendo sus carencias” o “no entendemos el complicado engranaje de la política”. El caso es que, bien o mal, el ciudadano no puede participar activamente y por eso es que nos cuesta tanto vivir el concepto de ciudadanía donde todos somos miembros activos de un Estado, titulares de derechos políticos y sometido a sus leyes. Como ciudadanos tenemos la obligación de cuidar nuestro hogar, de buscar la mejora de nuestra sociedad, de vigilar el actuar de nuestros representantes y exigirles resultados, pero mientras solo seamos buscados para un día específico y una vez terminada nuestra participación no se nos vuelva a tomar en cuenta, será complicado que seamos parte activa.

En cada elección vemos cómo surgen promesas, como en el abrazo o en la mano extendida con la sonrisa presta, nos dicen que sí a todo y nos aseguran que ahora las cosas cambiarán, que ellos serán quienes prestarán oído a nuestra inconformidad y levantarán la voz por nosotros, que ellos son dechado de virtudes y rectitud, pero dentro de ese monólogo de virtud y rectitud sueltan venenosas palabras en contra de los oponentes y entonces se nos dificulta creer que el dechado de virtudes y rectitud pueda soltar palabras que sobajan y vituperan a otro ser.

Nuestra sociedad está dividida, no hay respeto o credibilidad por nuestras instituciones y no hay otra razón que promesas incumplidas, corrupción e impunidad y se sazona con una pérdida de poder adquisitivo del salario mínimo mientras aquellos que contrataste para servirte devengan un sueldo alto, con prestaciones surgidas de los sueños guajiros, donde los recesos que deberían ser usados para regresar a sus distritos para escuchar e informar de los avances de aquello que escucharon en campañas, son usados como vacaciones pagadas.

El país está en crisis, no una económica, de esa, aún no hemos salido nunca, no, estamos inmersos en una crisis de pertenencia, de participación, de solidaridad y cuando escucho a un representante decir que “la ciudadanía debe coadyuvar para… (Escriba lo que desee)” me pregunto cómo podemos hacerlo si limitan nuestra participación.

Vamos, ni todos los políticos son malos ni todos los ciudadanos están a la espera de que nos digan qué hacer y cómo hacerlo, pero en mi opinión (no solicitada) deberíamos trabajar de manera conjunta donde sea la ciudadanía la que plantee la plataforma (a través de las universidades, ONG’s, CNDH, IP y consultas vía internet) y los que quieran representarnos den las estrategias para alcanzarlo, sean serios a la hora de plantearlo, que armen un cronograma de aplicación, que transparenten al máximo su actuar y que en esa vocación de servicio al pueblo que dicen poseer, sepan que si no sirven, serán removidos, que si se atreven a usar para su beneficio un dinero que se les encargó para nuestra mejora social serán sancionados con un día de cárcel… Un día por cada uno de los habitantes.

Si queremos sacar al país del hueco en donde nos encontramos debemos trabajar todos juntos, pero trabajar juntos no significa ser considerados para el día de las elecciones y luego ser dejados de lado mientras se escudan en “fue la voluntad del pueblo” y para muestra están las letras doradas plasmadas en nuestro (NUESTRO) congreso “Vox legis, Vox populi” que se traduce en “La voz de la ley es la voz del pueblo”. Mientras no tomemos con seriedad nuestro papel como ciudadanos, nunca seremos tomados con seriedad.