Abel Efraín Durán Reyes
Una poderosa flota de corsarios holandeses atacó la ciudad de Lima, Perú. Era 1615. El pánico se apoderó de la población, la mayoría logró huir, otros se encerraron en sus casas o en las cuevas. Muchas mujeres y niños quedaron abandonados.
Armándose de valor, Rosa reunió a las mujeres que pudo en la Iglesia de Nuestra Señora del Rosario para orar por la salvación de la ciudad. Subió al altar, se cortó los vestidos y se remangó los hábitos de monja y se dispuso a la defensa del Cristo en el Sagrario.
Misteriosamente, el capitán de la flota neerlandesa falleció en su barco unos días después y ello supuso la retirada de sus naves, sin atacar el puerto.
Todo mundo atribuyó el milagro a Isabel Flores de Oliva, mejor conocida como Rosa, una mística terciaria dominica, cuyo milagro le valió ser canonizada por el papa Clemente X en 1671 como Santa Rosa, excelsa patrona de Lima, del Nuevo Mundo y las Filipinas, siendo el primer santo
del Continente Americano.
A esta santa se dedicó el primero de los ocho baluartes construidos en la ciudad de San Francisco de Campeche: el Baluarte de Santa Rosa, terminado en 1688. Era el tiempo en que el culto a esta santa causaba gran devoción entre los criollos de la Colonia, antes de extenderse el culto guadalupano.
Ese año, el encargado de la obra de la construcción del sistema defensivo de la ciudad, el ingeniero Jaime Frank, informaba al gobernador de Yucatán, Juan José de la Bárcena, que ya se encontraban de pie seis de las ocho cortinas de muralla que integrarían el octágono irregular del recinto amurallado. Mientras que delos ocho baluartes que defenderían dichas murallas, sólo uno estaba terminado: el de Santa Rosa, al que se le dotaría de 30 piezas de artillería.
El baluarte fue construido en una superficie total de mil 157 metros y se ubicaba al poniente del sisteme defensivo, muy cerca del Barrio de San Román. Sus caras midieron 31.54 metros y sus flancos 15.35 metros. Unos 277 metros lo separaban del Baluarte de San Carlos, aunque entre ambos baluartes se ubicó la Puerta de San Román, hoy inexistente por demolición.
El patio interior, que se denomina gola, está cerrado por un muro con una única puerta. A un lado comienza el desarrollo de una rampa, con elevada pendiente, sobre arcos, que conducen a la explanada superior. Ésta, lo mismo que los merlones y banquetas, era de sillería. Tenía montados, en 1766, once cañones de hierro fundido de calibre 24, 18, 12 y 10.
Contó con un cuarto para el Cuerpo de Guardia techado con vigas de madera; mientras que otros tres, cubiertos por bóvedas, sirvieron para almacenar la pólvora y las municiones. Aún puede verse el aljibe original en el patio, que servía para almacenar agua.