Este 2012 se cumplieron 100 años del fallecimiento de uno de los campechanos más ilustres: Jus­to Sierra Méndez. Libros, cere­monias cívicas, ofrendas florales, conferencias y, hace unos días, una estampilla postal, han sido sólo al­gunas de las actividades que se han impulsado para honrar la me­moria del ‘Maestro de América’.

Aunque en realidad, quien fue­ra escritor, periodista, poeta, polí­tico e historiador, es considerado por los campechanos como uno de los más importantes valores que le ha dado a México y al mun­do, don Justo pasó en su tierra na­tal sólo los primeros 13 años de su vida: a esta edad se trasladó pri­mero a Mérida, luego a Veracruz y más tarde al Distrito Federal. Lue­go de desarrollar una gran carrera en todas las disciplinas y activida­des antes mencionadas que huelga mencionar porque son harto cono­cidas, murió en España en 1912.

Sin embargo, fue en esos prime­ros años, en la casa, pero sobre to­do en el hogar que le vieron nacer, donde sin duda adquirió su voca­ción humanista y en donde forjó su carácter y su espíritu.

Justo Sierra Méndez nació en 1848 en la casa marcada con el nú­mero 2 de la calle Hidalgo (hoy 57) y calle de la Muralla (hoy 8), en el corazón del Centro Histórico, frente a la plaza más importante de la ciudad, frente a las sedes de los poderes políticos, económicos y religiosos. Hoy, el edificio alberga a un hotel, un restaurante y diver­sos negocios, frente al Baluarte de la Soledad.

Se desconoce la fecha exacta de su construcción, pero se remonta al siglo XIX. Dada la condición de su propietario, Santiago Méndez Ibarra (abuelo de don Justo), que gobernó en cuatro ocasiones al estado de Yucatán (que entonces incluía a Campeche) entre 1840 y 1857, la casona se edificó frente a la plaza principal.

Originalmente, la casa conta­ba con un jardín al frente y a la iz­quierda la galería de las casas con­sistoriales de las que sólo estaba separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada principal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por

 

separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defen­dida por el lienzo de muralla en­tre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.

Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, per­sonaje ilustre en la política y lite­ratura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.

Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblio­teca: archivos, obras inéditas, li­bros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (co­mo aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posterio­res no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la pos­tre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.

En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su ca­sa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la pobla­ción, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.

Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferen­tes usos a través del tiempo. Poste­riormente fue fragmentado y ven­dido a particulares.

Como lejana y casi impercepti­ble alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fa­chada pri

escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.

Según arquitectos del Departa­mento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.

El acceso principal se ubica­ba sobre la Calle 57, desde don­de se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por escaleras.

Una vez en el patio, un arco po­lilobulado permitía ingresar al pa­tio de servicio, más pequeño.

Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa su­frió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recu­bren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.

Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrum­pen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, cons­tituyendo una fachada típicamen­te campechana del área del recinto amurallado.

Aunque campechano de naci­miento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatis­ta emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciu­dad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.

Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciuda­des de residencia: Mérida, Vera­cruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, con­siderado el precursor de la novela histórica en México, había muer­to en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vi­vió aquí, donde hoy se le recuer­da como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.

Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poe­tas y literatos de su tiempo, co­mo Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbi­na, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.

Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Con­greso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por genera­ciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la edu­cación primaria. Una década des­pués propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.

Reconocida su valía por Fran­cisco I. Madero, pese a ser par­te del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Pleni­potenciario en España, donde murió en 1912.