Este 2012 se cumplieron 100 años del fallecimiento de uno de los campechanos más ilustres: Justo Sierra Méndez. Libros, ceremonias cívicas, ofrendas florales, conferencias y, hace unos días, una estampilla postal, han sido sólo algunas de las actividades que se han impulsado para honrar la memoria del ‘Maestro de América’.
Aunque en realidad, quien fuera escritor, periodista, poeta, político e historiador, es considerado por los campechanos como uno de los más importantes valores que le ha dado a México y al mundo, don Justo pasó en su tierra natal sólo los primeros 13 años de su vida: a esta edad se trasladó primero a Mérida, luego a Veracruz y más tarde al Distrito Federal. Luego de desarrollar una gran carrera en todas las disciplinas y actividades antes mencionadas que huelga mencionar porque son harto conocidas, murió en España en 1912.
Sin embargo, fue en esos primeros años, en la casa, pero sobre todo en el hogar que le vieron nacer, donde sin duda adquirió su vocación humanista y en donde forjó su carácter y su espíritu.
Justo Sierra Méndez nació en 1848 en la casa marcada con el número 2 de la calle Hidalgo (hoy 57) y calle de la Muralla (hoy 8), en el corazón del Centro Histórico, frente a la plaza más importante de la ciudad, frente a las sedes de los poderes políticos, económicos y religiosos. Hoy, el edificio alberga a un hotel, un restaurante y diversos negocios, frente al Baluarte de la Soledad.
Se desconoce la fecha exacta de su construcción, pero se remonta al siglo XIX. Dada la condición de su propietario, Santiago Méndez Ibarra (abuelo de don Justo), que gobernó en cuatro ocasiones al estado de Yucatán (que entonces incluía a Campeche) entre 1840 y 1857, la casona se edificó frente a la plaza principal.
Originalmente, la casa contaba con un jardín al frente y a la izquierda la galería de las casas consistoriales de las que sólo estaba separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada principal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por
separada por un estrecho callejón. Su flanco izquierdo estaba defendida por el lienzo de muralla entre Puerta de Mar y Baluarte de la Soledad.
Fue con semejante parentela -su abuelo, cuatro veces gobernador; su padre, Justo Sierra O’Reilly, personaje ilustre en la política y literatura yucateca- y en esta casona, en donde Justo Sierra Méndez vio la luz por primera vez.
Parte importante del edificio era, por obvias razones, su biblioteca: archivos, obras inéditas, libros antiguos de gran valía y hasta textos mayas prehispánicos (como aseguran algunos), además de una extensa obra literaria, eran los que hubiera legado a la posteridad si los acontecimientos posteriores no hubiesen acabado con ella en un gran incendio que, a la postre, obligó a la familia a emigrar y al imponente acervo a perderse para siempre.
En efecto, disputado el poder político con Miguel Barbachano, el abuelo de Sierra Méndez se vio obligado a llevarse a su familia a Mérida por los conflictos políticos relacionados con el movimiento campechano independentista del 7 de agosto de 1857, en que su casa fue asaltada, su familia amagada y obligados a abandonar la población, incluyendo la ignominiosa llamarada bibliográfica.
Luego de ello, el edificio sufrió diversos cambios y tuvo diferentes usos a través del tiempo. Posteriormente fue fragmentado y vendido a particulares.
Como lejana y casi imperceptible alusión al natalicio del ilustre campechano en ese edificio, hoy en día se puede apreciar en su fachada pri
escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.ncipal una placa alusiva y conmemorativa al nacimiento de Justo Sierra Méndez.
Según arquitectos del Departamento de Monumentos Históricos del Centro INAh-Campeche, en su fachada el edificio al que aludimos no es nada extraordinario respecto a la arquitectura predominante en la ciudad durante el siglo XIX.
El acceso principal se ubicaba sobre la Calle 57, desde donde se accedía a un zaguán que comunicaba al patio central por escaleras.
Una vez en el patio, un arco polilobulado permitía ingresar al patio de servicio, más pequeño.
Al ser transformado en hotel en 1939, el interior de la casa sufrió numerables alteraciones en sus paredes. El INAH asegura que es muy probable que, debajo de los ladrillos que hoy en día recubren todas las paredes, se hallen trazas de las puertas y ventanas originales.
Puertas y balcones se alternan hoy en la fachada, así como dos órdenes de pilastras que irrumpen verticalmente en los ritmos horizontales, y una cornisa, constituyendo una fachada típicamente campechana del área del recinto amurallado.
Aunque campechano de nacimiento, Santiago Méndez Ibarra se opuso al movimiento separatista emprendido por Pablo García y Montilla e incluso viajó a la Ciudad de México para obstaculizar la escisión del entonces estado de Yucatán, aunque no tuvo éxito.
Su nieto, Justo Sierra Méndez, lo acompañó luego en sus ciudades de residencia: Mérida, Veracruz y la capital del país, debido a que su padre, Sierra O’Reilly, considerado el precursor de la novela histórica en México, había muerto en 1861. Sólo los albores de su vida el ilustre campechano vivió aquí, donde hoy se le recuerda como uno de las más grandes aportaciones de la entidad a la cultura y educación de México y América Latina.
Pero fue precisamente en su estancia en la Ciudad de México donde Justo Sierra Méndez pudo acceder a una mejor educación y relacionarse con los mejores poetas y literatos de su tiempo, como Ignacio Manuel Altamirano, Guillermo Prieto, Luis G. Urbina, Manuel Acuña, Vicente Riva Palacio y otros.
Graduado de abogado en 1871, fue varias veces diputado al Congreso de la Unión y ahí propuso y fue aprobado el proyecto por el que sería recordado por generaciones y no sólo en México: le dio el carácter de obligatoria a la educación primaria. Una década después propuso la fundación de la Universidad Nacional de México, que no vería hecha realidad sino 30 años más tarde.
Reconocida su valía por Francisco I. Madero, pese a ser parte del gabinete de Porfirio Díaz, fue nombrado Ministro Plenipotenciario en España, donde murió en 1912.