
Cada vez que leo o escucho la propuesta de ley de que se permita la portación de armas en vehículos y negocios me provoca rechazo inmediato. La argumentación de que si “los malos” andan armados, también “los buenos” deben de estarlo, me parece, de entrada muy subjetiva ¿Quiénes son los malos? ¿Quiénes los buenos? pero más allá de esta clasificación lo que me preocupa es si nuestra sociedad está preparada para llevar un arma al cinto.
A lo que voy, si nos cuesta trabajo el no tirar basura en la calle, cederle el paso al peatón, pagar impuestos, ceder el asiento en el transporte público, no manejar en estado de ebriedad, no disminuir la velocidad en la lluvia para evitar mojar al transeúnte, no dar mochadas, no transarte la pluma de la oficina, robarse el internet del vecino, etc… Es decir, vivimos en uno de los países más corruptos y eso tiene que ver con el actuar ciudadano y no solo con la clase política; vivimos en un país donde “civismo” es solo una palabra que solo se usa en primaria; que si vemos perros y gatos callejeros, en lugar de apoyar campañas de esterilización, compramos veneno y lo tiramos para que dejen de hacer sus necesidades en nuestra puerta; un país que se queja de como nos llama Trump pero que con la misma facilidad sobaja a sus compatriotas; un país en que si le reclamas con educación a un conductor el que se te cerrara te recuerda a tu madre; una sociedad en que los cajones de estacionamiento pintados de azul con el dibujo de una silla de ruedas lo leemos como “reservado para mí”.
Somos una sociedad dolida, traicionada, resentida y sí, efectivamente, sumida en la violencia de narcotraficantes que pelean sangrientamente las rutas de abastecimiento para llegar al mercado más importante de consumo y en la que en lugar de escandalizarnos, hasta corridos de alabanza les hacemos mientras a nuestros policías, MP, soldados, jueces y marinos los llamamos de todo.
En una sociedad en la que más de la mitad de la población vive en la pobreza, en la que puedes pasar a lado de una mujer que está siendo golpeada por un hombre y no meterte porque “no es tu problema”, en la que aplaudimos por conveniencia y callamos por lo mismo… ¿Queremos ir armados?
En una casa donde no están los papás porque ambos trabajan y los pequeños niños están casi libres ¿Queremos dejar armas?
En un vehículo en el que llevan horas de tráfico, en el que están cansados y acalorados, en el que van pensando en una infinidad de problemas y en que por cansancio chocas y se baja un tipo que está igual de agobiado pero que aparte está enojado por vaya saber Dios que razón… ¿Quisiéramos ver quién desenfunda primero?
Pero supongamos que nada de lo que diga aquí los convence, digamos que sus razones son más contundentes que las mías y quieren que se apruebe ¿Cuál calibre requieren? ¿Cómo se limpia un arma? ¿Qué sucede si la pólvora se humedece? ¿Cómo está su puntería? ¿A qué parte de otro ser humano se debe apuntar? ¿Cual es el retroceso del arma? ¿Lo matas o lo invalidas? ¿Cómo saliste en tu revisión psicológica?
Para que se considere el portar armas debemos de considerar una infinidad de otros temas. Antes, cualquiera podía tener una espada pero para saberla usar necesitabas entrenarte en su uso, ejercitarte para ello, prepararte para ser capaz de ver a los ojos a quien te enfrentarías y matarías en caso de que tu habilidad fuera mayor que la del adversario. Hoy cualquiera puede oprimir un gatillo pero… ¿Y si no aciertas? ¿Y si el otro tiene un arma mayor? ¿Mejor puntería? ¿Menos escrúpulos?
Y ya que estamos en eso de querer ir armados, si tu hijo tiene un problema en la escuela ¿Con que arma lo vas a enviar a solucionar su problema?
¿Estamos listos como sociedad para resolver las cosas… arma en mano?