Si bien es cierto que la Reforma Educativa no llena por completo las expectativas que de ella se esperaban, no es menos cierto que las bases para llevar a cabo el rescate del sistema educativo mexicano, por fin han sido puestas.
Era preocupante que pese a la falta de resultados de calidad en el sector educativo, continuar las cómodas políticas de hacer como si nada pasara dejando a la Divina Providencia la bendición de un salvador milagro que compusiera los alarmantes índices de reprobación, deserción, bajas eficiencias terminales, falta de vinculación con el sector empresarial, oferta profesional obsoleta y en consecuencia la poca aceptación de sus egresados en el mercado laboral.
En cualquier sociedad, la educación es determinante para su transformación. Sus avances son imposibles cuando sus intenciones se fincan en bases endebles. Los resultados de tantos años de amargas experiencias cimbraron y pusieron en riesgo la continuidad del sistema educativo nacional, obligando a la toma de decisiones cuya intención fue responder con prontitud, contundencia y efectividad, a un desafío cuyos riesgos hicieron antes preferible, ignorarlo…. o minimizarlo.
El siglo XXI, con una modernidad donde el cambio es premisa de obligado cumplimiento, hace imposible ignorar la importancia de la educación. Ningún proyecto de Nación puede construirse cuando no solo se carece de la capacidad para atender la demanda de sus servicios educativos, sino más delicado aún, de lograr calidad en sus resultados.
Parecieran estas reflexiones, por la insistencia de muchos años de escucharse, ser repetitivas. ¿Pero, han servido de algo?… Hasta antes de la nueva Reforma que tantas turbulencias ha provocado, las respuestas para atender esa realidad tan grave eran marcadamente más de forma que de fondo.
Un universo educativo tan grande como el nuestro, con más de cerca de 30 millones de beneficiarios, en una geografía tan amplia de casi 2 millones de kilómetros cuadrados, no es tarea fácil. El costo de construir y mantener las escuelas necesarias, y los salarios de aproximadamente 1 millón y medio de maestros y personal administrativo, es una muy comprometida tarea del Estado Mexicano.
Es tan complejo el reto de la calidad educativa que sus resultados no pueden ser inmediatos, al contrario, aunque no guste, el proceso es obligatoriamente lento, a mediano y a largo plazo. Abatir estos tan pronunciados y dolorosos rezagos implica no solo de recursos económicos suficientes, sino también de una planeación y seguimiento sistemático.
Las insuficiencias que pudieran haberse observado en la revisión y evaluación de los programas, contenidos y metodologías anteriores a esta Reforma, debieron no solo ser producto de académicos de escritorio, por capaces y bien intencionados que fueran, sino también de reconocidos docentes cuyas valiosas experiencias en las aulas, su relación con los alumnos y padres de familia, les han permitido el conocimiento de una realidad a veces ignorada por las autoridades educativas.
La existencia de un nuevo Modelo Educativo y la proximidad de su aplicación, será sin duda un valioso referente para una más justa medición de este revolucionario proyecto para elevar la calidad de la educación, fundamentado en una mejor actualización y capacitación de los docentes. He ahí para muchos el mayor desafío.
La tecnología moderna, con todos sus adelantos, será un importante apoyo a esa labor a través de cursos diseñados para que el magisterio pueda tener mayores facilidades de aprovechar esa oferta.
Habría que no olvidar que una gran parte de los maestros, por sus edades, a pesar de hacer sus mejores esfuerzos por integrarse a una modernidad que a ello obliga, no tienen, competitivamente con los jóvenes, la agilidad suficiente para el manejo de esa tecnología, aun cuando si cuentan con los conocimientos. Difícil encrucijada.
En ese sentido se han escuchado interesantes opiniones respecto a cómo poder integrarlos a esos procesos de actualización y mejoramiento profesional, al que todos están obligados.
Podría considerarse la posibilidad de la implementación de cursos de actualización y capacitación, en todos los estados del país, con temáticas acordes a lo detectado en las evaluaciones realizadas. Serían sesiones de trabajo interesantes, ya que formarían parte de lo que verdaderamente hace falta. Habría de cuidarse mucho lo anterior. Insistir en dar a los maestros lo que se cree, y no lo que realmente reclaman, tiraría por la borda todo ese esfuerzo.
Cursos realmente necesarios; capacitadores con perfil profesional adecuado, con reconocimiento por sus experiencias laborales, garantizarían los resultados.
En esa labor sería valioso el apoyo de la Universidad Pedagógica Nacional y las Universidades Públicas. Tienen el personal capacitado para esa labor, y podrían en todo el país integrarse en un proyecto de capacitación y actualización a docentes, sumándose así a esa gran Cruzada Nacional en favor de la calidad educativa.
Aunque para muchos, las evaluaciones fueron molestas, habría que admitir su necesidad para un diagnóstico más profesional de lo que habría de hacerse. Fue apenas la primera parte de un proceso al que todavía falta camino por andar. Ahora toca el turno a la implantación de un nuevo Modelo Educativo y de la CAPACITACIÓN de los docentes que habrán de aplicarlo.
Creer en los maestros; respetar su esfuerzo de ser mejores en su tarea de formar más y mejores mexicanos, es merecedor de reconocimiento y apoyo. Conocimientos y valores son objetivo prioritario de la educación contemporánea. Nada fácil esto.
Ante la proximidad del día en que los mexicanos les refrendan cada año su admiración y respeto, anticipadamente les hago llegar a todos mis compañeros maestros, en activo, o jubilados, un saludo cordial.