Raúl Sales Heredia

Solo he bailado una vez en el Carnaval, tenía 6 años y participé en una comparsa de StarWars con el traje de Luke Skywalker (aunque dudo mucho que el cinturón de Luke tuviera canutillo dorado) y una pistola de luz que hacía sonidos de todo tipo (esa pistola era una maravilla), dentro del baile (Creo que fue en el Casino de Campeche) Darth Vader y Chewbacca se enfrentaban en patines en medio de la comparsa.

Este baile lo recuerdo a pesar de que fue hace 35 años (no, no me acuerdo de los pasos, ni de los reyes, ni nada por el estilo). En mi adolescencia, fui a cuidar toda la noche lugares a la Concha Acústica, solo cuidaba los lugares pues no quería ir a los eventos, pero la cuidada era genial, ya que estaban todos mis amigos y amigas ahí, era casi como una pijamada al aire libre con el permiso de papás; después fueron los ensayos cuando Giselle fue Reina del Carnaval pues también, al igual que la cuidada de lugares, estaban todos mis amigos y amigas en esa comparsa (aunque no bailé); una vez en el centro, nos subimos al Volchito convertible de Bebo y participamos en el Sábado de Bando con unas máscaras y echando relajo (aún podía participar el que quisiera sin tener que registrarse con semanas de anticipación); luego fui chambelán de Nelly y aún recuerdo el terrible nervio de estar de esmoquin frente a todos (aunque no hiciera nada excepto extender la mano y darle una vuelta por el escenario); y por fin, conocí el Carnaval en el foro (llevaba años haciéndose ahí pero nunca había ido) cuando María Daniela fue Reina Infantil y Renatito, mi hijo, fue paje.

Pero los recuerdos más gratos son ser niño y tirar junto con mi hermano Francisco globos llenos de agua a los incautos que pasaban por debajo de la terraza de la casa en que vivíamos en ese tiempo, o salir en una cama de una pick-up con trapos llenos de pintura o aceite quemado y entrar en batallas campales por toda la ciudad.

Nunca me gustó el estar entre tanta gente, nunca fui fan de los grupos o cantantes que traían, en estricto sentido no soy fan del Carnaval pero, lo disfrutaba. Ya no y no es porque me volviera un amarguetas, es simplemente que no se me antoja pagar por una silla incómoda en la que no veré bien, en el que será un relajo la entrada y la salida, en la que el tráfico vehicular será extremo y que, lo peor de todo, es que haré coraje porque la gente en lugar de aplaudir y gritar con gusto el tiempo, el esfuerzo y el dinero que se invierte entre diseñadores,  costureras, coreógrafos, escenografías, tramoyistas, iluminación y sonido para que un grupo de personas que en su mayoría no son bailarines profesionales les dé el máximo para buscar entretenerlos, la gente los criticará, los apurará para que terminen y puedan ver al artista invitado o, peor aún, sacarán toda su frustración acumulada (no importa si es porque ellos lo hacen mejor, o porque se veían mejor en sus tiempos o porque… póngale lo que guste).

El Carnaval es una tradición, una que podría ser atractivo turístico y lo pensamos para el mercado local y lo encerramos entre mallas; el carnaval es una fiesta del pueblo y, sin embargo, queremos producciones profesionales, originales, de calidad excelsa y no perdonamos ni el más mínimo error o los haremos picadillo y hablaremos hasta el cansancio de lo mal que estuvo o de la copia que se hizo, etc…

Un carnaval es una fiesta que se hace para relajarse, para divertirse, pues luego entraremos (se supone) en oración y meditación.

No, el carnaval no me gusta, pero siempre he reconocido, aplaudido y admirado a todos los que entregan tiempo, dinero, esfuerzo tratando de agradar a un público que antes participaba y se emocionaba, pero que de un tiempo para acá solo está pendiente de un error para criticar. Y ojalá fuéramos críticos en todo, pero objetivos, bienintencionados y propositivos.

Como siempre, en nuestras manos está hacer el mejor carnaval y que sea de Campeche para el mundo, pues cuando dicen que es una fiesta de todos, tienen razón, es de todos y todos seremos parte del fracaso o… del éxito.