Raúl Sales Heredia

¿Por qué tanta pasión en una elección si en las anteriores fue igual… y todo sigue igual?

La pregunta anterior surge de varias pláticas de café de esas en las que se componen el mundo y se opina de todo un poco, desde literatura, música, arte, política, fútbol, religión y por supuesto, el incierto futuro. En una de ellas opino que si queremos un futuro deberíamos empezar con lograr que nuestro Congreso sea en verdad un poder autónomo, representativo y entregado al bienestar y mejora social. En otra mesa, al fondo, veo a una mujer de un valor increíble que en algún momento dijo que lanzaría su candidatura independiente al Congreso local, pienso en ello y ojalá se anime.

En otra plática, tengo enfrente a un empresario reconocido, joven (es subjetivo si es cronológico pero el ímpetu es lo que lo mantiene en mi rango de juventud), aguerrido y  contestatario, en el tiempo de consumo de una taza de un delicioso brebaje oscuro, amargo y aromático me pone tres puntos sobre la mesa 1. Incentivos en disminución de impuestos a empresarios locales. 2. Registro de ambulantaje y un año de gracia para regularizar su situación hacendaria acabando con la informalidad. 3. Sinergia entre diferentes empresarios para creación de vivienda sustentable obteniendo no dádivas sino disminución de carga impositiva dependiendo del número de empleos generados. En tres puntos sentó las bases de una reactivación económica, generación de empleos, creación de infraestructura de atracción de inversiones y con empleo, disminución de inseguridad.

Otro día, en otro café, tengo a un grupo de damas, hablamos del calor, de la falta de árboles, de nuestro terrible despilfarro de recursos naturales, de la falta de  cultura de sustentabilidad, del monocultivo, de cómo el terrible calor que tenemos es consecuencia de la poca planeación a largo plazo y la imperiosa necesidad que parecen tener algunos de nuestros políticos por hacer cosas a corto plazo en una simulación en cuestiones rimbombantes antes de sentar las bases de un futuro en el que no podrán levantarse el cuello ellos ni recibirán el reconocimiento.

Otro café más, con mi editor (y amigo) en el que hablamos de las universidades, de la complejidad de supervivencia con el presupuesto asignado y como esto ejerce una presión inmensa en la autonomía de las mismas, entre esa plática se me ocurre proponer que el recurso podría ser manejado por la Anuies (Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior) y se repartiera entre número de alumnos, se dieran bonificaciones por la calidad de los programas de estudio, investigaciones, patentes generadas, resultados y otra parte se incluyera el análisis del crecimiento potencial de la población universitaria, un presupuesto donde se garantizara la autonomía absoluta y la mejora sustancial de nuestros estudiantes y caemos en lo mismo, si el Congreso fuera un poder representativo, vigilante, verdaderamente autónomo, eficaz y eficiente… no sería necesario.

En otras decenas de café, estoy solo, escribiendo, hablando con mi teclado, tratando de plasmar aquello que pienso y aunque no siempre sea del agrado de algunos, sigo creyendo que todo es perfectible y que a veces es preferible señalar un error a tiempo que un halago pronto sin sustento.

En esos cafés en solitario voy desde la preocupación que me provoca ver como siguen repitiendo esquemas obsoletos dentro de un sistema que debe evolucionar y la desidia y apatía de una sociedad en la que la mitad no lo hace intencionalmente sino que tiene otras prioridades como el saber que comerá hoy, hasta cuestiones como observar la belleza de los colores de la puesta de sol, alegrarme y agradecer la vida sabiendo que el futuro es lo que hagamos hoy y que tenemos oportunidades infinitas.

¿Qué hago en un café? Escucho, pienso, dialogo, escribo, reviso, propongo y escucho… Quizá no sea para muchos el impacto productivo y de mejora social que busco, que necesito, que anhelo pero, en los intercambios de ideas aprendo (y espero que los otros comensales también consideren, aunque sea un poco, un aprendizaje de mi parte), comprendo, rectifico (tengo errores como todos, pero no el peor de todos que es vivir en el error por soberbia) y escribo, primero porque me hace feliz y segundo porque sé que alguien quizá me lea y mejore mis argumentos para que seamos, dos, tres, cuatro, diez, mil… Los que aprendamos juntos, los que trabajemos juntos, los que nos sumemos a esta creencia de que vivimos un país maravilloso pero que nos necesita desesperadamente, que no requiere “patrioterismo” de dientes para fuera sino compromiso desde lo más profundo, para convertirnos en la mejor versión de nosotros y que con eso, tendremos la mejor versión de NUESTRO México.