Los nuevos políticos de Campeche y de México nunca habían dado mayor vigencia a la vieja máxima atribuida a Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno y ampliamente utilizada por Julio César, Napoleón, Maquiavelo y muchos otros: Dîvide et împera, o divide y vencerás.
El actual contexto político de la entidad lo deja ver con claridad en diversos aspectos de la vida pública: La (no) conformación de alianzas electorales, la desintegración de los más aguerridos enemigos políticos mediante las disensiones internas en partidos rivales, el bombardeo mediático a gobiernos locales emanados de banderas políticas ajenas, las estrategias pertinentes para la dispersión del voto que permita una mayor competitividad electoral a actores que de otro modo quedarían rezagados de los punteros y, obviamente, la cooptación y negociación con líderes partidistas para que sus decisiones favorezcan al grupo hegemónico, aunque hundan a sus propios partidos.
En los últimos días hemos presenciado los cabildeos para tender puentes entre institutos políticos para crear pactos electorales que les permitan captar una mayor votación, bajo el argumento de que actualmente “ningún partido gana solo”. Y tienen razón. La corrupción rampante, la ineficacia de las políticas públicas, la ineficiencia en la prestación de servicios y, en general, el dispendio de recursos públicos, el encarecimiento de la vida, así como el empeoramiento de la calidad de vida de las familias tienen, en la percepción social, a un responsable único: los partidos y sus políticos.
Por ello, en el marco del Dîvide et împera, a nadie puede extrañar que a tres días de vencer el plazo para el registro de alianzas y coaliciones de partidos, sólo la del PRI-PVEM-Panal haya logrado concretarse. Por ello también el probado éxito electoral de la alianza PAN-PRD-MOCI en otros estados se verá frustrada en Campeche y por ello la coalición de Morena-PT-PES no es tan sólida como pareciera y sólo podrá concretarse en una decisión de último minuto al vencimiento del plazo el próximo sábado.
Divide y vencerás significa ganar y mantener el poder mediante la ruptura en piezas de las concentraciones más grandes, que tienen individualmente menos energía. Es una estrategia para romper estructuras de poder amenazantes. Es decir, para obtener un mejor resultado, en primer lugar es necesario dividir al que se opone, fragmentar a los grupos, dinamitar las posibilidades de unión o entendimiento entre ellas, creando o alimentando disputas y controversias, debilitándolas, deteriorándolas, cooptándolas para poder controlarlas.
La idea no es nada nueva. Ya desde el tiempo de los romanos, bajo el imperio o la república, se utilizó para controlar el amplio territorio y dividir a los oponentes políticos y a los grupos étnicos conquistados mediante la fuerza.
Aquí, la frustrada alianza entre el PAN y PRD parece tener el sello de dîvide et împera. Pero no son los únicos ni es la primera vez. De hecho, la práctica ha sido aplicada, replicada y mejorada en Campeche desde que la oposición representó un poder real.
El entonces dirigente nacional del PRD hace apenas unos meses, Agustín Basave, reconoció que para recuperar la rentabilidad política de ese partido era necesario sacudir a las dirigencias estatales de la cooptación de los gobiernos locales, y entre ellas citó a Campeche.
La realidad, innegable, es que desde hace mucho la oposición en Campeche ha negociado con el poder público. El PRD de la familia Bagdadi, el PT de la pareja Gómez-Pérez, el Panal del SNTE y hasta el PAN de todos los grupos que han pasado, incluida obviamente Valladares Valle.
Apenas en la elección pasada, el PT y PRD postularon a candidatos no para competir sino para que sean cómodos al poder y dirigidos para restar votos a quienes representaban una amenaza; el PAN retiró el apoyo a su propio candidato y en compensación la actual dirigencia fue ‘palomeada’ y refrendada por el poder público.
La escaramuza entre Yolanda Valladares y Víctor Améndola, líderes del PAN y del PRD, respecto a la conformación de su alianza para las elecciones de julio próximo, parece más fingida que real y, de ser así, los confirmaría como instrumentos del poder y no como verdaderas opciones para los ciudadanos.
Améndola y el PRD saben que a toda negociación se llega con argumentos, con activos que te permitan obtener más, no con manotazos y exigencias irrisorias porque entonces todo mundo sabrá que lo único que buscas es frustrar la negociación porque eres parte de un poder superior que busca dividir para ganar.