El miedo es una emoción poderosa, es una útil forma de manipulación, es la forma de control más sencilla de aplicar, el miedo es paralizante y su propagación es la más simple y rápida de todas. La propagación del miedo puede ser directa o subrepticia, puede ser evidente o se puede dar en pláticas en voz baja que no solo avivan el mismo sino que lo esparcen cual brasas en terreno seco.
El discurso del miedo es utilizado desde tiempos inmemoriales cuando el orador acusa, señala y exacerba los errores anteriores, le incluye a su discurso una exaltación a su persona y a sus virtudes creando un culto a la personalidad donde se convertirá en el salvador. Sin él, todo será caos, con él, el panorama será límpido, puro y constructivo.
El discurso del miedo se repite hasta el cansancio dejando que penetre en la psique social hasta que se repite como certeza; la crítica hacia el autodenominado recipiente de la esperanza y la virtud se convierte en una herramienta de los contrarios para el ataque y de esta forma se desestima, se opaca, se acalla. El discurso del miedo se adereza con el discurso del odio, odio hacia unos, amor hacia otros y la división se realiza, se profundiza y va quemando puentes hasta dejar solo el funcional para el autodenominado… su persona.
En estos tiempos el discurso del miedo invade las redes sociales y si alguien opina en contra es abrumado por señalamientos, acusaciones, amenazas hasta que se silencia la contra, hasta que solo queda la “verdad a modo”.
El culto a la personalidad se aumenta, se rodea de un halo, se proclama que solo hay una persona capaz de acabar con todos los males habidos y por haber y el discurso del miedo y el odio muta al de la esperanza malentendida, al de regresar a la cima sin importar el camino que se ha de seguir.
Cuando sucede en un lugar como son los Estados Unidos deja de ser un asunto extranjero y local pues la influencia de este país abarca buena parte del mundo se quiera o no se quiera y en nuestro país es todavía más sensible pues el casi candidato republicano a la presidencia de los EE.UU. nos señala como la fuente de todos los males, somos para él, el elemento del discurso del miedo, somos el enemigo que habrá que subyugar. Dice Donald Trump que construirá un muro y que lo pagaremos nosotros, que acabará con la migración y que él, solucionará todo. La cuestión aquí no es lo que piense Donald Trump pues dentro de su discurso del miedo, en el caso de que sea presidente de los Estados Unidos tendrá que atemperarlo y bajarle dos rayitas a su racismo pues, la economía globalizada así se lo impondrá, el problema es que, hay muchos que piensan igual que él y que no se preocuparán por la economía, que sentirán que se les ha dado permiso de sacar sus demonios y que tienen acceso libre a la compra de armas, es decir, nos están poniendo en un escenario en que se les puede botar un tornillo y ponerse a “cazar” mexicanos sin que les importe si son “legales” o no.
Dentro de su discurso del miedo, Trump pintó una diana en nuestras frentes, azuzó el odio, marcó una división de raza basada en nacionalidad y exalta el culto a su persona. Él quizá modifique su postura con el tiempo, aquellos que lo siguen es poco probable que lo hagan y si el que podría convertirse en líder del país que se proclama protector de la libertad del mundo maneja un mensaje que dice “El movimiento de tomar nuestro país de regreso está fortaleciéndose” significa que su libertad será subjetiva dependiendo de tu raza, tu nacionalidad, tu religión y eso… Eso nunca será libertad.
Las palabras de Nemesio García Naranjo “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos” son, en estos momentos, peligrosamente ciertas.