Es verdad que más de uno de los candidatos ofrecieron cosas que se escuchaban bien, que se veían atractivas, pero seamos honestos: ¿alguno de nosotros se dio a la tarea de ver si eran posibles? No, creo que muy pocos hicimos ese ejercicio.
Hoy, como pocas elecciones, se votará más con el hígado que con el cerebro. La cartera y el bolsillo serán fundamentales para esa decisión, pero pocos estamos dispuestos a sacrificar algo del día a día por un mejor futuro. Bueno ni siquiera para ver si lo del valor del avión presidencial es cierto para darnos cuenta que, en verdad, es una mentira y que venderlo significaría perder la mitad de su valor, como sucede con los autos. En fin.
Nadie o muy pocos, creen que lo mal que estamos hoy no puede empeorar, no puede ser más grave. No tenemos idea de lo equivocado que podemos estar y del arrepentimiento que nos puede embargar, como lo hace hoy para todos los que saben que fueron responsables de la llegada del actual gobierno. Quizá sea necesario tocar fondo y desde ahí impulsarnos y aprender de ello.
La decepción de los doce años de la transición política del país se ha aunado a la decepción de un gobierno que, para recuperar la presidencia, nos vendió que estábamos mal y que ellos sí sabían gobernar. Nos mintieron y hoy, a pesar de la opinión de muchos, las cifras y los datos fríos nos dicen que estábamos mejor en el gobierno de Felipe Calderón y que no hubo sorpresas en el de Fox, aunque si desilusión.
Sin embargo, las cifras a pesar de que no mienten tampoco representan un valor para quienes no sólo no las conocen sino también para quienes las desestiman por el simple hecho de que sus simpatías estaban con quienes las lograron o están en otras personas.
Bueno, hasta un refrán hay del tema: “a los amigos justicia y gracia, a los que no el completo peso de la ley”, y es que la hermenéutica jurídica permite eso y más…
La realidad es que los mexicanos hoy no están siendo racionales con las propuestas de los candidatos. Quieren sangre, venganza, desquitarse porque no tienen éxito, no viven como desearían, no tienen el auto o la casa que merecen y vaya que se esfuerzan… Para todos la culpa es del gobierno, nunca de nadie más.
Todos aspiran a merecer ser gerente, director, nadie empleado, nadie chalán, nadie el que haga el trabajo, pero sí el que mande aunque no estudie, aunque no esté preparado, aunque…
Sin embargo, lo que no puede desdecirse ni justificarse es la corrupción ni la impunidad, menos cuando viene desde el propio gobierno y de quienes han defraudado la decisión soberana de la gente de darles la confianza, pero de todos los partidos, la cosa es pareja. Empero, el tema pareciera también ser de envidia: no me ha tocado, por eso combato la corrupción, por eso la detesto, pero eso cambia cuando tenemos la oportunidad.
Lo que no vale es que haya insultos, que haya debate es bienvenido, pero las groserías, las mentadas de madre porque alguien decidió diferente de mi, no vale.
Reflexionen los temas, las propuestas, las ofertas y no sólo entiéndalas sino pregunte si algo no está claro. Recuerde, los políticos hacen miles de ofertas en campaña y así será siempre y ellos no cambian. Cambiemos nosotros, seamos más inteligentes y dudemos de todo, analicemos, estudiémoslos y decidamos. Si no lo hacemos nos condenamos a tener los mismos resultados de siempre.