
¿Qué se puede decir de los detalles que van saliendo sobre los desvíos en la Secretaría de Salud? Únicamente que la investigación debe llegar hasta el fondo y que esperamos que caiga quien caiga.
No se trata de una revancha la exigencia a la autoridad de rendir cuentas claras. Se trata, a todas luces, de un acto de justicia para una entidad que ha expulsado multimillonarios sexenales que, además, ni siquiera invierten lo que se roban en Campeche para mejorar su desarrollo.
Grave lo de Salud, pero no pareciera ser el único caso. Los detalles que van saliendo a diario de la riqueza insultante de nuestros políticos tiene que ver con esa pasividad que los campechanos hemos demostrado por años sobre las cosas del gobierno.
A falta de imágenes superiores, los campechanos hemos llegado al exceso de aplaudirle al gobernador cuando llega a un baile o de no empezarlo mientras no haga su arribo.
Mal y de malas para una sociedad que se ha negado su obligación de ser vigilante y exigente en aras de ver qué le toca, qué le salpican en lugar de exigir que la inversión pública no se desvíe a inversión privada.
Los hoteles, restaurantes, franquicias y los negocios que han surgido al calor del erario aparecen y desaparecen en esa generación espontánea que permite la solvencia del dinero público usado sin medir riesgo, sin considerar ninguna precaución precisamente porque no duele dilapidarlo cuando no hay qué devolverlo ni sanción por tomarlo.
La pregunta que sigue en el caso de Miguel Duarte Reyes es si el latrocinio es suyo únicamente o, como se estila, compartió el robo con su compadre o su jefe. Valdría la pena saber si el desfalco en verdad incluyó al titular del primer periodo o del segundo del gobierno pasado porque las evidencias de lo acontecido en Ciudad del Carmen hacen pensar que hay más de un implicado.
El mal ejemplo cunde y queda claro que lo que sucedió en el gobierno anterior y las “costumbres” de los últimos 18 años de dejar deudas ocultas y pasivos escondidos se ha convertido en un lastre que esperemos no cargue el actual gobierno.
La complicidad institucionalizada entre el que llega y el que se va sólo puede terminarse si la sociedad se convierte en sólida al exigir resultados y rendición de cuentas, pero mientras haya cola para esperar que algo salpique o se comparta, Campeche seguirá sumido en esa posición que hoy fuerza a dudar sobre el futuro de quienes aquí vivimos.
Deseamos que el buen inicio del actual gobierno, el escrutinio que hemos visto se ha realizado siga hasta dejar claro cómo se recibió al gobierno saliente para poder entregar cuentas y dejar claro que el dinero es únicamente propiedad de quienes pagan sus impuestos.
Del sartén al fuego
Mal y de malas Ciudad del Carmen. Las confrontaciones políticas de las actuales autoridades están dejando a la sociedad en la débil posición de ver cómo su ayuntamiento, saqueado por el alcalde priista, no encuentra su camino con el presidente municipal panista.
Aterrados, los ciudadanos asistimos a la institucionalización de la reyerta política como obra de gobierno y al desvío de atención y partidización de una Comuna a la que le urge trabajo para la población.
Un alcalde joven que a ratos pareciera secuestrado por quien le financió la campaña y ahora se desempeña como un verdadero lastre no sólo para su crecimiento político sino también para la operación de su propio partido.
Lástima porque el primer edil carmelita tiene la juventud suficiente como para darle a la Comuna ese empuje que necesita para empezar a operar, pero lo que salta a la vista es que hay intereses ajenos a él y a su encomienda gobernando una isla a la que le urgen servicios y obras de gobierno.
Sería estúpido creer que el comité estatal del PAN no está interviniendo para zanjar el conflicto o, al menos, operando para desarticularlo toda vez que no sólo el alcalde está en deuda con la ciudadanía sino también el partido que lo postuló y los dirigentes que tomaron la decisión.
La antipolítica pareciera mandar en la Perla del Golfo y no se ve que haya cordura suficiente para gobernar con la coordinación política institucional que tanto se necesita, sobre todo en una ciudad sumida en el desempleo y la inseguridad.
Ojalá el alcalde reflexione y se quite el lastre que hoy no sólo no lo deja gobernar sino que lo hace ver mal ante una sociedad que espera –así lo creemos- mucho de él y de su gobierno.
Ojalá no sea otra decepción la que vivan los carmelitas en los próximos meses porque vaya que ya han tenido suficiente.