Vaya que ha generado polémica al respuesta que le dio el gobernador Alejandro Moreno Cárdenas a Andrés Manuel López Obrador, quien lo acusó de ser parte del fraude electoral.
Moreno es quizá el único político de primera línea que se atreve a responderle a López Obrador que va aprovechando cada silencio, cada agresión, cada error de la clase política.
Para algunos, la respuesta de Moreno puede ser un error pero también puede ser el gran acierto para lograr una presencia política que puede redituarle beneficio a él y a su gestión, sobre todo considerando la posibilidad real de que el PRI pudiera no ganar las elecciones de 2018. Me explico.
El 13 de julio de 2002 ya en la presidencia del entonces panista Vicente Fox, cuando la mayoría priista lideraba ese organismo, se conforma como una organización en la que también los perredistas se alían y se convierten en una ariete de presión al gobierno panista a la que poco a poco se integran los panistas hasta que hoy, en el gobierno priista de Peña Nieto, la oposición tiene 17 de los 32 lugares.
De perder la elección mexiquense, Coahulia y Nayarit la oposición tendrá 20 sitios contra 12 del PRI y así llegaría a disputar los comicios de julio 2018 donde los números volverán a cambiar de acuerdo con el resultado final de la elección presidencial y las estatales.
De aquí a esos días, la definición de quién le hará frente a López Obrador habría pasado a la dirigencia priista que, hay que decirlo, aunque ha tenido argumentos, la liquidación de la CFE y sus concesiones de taxis le han hecho mella a Ochoa Reza además de que se ha caricaturizado su imagen, restándole contundencia.
El panorama no vaticina un triunfo sólido del PRI y aunque para muchos ya fue derrotado a un año de los comicios, la realidad es que hay demasiados factores que considerar como para darlos muertos con tanta anticipación sobre todo que no hay otros candidatos ya definidos.
Moreno ha medido eso. Sabe que si cae en el error de quienes lo antecedieron en el cargo y no aprovecha la nueva coyuntura electoral, la situación de Campeche con un gobierno priista y una presidencia de oposición no tendrá la suerte que tuvo Hurtado u Ortega -al inicio de su gestión- cuando hubo carretadas de dinero, más por la recomendación de Juan Camilo Mouriño con Hurtado que con Ortega, ambos beneficiados de los altos precios del crudo. Hurtado nunca agradeció nada a Mouriño.
Moreno sabe que si quiere seguir con su vida política tiene que convertirse hoy en un protagonista activo, tratar de liderar en la Conago, tratar de influir con sus posturas y generar una posición de fuerza que le permita influir con quien sea el nuevo gobierno.
Lo que sabe no puede hacer es quedarse callado, quieto porque las épocas en las que su futuro político dependía exclusivamente del presidente priista han terminado o, al menos, se ven distantes según lo que dicen las encuestas presidenciales en estos días.
El gobernador Moreno es demasiado joven como para conformarse con que su vida pública termine con su gestión como gobernador. A diferencia de quienes lo antecedieron, si él no lucha por lograr más apoyos para la entidad, con un gobierno de oposición sería más complicado a menos que sea un actor político de relevancia.
De los ex gobernadores siguen activos Abelardo Carrillo Zavala en temas sindicales cetemistas y en el Infonavit; Jorge Salomón Azar, por su delegación política en Tabasco y su cercanía con la dirigencia actual, y Jorge Carlos Hurtado en su encargo en Semarnat. Sin embargo, sólo Azar está metido en la política partidista con participación activa mientras los demás tienen más reducido su espacio de activismo.
Moreno sabe que Campeche no subsiste sólo con sus participaciones federales por dos razones básicas: no tiene una recaudación que influya ni una población que signifique suficiente.
Sólo el tema del petróleo, ahora de manera marginal, representa un peso, pero hasta eso está en riesgo en los comicios de 2018.
Así, el escenario es quedarse callado y esperar o convertirse en actor político y esforzarse por tener una posición de privilegio en la siguiente elección presidencial, sobre todo ahora que López Obrador empieza a equivocarse, como lo ha hecho antes, y la desesperación le gana a más de un año de la elección en la que él dice que ya ganó.
La disyuntiva local no pareciera la pasividad del gobernador actual esa que, todos vimos, no dio resultados para los campechanos –quizá sí a esos gobernadores- y vaya que lo seguimos pagando.