El asunto de los ambulantes es un tema que no se puede evadir en estas campañas, bueno, no debería evadirse en ningún momento pero, aprovechando que en estos momentos están buscando las mejores propuestas, debería enfocarse el comercio ambulante desde todos sus factores.

El comercio ambulante ocasiona una afectación a los comercios establecidos pues mientras estos últimos están como contribuyentes cautivos, pagan nómina, luz, agua, renta y demás cuestiones, los ambulantes no tienen ninguno de estos gastos y, por consiguiente, pueden dar un precio menor. No obstante, todos estamos de acuerdo en que todo trabajo es honorable y cualquiera, por poco que se gane, es mejor que delinquir.

El tema es porque no se le permite a los ambulantes vender sus productos, unos dicen que por el por el nombramiento de Patrimonio Cultural de la Humanidad, otros que porque no cumplen la ley, unos más que por el aspecto. Cualquiera puede ser válida pero ahora, la pregunta que me hago yo ¿así se acabará el “problema”? (Lo entrecomillo porque pienso que genera mayores problemas el no tener trabajo).

Aprovechando este momento en que los candidatos están recorriendo casa por casa y hablando con la ciudadanía (que es algo que se debe hacer siempre y no sólo cuando se busca un cargo) podríamos llegar a soluciones viables (no, el ungüento de la Magdalena no es para esto), así que en lugar de verlo como algo a evitar, debemos (sí, todos nosotros) convertirlo en una fortaleza, en un atractivo turístico (si esa sigue siendo la idea para la ciudad), se pueden generar cadenas productivas para fortalecer al campo campechano, se puede usar a diseñadores locales y artesanos para darle valor agregado a los productos, podemos reconvertir los triciclos (a través de préstamos a largo plazo y sin interés) en pequeñas “joyas” de atractivo colonial (si hacemos carros de carnaval de maravilla ¿no podemos inventarnos una carreta o “aguador” simulado), podemos expedir permisos anuales (estoy seguro que deben existir) en los que se les permite vender en determinadas áreas en horario específico y aceptando verificaciones aleatorias de la calidad de los productos (obviamente con educación y con el afán de prevenir y mejorar la atención a los habitantes y visitantes de nuestra ciudad).

Seguro me contestarán que “Ajá ¿y tú nieve?” Me argumentarán mil cuestiones desde la imposibilidad de hacerlo, hasta el para que hacerlo, si “tenemos una cultura de la ilegalidad”. No obstante, no porque algo sea difícil es motivo de no hacerlo y créanme, cerrar los ojos a un “problema” no lo desaparece.

En este espacio he hablado de lograr que todo fuera deducible y las empresas no retuvieran impuestos (así buscaríamos los recibos que nos permitieran deducir impuestos de nuestros ingresos, ergo, menor cantidad de comercio informal); hemos hablado de cómo se podría utilizar una casona en el centro (de esas a las que ya se les derrumbó el techo) y hacer un mercado”ambulante” en su interior, con áreas para comer, chacharear, ver, es decir… Deambular.

Pero ideas pueden haber muchas, las mías son solo unas de las cientos que hay ahí afuera y, estoy absolutamente seguro que habrá otras mucho mejores, no obstante, lo complicado radica en que nuestras ideas se escuchen, que los que tienen que tomar decisiones por y para nosotros (y a los cuales les pagamos muy bien) las apliquen tomando en cuenta, como debe ser siempre, el bien de la mayoría.

El problema no es el ambulantaje, es el comercio informal, ahí radica todo el asunto pues así como hay modelos de negocio de ventas por catálogo, online, en mostrador, por teléfono, también las hay como las de “tamalitos, llegaron los tamalitos…” O las de “no va a querer aguacate, naranja, limón agrio”… La cuestión no es eliminar una fuente de empleo, es ordenarla, orientarla y generar (por mucho que me desagrade el abuso que le han dado a esta palabra) sinergia.

Porque Campeche es y será, a pesar de todo… La tierra del pregonero.