Raúl Sales Heredia

Cada inicio de año las esperanzas de que este sea mejor que el anterior aparecen. Los propósitos surgen de la baraja de siempre, nos prometemos que este año sí bajaremos de peso, dejaremos nuestros vicios, seremos mejores en todo sentido y quizá, si nuestra fuerza de voluntad es suficiente, lo haremos los 28 días que necesitamos para que se convierta en hábito.

En estas fechas también sufrimos una sobrecarga demagógica donde nuestros servidores y funcionarios nos desean lo mejor y nos dicen, en pocas palabras, que este año será infinitamente mejor que el anterior. Siempre se agradecen los buenos deseos y no obstante, a veces me pregunto qué tanto es verdad y qué tanto es seguir en su campaña permanente de agradar al ciudadano en un discurso que ya se desgastó por decir lo mismo cada año, desearnos lo mejor y seguir inmersos en lo de siempre.

Llevamos años viviendo con caretas que nos ponemos de acuerdo al lugar y la circunstancia, en una dualidad en la que sonríen por un lado y apuñalan por el otro, en la que debes de cuidar lo que dices, a quién le dices, cómo lo dices, como si tu opinión tuviera que ser acomodaticia, en la que aquello que piensas debes callarlo para no “ofender”, en la que debes de comprender tu “lugar” dentro de la escala social, en la que si por alguna razón llegas a decir aquello que piensas, puedes meterte en “problemas”. En fin, llevamos viviendo años en una autocensura que es gratificante para algunos pues lo ponen dentro de la categoría de “prudencia”.

Aquellos que escribimos tenemos la obligación de hacerlo para aquellos que nos leen y hacerlo responsablemente pero, evitando caer en esa peligrosa autocensura pues perderíamos todo el sentido del porque lo hacemos.

Algunos preferimos proponer antes que emitir la mordaz crítica y no obstante, ambas son igualmente válidas pues quien lee, debe tener a la mano tanto la crítica como la propuesta, el señalamiento como la alabanza y cada uno de los que emitimos una opinión, crítica, señalamiento o alabanza, debemos firmarla pues de eso se trata la libertad de expresión, en poder decir lo que pensamos y los que escribimos, debemos anteponer nuestro deber con el lector y deberemos hacerlo sin temor alguno ya que solo así, quien nos lee tendrá a la mano, nuestra faceta de la verdad y podrá contrastarla o emparejarla con otras, hasta que encuentre la suya.

No obstante, para que la libertad de expresión exista, debe de haber una integridad y honestidad del que escribe y una apertura del que lee, debe de haber transparencia en los medios pues solo así se garantiza lo que se emite y solo así se generará confianza en ambas partes.

Si se emite una crítica deberá ser constructiva; si se emite una opinión se debe plasmar así, como lo que uno piensa; si se va a atacar a una persona, más vale que sea con los elementos de prueba correspondientes y si se va halagar a otra, más vale que sea merecedor de ella y no por prebenda pues, por ética, no se debe escribir más que para que el lector pueda formarse una opinión veraz.

En este año que inicia, les deseo que su destino esté en sus manos, que el bienestar de sus familias esté en la unión de las mismas, que si no tienen empleo, hagan el suyo y puedan ofertarle a otros en igual condición, que sus noches sean tranquilas sabiendo que están haciendo lo mejor por su sociedad y por ende, por ustedes mismos. Les deseo que puedan hablar sin temor, exigir con derecho, amar sin restricción, ayudar por el placer de hacerlo y que sus propósitos sean medibles, cuantificables y les dejen una sensación de logro.

Yo, por mi parte, dentro de mis propósitos está seguir escribiendo por el tiempo que pueda o me dejen, para ustedes, por ustedes y brindándoles sin caretas, dobleces o intenciones ocultas, mi parte de la verdad para que ustedes, puedan formarse la suya. Muchas cosas estarán fuera de mis manos, pero esa nunca será negociable pues no es mía… es de ustedes.