JOSE SAHUI TRIAY

Campeche es sin duda una entidad con características merecedoras de especial atención. Joven relativamente, en cuanto a su conformación como estado, su anterior vinculación a Yucatán y su posterior apertura a corrientes migratorias de distintas partes del país, de Guatemala, así como la presencia de grupos menonitas, le han dado en sus distintas regiones significativos matices.

Se deriva de lo anterior una mosaical conformación étnica y cultural cuyos poliédricos y sin duda, enriquecedores efectos, han venido siendo analizados para cada vez más continuar implementando estrategias que refuercen esas muchas acciones que se han venido llevando a cabo para el fortalecimiento de esa identidad plural, rica, resultante de un ayer que tuvo como origen la excelsitud de la Cultura Maya, que se impactó con la presencia del conquistador español y se amalgamó en un mestizaje que tomando lo mejor de esas razas y culturas, dio origen a la Campechanía, espíritu vertebrador de esa forma de ser y actuar que distingue a sus hijos.

Todo pueblo debe siempre no olvidar sus orígenes y a quienes lo hicieron posible. La memoria histórica es parte fundamental en el devenir de toda sociedad. Quienes se olvidan de ella limitan sus horizontes; de ahí su importancia. Bueno sería, aprovechando el interés que a este respecto han demostrado las Secretarías de Educación, Cultura, así como el Archivo General del Gobierno del Estado, con su permanente campaña de sensibilización en favor de la Campechanía, en sus distintos ámbitos de acción, promover por su conducto la creación de Plazas Cívicas de Campechanos Distinguidos, así como de Salas donde estuvieran depositadas copias testimoniales de los Símbolos del Estado: Escudo, Himno, Constitución. Todo esto en cada una de las 11 cabeceras municipales.

Las Plazas Cívicas serían como “ escuelas vivas “ de la historia. Ahí estarían, en sus respectivas bases, los bustos de las y los campechanos cuya labor en favor de la tierra en que nacieron y sirvieron con decidida entrega, los hace merecedores de esa distinción. Placas que identifiquen la labor de cada uno permitirían a todos quienes visitaran estos espacios recipiendarios de la historia de Campeche, hacer más sólidos sus conocimientos respecto a ellos, y valorarlos  más justamente. Moch-Cohuó, Tomás Aznar Barbachano, Justo Sierra Méndez, Crescencio Rejón y Alcalá, Pablo García y Montilla, Román Piña Chan, María Lavalle Urbina, Jorge Carpizo MacGregor, Séptimio Pérez Palacios…son sin duda, entre otros muchos más, a quienes en justicia no deberíamos olvidar.

Junto a ese ayer esplendente podría tal vez conjuntarse la presencia más reciente pero también importante, de quienes en sus respectivos municipios de manera particular han destacado en la ciencia, el arte, la educación, la política, aportando en sus respectivos desempeños su mejor hacer.

Esas Plazas, depositarias de nuestra historia, serían recursos valiosos para sumarlas a ese programa de fortalecimiento a una conciencia solidaria y de orgullo, por esa Campechanía que no es tan solo sinónimo de actitudes edificantes merecedoras de respeto, sino más importante, una actitud de vida grabada en el corazón de todo campechano que se precie de ser adjetivado como tal.

Nuestro Calendario Cívico es rico en celebraciones, ¿ porque no hacerlas en esas Plazas donde la presencia de esos campechanos anime el espíritu e invite a la reflexión acerca de la aportación de estos a Campeche ?

De ahí la importancia de la educación como base angular de un Programa estatal de reencuentro con la historia de Campeche, desde sus orígenes, hasta el presente.

Maestros, alumnos, padres de familia de los distintos subsistemas educativos podrían participar en actividades diseñadas exprofeso, para juntos conocer más sistemáticamente toda la información que al respecto se tenga.

Conferencias, mesas redondas, foros, trabajos de investigación, obras de teatro, visitas guiadas que permitan posteriormente que los alumnos, en sus escuelas, redacten sus impresiones al respecto…

Seguramente la creatividad de los docentes permitiría ampliar todavía más el universo de oportunidades que podrían darse. Con esa base de conocimientos de esos aconteceres que forjaron paso a paso la historia de Campeche, todos, pero particularmente los jóvenes, debieran no tan solo conocerla sino valorarla en su justa dimensión.

La memoria histórica, habría que insistir, es base angular, soporte indispensable en el diario y difícil proceso de desarrollo de toda sociedad, de todo pueblo. Aprovechar esas muchas experiencias en el diseño del proyecto de futuro que se pretenda, para su mejor puesta en práctica, seguramente valdría la pena.