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El juez federal brasileño Sergio Moro (44) se ha hecho de fama mundial por su actuación en el caso que se conoce como Operación Lavo Jato, que está relacionado con hechos de corrupción en la empresa petrolera Petrobras, propiedad del gobierno de Brasil.

En marzo de 2014 se hace público que de esa paraestatal, a lo largo del gobierno del presidente Inácio Lula da Silva y del primer período de la presidenta Dilma Rousseff, se saquearon poco más de tres mil millones de dólares. En esa operación se involucraron cientos de políticos de todos los partidos, congresistas, gente del gobierno y también grandes empresarios.

Hace apenas tres años atrás, Brasil estaba sumido en la corrupción institucionalizada y la impunidad absoluta. Esa era  la práctica común para obtener contratos en el gobierno. Y los funcionarios y empresarios gozaban de una total impunidad. Los poderosos, dice Moro, en una entrevista exclusiva concedida a Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), podían transar a sus anchas, sin riesgo de castigo.

El juez Moro ha realizado las investigaciones que han puesto a la luz la corrupción en Petrobras a partir de la 13 Sala Criminal Federal en la ciudad de Curitiba. Hasta ahora producto de la misma se han apresado a 160 involucrados y hay órdenes de captura contra otros 500.

En versión de Moro “el enfrentamiento de la corrupción, inequívocamente, depende de agentes de la ley que puedan actuar de manera independiente y eficaz” y dice que “lo importante para un sistema nacional anticorrupción es garantizar la independencia de estos agentes, sean policías, fiscales o jueces y condiciones efectivas para que ellos puedan realizar su trabajo, como presupuesto y número de personal suficiente”.

En la entrevista plantea que lo primero para las personas que vive “en un país dominado por la corrupción es no perder la esperanza. No se deben perder las esperanzas y creer que la corrupción es un estado natural, que es algo inevitable, que no puede ser enfrentado. Con las acciones, las instituciones pueden reaccionar. Estos esquemas de corrupción no son una enfermedad natural”.

Y añade que “la corrupción siempre va a existir. Pero lo importante es que la impunidad no sea más la regla para ese tipo de criminalidad tan dañina a la economía, a las arcas públicas y la propia democracia. Cuando la impunidad de la corrupción era la regla en Brasil, eso también generaba un sentimiento de descrédito en la democracia”.

El sistema corrupto brasileño se vino abajo con la acción de un juez federal instalado en una ciudad media de ese país. Los instrumentos institucionales estaban ahí, pero nadie los había utilizado. La situación de México no es tan distinta a la de Brasil. La diferencia la hace un juez como Moro. ¿Dónde están los Moro de México? ¿Un fiscal a modo como el que quiere imponer el gobierno federal puede cumplir este papel?