Los ciudadanos mexicanos votamos el uno de julio por una persona que resuelva todos nuestro problemas. A los mexicanos pareciera que la transición, luego de vivir en la potestad de un partido único, sólo nos dejó una enseñanza: el presidente lo resuelve todo si nosotros le entregamos todo y así se hizo.

Es difícil entender que la sociedad esté harta de tratar de poner candados al poder político. Es como si cada elector hubiera decidido que es mejor dejar todo al criterio y a la disposición de un presidente porque, después de todo, para eso se le elige.
Lo más grave, desde el punto de vista del columnista, es que las consideradas como sociedades o personas de mayor educación, de mayor preparación fueron seducidas por su inteligencia emocional más que por su inteligencia racional y votaron para formar un bloque oficialista que no se veía desde la elección de Ernesto Zedillo.

El tema no es para menos, pero quizá tenga que ver con los últimos cuatro sexenios: Ernesto Zedillo llega como una esperanza luego de la violencia política que se da con el asesinato de Colosio, el levantamiento del Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y enfrenta la crisis económica del llamado error de diciembre de 1994.

Las cuentas económicas de Zedillo nos valieron reconocimientos. Del país de la devaluación y la crisis sobrevino el del Fobaproa y el rescate bancario para aminorar una crisis económica severa y, quizá por ello, su derrota electoral en 2000 aunque una victoria personal para Zedillo que hasta la fecha se le respeta como un hombre democrático.

La euforia del respeto al triunfo de Vicente Fox fue tan grande como su controvertida gestión que, para muchos, fue un desperdicio si no una pérdida de tiempo. Sin embargo, dejó clara dos cosas: Zedillo respetó los comicios y el IFE de esos días funcionó. Hasta hoy se celebra el gesto democrático del Ejecutivo como si nos lo hubiera concedido y no como lo que es: la obligación de un empleado de la sociedad investido como titular del Ejecutivo.

La salida de Fox ya empezaba a desanimar a los electores y precisamente por ello la victoria de Felipe Calderón sólo se pudo dar con un mínimo de .62 por ciento que enfrentó a una sociedad que nunca pudo acreditar un fraude pero que permitió la aparición de un “presidente legítimo” que hasta gabinete tuvo, pero que daño a la ciudad que antes había gobernado sin mayores contratiempos.

Según Ricardo Pascoe Pierce, Zedillo ordenó que se le dejara el camino libre a López Obrador para ser jefe de la capital del país a pesar de no tener residencia de cinco años acreditada en la Ciudad de México como pago a los favores que como presidente del PRD le otorgó.

Pascoe Pierce da como elementos de prueba la presencia de la ex ministra Olga Sánchez Cordero, propuesta por Zedillo para ser miembro de la Suprema Corte de Justicia, en el gabinete de López; Esteban Moctezuma Barragán, secretario de Gobernación y de Educación también con Zedillo.

Manuel Bartlett también está en el gabinete y el vínculo pareciera ser que el padre de Bartlett, ex gobernador de Puebla y ex secretario de Gobernación con Miguel de la Madrid y de Educación con Carlos Salinas, es hijo de Manuel Bartlett Bautista, ex gobernador de Tabasco y casado con la hija de Salvador Díaz Mirón, Isabel Díaz Castilla.

Sin embargo, el hartazgo social no le castigó esas presencias y a pesar de que hasta la hija de Patrocinio González Blanco Garrido Abreu, secretario de Gobernación con Carlos Salinas, y gobernador de Chiapas, Josefa González será la responsable del Medio Ambiente.

La sociedad mexicana votó y los 30 millones de votos que legitiman a López Obrador están emparejados con una contundente junto con cinco gubernaturas, 69 senadores, 310 diputados federales, 385 diputados locales y mayoría en 19 congresos de igual número de estados. Habrá 13 capitales estatales gobernadas por alcaldes de Morena, además 314 ayuntamientos de 1,596 que estuvieron en juego en los comicios, además de 11 alcaldías en la Ciudad de México.

López tendrá el control del Congreso en pleno, incluso para hacer cambios constitucionales avalado por más de la mitad de los Congresos estatales. Necesitaría 17 y ganó 19.

Sin embargo, la victoria democrática pareciera haberse despedido, al menos en un país que cansado de esperar sus resultados y decidió regresar al presidencialismo desoyendo las luchas de una sociedad civil que poco a poco lograba acotarlo, reducirlo involucrándose más en la consulta y validación de las propuestas.