ABEL EFRAÍN DURÁN REYES
EDURAN@MULTIMEDIOSCAMPECHE.COM
Campeche y Yucatán tienen más historia juntos que separados y más elementos que los unen que los que los separan. Mañana se festejan 150 años de la separación territorial entre ambos estados.
EL ORIGEN COMÚN
Hoy la conforman tres estados. Pero hasta hace 150 años, y desde hacía miles, la Península de Yucatán era una unidad, no sólo geográfica, también cultural, étnica, lingüística, política, económica y social.
La llegada de los españoles hace poco menos de 500 años, sólo vino a diversificar todos esos elementos que a lo largo de la colonización se fueron fundiendo con las viejas costumbres y tradiciones mayas, lo que dio pie a la conformación del hombre peninsular.
Si bien para esa época el máximo esplendor de la civilización maya había pasado siglos atrás y la Península estaba dividida en numerosos señoríos, el ‘descubrimiento’ de esta región por parte de los aventureros españoles en 1517 vino a romper un equilibrio milenario que se tradujo en la fundación de los asentamientos españoles más importantes en la Península: Campeche en 1540 y Mérida en 1542.
Durante casi 300 años hubo entre las dos ciudades una relación simbiótica, asociativa, pacífica y colateral. La primera era punto de entrada de hombres, ideas y mercancías; la segunda, sede de los poderes públicos.
Pero los que parecían unos lazos perennes e inquebrantables, demostraron cuan superficiales tan luego y como se vieron emancipados del poder y de la rectoría colonial.
INICIA LA RIVALIDAD
Durante los tres siglos coloniales, la Gobernación y Capitanía General de Yucatán -que incluía los actuales estados de Yucatán, Campeche, Quintana Roo y Tabasco- dependía directamente de la Corona española, no de los virreyes de la Nueva España.
Por ello, cuando en 1810 el cura Hidalgo inició el movimiento de Independencia de la Nueva España, Yucatán se mantuvo a la expectativa y no participó directamente. Sólo fue hasta pocos días antes de la consumación del movimiento independentista de México cuando el gobierno yucateco y el Ayuntamiento de Campeche proclamaron también su emancipación, en 1821.
Pero para esa época ya se habían dado las primeras disensiones internas. El espacio de autonomía surgido a raíz de la abdicación del rey Fernando VII y la promulgación de la Constitución de Cádiz de 1812 originaron desencuentros y francos enfrentamientos entre las autoridades y habitantes principales de Mérida y de Campeche por cuestiones políticas, económicas o administrativas.
Una de las mayores afrentas, y que dio pie a innumerables problemas posteriores, fue la creación, en 1811, del Puerto de Santa María de Sisal, más cercano a la capital y de mayor altura, lo que le restaba importancia al Puerto de Campeche con las consecuentes afectaciones económicas y comerciales.
Además, a inicios del siglo XIX habían llegado nuevas doctrinas políticas y económicas que conformaron bandos liberales y conservadores. Campeche no siempre fue liberal, ni en Mérida se eternizaron los conservadores. Más bien ambas ciudades transitaron de uno a otro bando dependiendo de los postulados e intereses económicos y comerciales del momento.
Es cierto que Campeche abrazó con mayor ahínco la bandera liberal, pero cuando el conservadurismo le dio ventajas comerciales no le costó trabajo militar en el grupo contrario. Al fin y al cabo, el comercio era la base de la economía campechana y la doctrina política suficientemente buena era aquella que le garantizaba su supervivencia. Mérida, por su parte, más dependiente de la producción agropecuaria de sus ricas y cuantiosas haciendas, tenía asegurada su exportación vía Sisal, por lo que perseguía sus propios intereses.
Estos motivos, sobre todo, fueron el fondo de diversos enfrentamientos entre Mérida y Campeche a lo largo de la primera mitad del siglo XIX: adherirse o no a la federación mexicana, expulsar o no a los ciudadanos españoles, separarse o no de México, reincorporarse o no a la nación, entre otros, fueron decisiones que crearon divisiones, desconocimiento mutuo de autoridades y hasta enfrentamientos armados.
Entre 1824 y 1846 fuerzas armadas de Campeche y de Mérida se enfrentaron o estuvieron a punto de hacerlo por lo menos en cuatro ocasiones, mientras que las disputas políticas de este periodo son incontables y los motivos numerosos.
A partir de 1840 y hasta 1857 los destinos de la Península de Yucatán, ora estado de la Federación, ora república independiente, recayó en las manos de dos hombres que protagonizaron constantes y duros enfrentamientos: el campechano Santiago Méndez Ibarra y Miguel Barbachano y Tarrazo, quien había nacido en Campeche pero desde temprana edad se fue a residir a Mérida.
Fue un periodo aciago, marcado por separaciones y reincorporaciones a México, la guerra contra Estados Unidos y la Guerra de Castas.
Méndez Ibarra -quien por cierto fue suegro del historiador, periodista y diplomático Justo Sierra O’Reilly y, por tanto, abuelo del escritor, maestro y político Justo Sierra Méndez- gobernó Yucatán en tres ocasiones alternando con Barbachano y Tarrazo.
En 1855 el partido ‘mendista’ obtuvo definitivamente el Gobierno de Yucatán. Pero ya era tarde. En Campeche había surgido una nueva generación de jóvenes liberales que no veían con buenos ojos ni a Barbachano ni a Méndez, su propio coterráneo.
PENÍNSULA SEGREGADA
El 5 de febrero de 1857 se juró la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos y Yucatán hizo lo propio el 20 de abril. Era un documento liberal: estableció garantías individuales, libertad de expresión, de asamblea, de portar armas; eliminó la esclavitud, la pena de muerte y los títulos de nobleza, entre otros.
Era la victoria casi definitiva de los liberales sobre los conservadores luego de las cruentas luchas decimonónicas en nuestro país.
En la Península de Yucatán seguía al mando el partido ‘mendista’ que, aunque de corte liberal, ya no llenaba las expectativas ni de los jóvenes que nutrían las filas de ese mismo partido.
Como era de esperarse, la ruptura se dio a raíz de los resultados de las elecciones que habían sido convocadas para el 31 de mayo y en las que se elegiría gobernador y los integrantes del Congreso Constituyente local.
Aunque ni Miguel Barbachano ni Santiago Méndez aparecían en las boletas por primera vez en 17 años, estaba Pantaelón Barrera, nacido el Hopelchén y cercano a Méndez, destinado a continuar su gobierno y sus políticas.
Desde antes de las elecciones jóvenes campechanos, al mando de Pablo García y Montilla, denunciaron coacción oficial del voto y campañas viciadas. Aunque lanzaron a sus propios candidatos, el triunfo fue para Barrera.
Pablo García ganó como diputado por Campeche y desde su curul pidió recuento de los votos, pero todos sus intentos fueron bloqueados y coartados sus derechos como legislador. Ante ello, el 10 de julio se separó del Congreso y regresó a Campeche, donde junto a personajes como Leandro Domínguez, Pedro Baranda, Rafael Carvajal, Juan Carbó, Tomás Aznar Barbachano y otros, inició una conspiración contra las autoridades yucatecas.
El día 17 se decretó el triunfo de Pantaleón Barrera y sólo 21 días después, el 7 de agosto de 1857, unos 150 jóvenes armados tomaron la plaza de Campeche y desconocieron al gobernador, quizá aún sin saber exactamente hasta dónde los llevarían sus acciones.
Aunque semejantes pronunciamientos cundieron también en Maxcanú, Maní, Mama, Tekax y otras poblaciones, el gobierno yucateco envió tres batallones a reducir a los rebeldes campechanos.
Aunque Pantaleón Barrera renunció en diciembre de ese año, la revolución campechana ya estaba en marcha. El 3 de mayo de 1858 comisiones del entonces Distrito de Campeche y del Gobierno de Yucatán llegan a un acuerdo de separación territorial, poniendo fin a por lo menos medio siglo de constantes disputas internas.
En febrero de 1862 el presidente Benito Juárez decreta la creación del Estado de Campeche y lo somete a la aprobación de las legislaturas estatales. Tras su aval, el 29 de abril de 1863 el mandatario mexicano ratifica su decreto y Campeche nace como Estado libre y soberano.
LAS CAUSAS
La Guerra de Reforma en México y la Guerra de Castas en Yucatán fueron factores que incidieron en la creación de Campeche que, a la vez, no hubiera sido posible sin el arrojo de una novel clase política.
¿Hubiera podido evitarse la división de la Península? Quizá, si las clases gobernantes hubiesen entendido los nuevos tiempos y si hubiera habido civilidad en las rivalidades económicas y comerciales entre las ciudades más importantes de Yucatán.
Porque, al fin y al cabo, la larga lucha protagonizada durante el siglo XIX por Campeche y Mérida podría reducirse a pleitos entre las clases dominantes, que buscaban protegerse de las mutuas agresiones de la ciudad rival.
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