Associated Press
RIO DE JANEIRO (AP) — Después de que una muchedumbre frenética de católicos se abalanzara sobre el Fiat que movilizaba al papa Francisco del aeropuerto al centro de Río, donde lo esperaba un carro similar a un papamóvil, el esquema de seguridad diseñado para la visita quedo en la mira de toda clase de acusaciones en la primera gira internacional del santo padre.
Pero el obstáculo mayor para evitar los riesgos que generan las muchedumbres apunta hacía el propio papa pues Francisco ha dicho, repetidamente, que quiere estar cerca de su gente, como lo ha hecho a lo largo de toda su vida.
Conocido por ser el sacerdote de las barriadas de Buenos Aires, por la dedicación y el tiempo que trabajó en los barrios empobrecidos, Francisco, con su ventana abajo, sonrió mientras el Fiat maniobraba entre la muchedumbre. Incluso, tocó a quienes querían tener un contacto físico con él y hasta cargó en sus brazos a un niño al que besó.
“Yo estaba tan sorprendido”, dijo el reverendo Joseph Tan, un sacerdote de Filipinas que hizo eco a la reacción de muchos que viajaron a Río para la visita papal. “Tal vez estoy viendo desde una perspectiva externa, pero me pareció extraño que a las personas se les permitiera acercarse tanto en autopistas que habían sido cerradas. En Filipinas, la gente se asoma para echar un vistazo, pero nada como lo que vimos. Pero esa es la personalidad del papa, él sólo estaba siendo él mismo”.
El portavoz del Vaticano, Federico Lombardi, aclaró que pese a las multitudes, Francisco no va a cambiar su decisión de utilizar un vehículo similar papamóvil sin blindaje para los eventos multitudinarios que siguen: el discurso que va a pronunciar en la playa de Copacabana el miércoles, la procesión de la Cruz del viernes, una vigilia prevista para el fin de semana y una misa en una zona rural de Río.
Lombardi dijo que el pontífice deliberadamente optó por utilizar el mismo coche que utiliza en la Plaza de San Pedro, y no el papamóvil blindado, a prueba de balas, para estar más cerca de la gente e interactuar con ellos.
Esa monumental plaza, sin embargo, es un escenario cerrado y bajo estricto control: policías italianos y del Vaticano rodean la plaza, los fieles son mantenidos detrás de altas barreras y equipos de guardaespaldas acompañan al auto todo el tiempo.
“Obviamente él desea tener la posibilidad de un contacto muy directo con la gente”, dijo Lombardi. “Esto es claro y no una militarización de la situación. Pero las soluciones concretas no son escogidas por él. El carro es igual al que usa en (la plaza de) San Pedro, pero modificado con el techo abierto”.
El pontífice, después de todo, es un hombre que rompe las reglas y el protocolo, dijo el alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes, horas antes del arribo el lunes de su ilustre visitante desde Roma. Pero quizá ni él imaginó lo que se avecinaba.
A su arribo a la ciudad hubo una falla: el papa abordó un pequeño vehículo Fiat de cuatro puertas plateado que, al adentrarse por la avenida Presidente Vargas que cruza el centro de la ciudad, el chofer, en vez de tomar el carril que había sido despejado para que el carro avanzara sin problema, hizo un giro equivocado y terminó en un extremo de la vía, donde habían ordenado estacionar a los buses precisamente para abrirle paso a la caravana papal.
Ese giro erróneo generó un pandemonio de unos 15 minutos en los que el Fiat transitó por una vía atascada y donde la gente tampoco tenía barreras que le impidieran acercarse al vehículo.
¿El Resultado? Francisco, sentando en la parte posterior derecha, con su ventanilla abierta lo que le permitía extender su mano y saludar a quien quisiera, mientras su escolta empujaba a los cientos de personas que se abalanzaron sobre el carro.
El secretario general de la Presidencia brasileña, Gilberto Carvalho, dijo que se trató “de un error de carril” y que aún no saben exactamente cómo ocurrió o quién se equivocó porque al frente del carro papal iba otro vehículo encabezando el convoy, además de varias motocicletas que intentaban abrir el paso.
Superado el incidente, el papa descendió del Fiat a un auto Mercedes Benz blanco, parecido al papamóvil que tampoco usa en El Vaticano, sólo que no es totalmente cerrado pues la parte superior está abierta.
“Creo que de entrada faltó lo que llamamos falta de previsión del riesgo”, dijo Darío Prada Maldonado sobre las muchedumbres acercándose al Fiat. Prada es dueño de una empresa de seguridad en Colombia que presta, entre otros, el servicio de escoltas. “En una emergencia de esas hay que llamar a la cordura y manejar el fervor religioso por lo que representa el personaje (del papa Francisco) actualmente a nivel mundial. A la gente (de Río de Janeiro), creo yo, su presencia les permitió exteriorizar esa expectativa, esa esperanza de estar cerca de él, mas no con el propósito de agresión”.
En Rio de Janeiro, Paulo Storani, experto en seguridad, indicó en entrevista telefónica que en el caso del vehículo rodeado por fieles hay dos aspectos que tiene que ser analizados. “Desde el punto de vista de un jefe de Estado, y el papa es un jefe de Estado, es inaceptable lo que sucedió”, dijo. “Esa proximidad que las personas tuvieron con él fueron un riesgo de seguridad y hasta para su imagen”.
Pero “por otro lado, tratándose del jefe de una iglesia y una figura carismática como es el papa, la situación es diferente porque él mismo quiere tener esa proximidad con las personas. La comitiva de seguridad tiene que adaptarse para evitar riesgos a la integridad física de él”, agregó Storani. La actitud del papa “fue valiente en ir en carro abierto y no creo que va a cambiar esa actitud, pero va a necesitar mucha más atención para su seguridad”. Se va a necesitar “más trabajo de inteligencia policial para detectar amenazas potenciales a la seguridad del papa y mayor presencia de agentes policiales vestidos de civil en el medio de la multitud para trabajar en su seguridad”.
Antes de ser papa, Francisco dejó claro que la iglesia católica debe dejar de ser una institución tan cerrada y autorreferencial y que debe salir a los confines del mundo para interactuar con los más marginados.
Muchos cardenales han llamado la atención al discurso que Francisco cuando era el cardenal Jorge Mario Bergoglio, días antes de ser elegido como representante de Cristo en la tierra, en el que señaló claramente la misión de la iglesia.
La iglesia, dijo en su discurso, debe “avanzar hacia la periferia, no sólo geográfica, sino también existencial: hacía el pecado, al sufrimiento, a la injusticia, a la ignorancia y la abstención religiosa, a la miseria.”
“Cuando la iglesia no sale de sí misma para evangelizar, se vuelve autorreferencial y por lo tanto se enferma…. Los males que, con el tiempo, se producen en las instituciones eclesiásticas tienen su raíz en (ser auto-referencial); una especie de narcisismo teológico”, dijo entonces Bergoglio.
Cuando se convirtió papa, esas palabras se volvieron acciones, incluso antes de su viaje a Río de Janeiro. Su primera visita a una parroquia en Roma fue a una iglesia en un barrio pobre en las afueras de la capital. Su primer viaje fuera de Roma fue a Lampedusa, en la península italiana, una islita cerca de África, dónde lamentó la muerte de los inmigrantes que tratan de llegar a Europa.